Todo un arsenal —inútil— que lo han ido llevando de derrota en derrota y que evidencia su miedo a lo desconocido y que desdice mucho de su autocalificada condición de estratega.
Por supuesto, todas estas acciones a la luz pública nos lleva a presumir las acciones que se deben estar efectuando a oscuras y que no tenemos noticias de ellas. ¿A cuántos estarán amenazando, a cuantos infiltrando, a cuantos estarán tratando de comprar?
Saben los jóvenes que esa amable magistrada que los recibe en el Tribunal Supremo de Justicia, es la misma que permite que el Ejecutivo se apropie de los bienes de RCTV. Conocen que el Fiscal que en tono íntimo les habla de su hermana, de sus hijos, de su condición de profesor universitario, es el mismo que guarda silencio ante la discriminación arbitraria y pública de buena parte de la población. Por no recordar otras actuaciones lastimosas por parte de este Fiscal que —por cierto— se declara partidario de la autonomía. Ya tendrá la oportunidad de defenderla.
Pero lo peor de todas estas acciones es el enfrentamiento entre estudiantes que está propiciando el gobierno. ¿Acaso es debate? No, es enfrentamiento.
El Presidente en su larga cadena nacional del jueves por la noche y en reunión con sus jóvenes partidarios, justo después del encuentro que habían tenido en la Asamblea, les señaló la línea. A los ojos del Presidente, los estudiantes que están con la revolución existen y existirán para el Gobierno, hasta el punto que se les dará dinero en becas, pero también para que formen empresas, para que manejen las residencias. Premios que otorgará no por ser estudiantes, sino por estar con él. Los jóvenes universitarios que no están con la revolución no existen, no piensan y son manejados por Busch y Alberto Federico Ravel. Así como tampoco existen las mujeres venezolanas que no sean morenas, bajitas y pelo rizado. Los jóvenes revolucionarios, de acuerdo con el Presidente, sí son inteligentes, autónomos, solidarios. Pero sus compañeros, de la misma generación, de los mismos sueños, de las mismas canciones, de los mismos cafetines, cuadras, barrios, plazas y centros comerciales, no quieren a la Patria, que es lo mismo que no quererlo a él.
Este mensajes, es el arma más letal que ha usado el Presidente. Lo peor —permítame decirle señor Presidente— es que esas balas están dirigidas a sus jóvenes seguidores, a quienes les está arrebatando la solidaridad con sus amigos, sus compañeros, sus panas. Lo peor, señor Presidente, es que los está obligando a no reconocerse con su generación, a que carguen con los errores del Che, de Fidel, con los suyos. Los está obligando a lecturas que no mencionen las causas de la caída del muro de Berlín, a películas que su Ministro de la Cultura apruebe y que la Villa del Cine produzca. Lo peor, señor Presidente, es que les está borrando la historia de un país que no empezó con su golpe de Estado. Les está inventando un Bolívar y un Zamora que no existieron. Tristemente, para estos jóvenes su máximo líder empezó a dispararles a mansalva, ojala puedan pintarse las manos de blanco.
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