jueves, agosto 31, 2006

Letras: ¿LA ÚLTIMA MIRADA DE RAY BRADBURY?

Casi por azar cayó en mis manos Matemos todos a Constance, la última novela de Ray Bradbury -publicada en inglés en 2003 y editada en español en 2004 por Minotauro- y la devoré de manera adictiva bajo el sol de unas vacaciones en Margarita. Confieso que me resultó distante del conjunto de su obra pero al mismo tiempo me señaló la capacidad de renovación no sólo temática sino estilística de un escritor que cabalga los ochenta y seis años de edad y que legó hace medio siglo piezas fundamentales como Crónicas marcianas (1950), El hombre ilustrado (1951) o Farenheit 451 (1953), por sólo nombrar tres de sus máximos emblemas. Lo digo porque encontré en sus páginas -apenas 186- a un autor delirante, irreverente, a ratos incoherente, intentando saldar sus cuentas con aquel Hollywood donde sirvió con éxito como guionista y con un mundo y una época en los que la vida era una aventura sin mesura ni sospecha. La Meca del Cine se miraba el ombligo, mientras los muchachos de la primera potencia iban a combatir en el sureste asiático, los soviéticos llevaban la delantera en la carrera espacial y Bob Dylan comenzaba a berrear sus inconformidad poética.
La narración se ubica en una noche de tempestad en la California de 1960, cuando un escritor recibe la inesperada visita de una famosa actriz de Hollywood -un antiguo y eterno amor- que deambula desesperada y borracha porque la persigue la Muerte, así con mayúscula, y le entraga una guía telefónica de Los Ángeles pero de 60 años antes, es decir, de 1900, con un listado de nombres que ya han muerto. Lo que surge a partir de esta situación es un conflicto personal que navega los pantanos de lo insólito, con personajes descabellados dispuestos a correr aventuras sin trasiego y con un final que reafirma la íntima necesidad del amor.
Bradbury es, de lejos, el más conocido de los llamados escritores de ciencia ficción, secundado por Isaac Asimov y Philip K. Dick. Sin embargo, Bradbury para mi es un escritor poco clasificable. No siquiera lo catalogo como miembro de la ficción de anticipación o de la "fantaciencia", como afirman unos por allí. Eso sería como decir que Farenheit 451 o la propia 1984 de George Orwell son textos de ciencia ficción o literatura de anticipación, cuando todos sabemos que ambas novelas expresan una visión política y humanística sobre el totalitarismo. El rasgo fundamental reside en la capacidad especulativa, en la "imaginación alarmada" ante el presente y, en el caso específico de Matemos todos a Constance, en la mirada incisiva y desconcertante que dirige Bradbury sobre aquellos EEUU de la Guerra Fría. Nada hay de anticipación sino todo lo contrario. Es una muy directa reflexión sobre el pasado para tratar de entender lo que estamos viviendo en los albores del siglo XXI. Es su nuevo legado. Tal vez sea la última mirada de Ray Bradbury.

MATEMOS TODOS A CONSTANCE ("Let's all kill Constance"), 2004, Editorial Minotauro, Barcelona, 186 páginas. Traducción de Marcial Souto.

Política: EL CUARTO ESCENARIO

Palabras más, palabras menos, hace tres semanas Teodoro Petkoff expuso en una entrevista en El Nacional tres escenarios posibles ante las elecciones presidenciales del próximo 3 de diciembre:
  1. Manuel Rosales gana las elecciones limpiamente y el Gobierno respeta los resultados.
  2. Chávez gana las elecciones limpiamente y la oposición respeta los resultados.
  3. Chávez "gana" las elecciones con fraude, la oposición no acepta los resultados y se arma la grande.

Leí con atención lo dicho por Teodoro -hoy director nacional de estrategia de Manuel Rosales- y estuve de acuerdo con su enfoque. Pero eché en falta un posible -y hasta probable- cuarto escenario:

4. No hay elecciones.

¿Por qué? Por una razón muy sencilla: si a la personalidad mesiánica y autoritaria de Chávez no le benefician las elecciones simplemente las elimina. Los comicios sirven sólo si se ganan. Tras la inscripción de Rosales ante el Consejo Nacional Electoral -que evidenció el resurgimiento de la oposición democrática- y la aparición de la candidatura de Benjamín Rausseo -que paradójicamente no divide a la oposición, más bien la amplía- se aprecia no sólo el descenso del ánimo abstencionista en un amplio electorado opositor que vuelve a tener esperanza en la victoria sino -lo más importante- se pone de relieve el también descenso en la intención de voto hacia Chávez. Según una fuente usualmente confiable el teniente coronel ha perdido siete puntos: de 55 a 48. Un flash de esta mañana me susurra que bajó a 45. Todos sabemos que un padrón electoral artificialmente ampliado conviene al gobierno en la medida que una abstención masiva -como sucedió en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005- permitiría ahora al oficialismo manipular las cifras a su antojo. En pocas palabras: a Chávez le interesa estimular la abstención. Dicho de otro modo: Chávez no quiere que haya gente en la calle -muy crecida en ánimo y número- dispuesta a acudir a la cita electoral y a defender sus votos. Se le enreda en papagayo. El teniente coronel -quien sólo reconoce como adversario a George Bush- no puede permitir que otro venezolano -o millones de venezolanos, es lo mismo para él- ose disputarle la hegemonía. La sala situacional del Palacio de Miraflores determinará que hay que impedir las elecciones.

¿Cómo? Eso es imposible de saberlo hoy, pero ya se advierte cierto ánimo para actualizar el eterno enemigo de Chávez: la tenebrosa mano del ìmperialismo. El aún oscuro incidente con la valija diplomática estadounidense, la gira que termina hoy y que llevó al teniente coronel por China, Vietnam, Siria, Corea del Norte y Angola, sus continuas y oportunistas declaraciones contra Washington y Tel Avid, su injerencia en la vida política de América Latina, la enajenada conducta del alcalde Barreto y otras manifestaciones de distinto signo constituyen el caldo de cultivo para conformar un cuadro de lucha contra el imperio. Si el crecimiento de la candidatura de Rosales y el debilitamiento electoral de Chávez llegan a cruzar sus líneas es posible que el chavismo deseche la vía electoral para la preservación del poder de su caudillo. Todas las políticas públicas del gobierno -petróleo, relaciones exteriores, infraestructura, área social, educación, economía- han sido diseñadas y ejecutadas para el mantenimiento de Chávez en la presidencia. Después de tanta inversión no puede aceptar la posibilidad de perder unas vulgares elecciones con un candidato venezolano. Recuerden que su rival es Bush. La forma de evadir esta responsabilidad sería declarar a Venezuela en estado de emergencia ante una supuesta invasión yanqui. En los estados de emergencia -como se sabe- no puede haber elecciones. Tengo un amigo que prefiere esta resolución dramática pues pondría de manifiesto ya no la vocación sino la conducta totalitaria y militarista de esta patología que nos gobierna. Según mi amigo, si ganara Rosales las elecciones tendríamos a un temible Chávez en la oposición controlando la Asamblea Nacional y la mayoría de las gobernanciones y alcaldías y pidiendo un referendo recocatorio en tres años o presentando su candidatura en 2012. En cambio, si se declarara dictador, tras decretar un estado de emergencia, las acciones de la resistencia se legitimarían y terminarían erradicando la figura "democrática" del presidente. Lo inhabilitaría políticamente. Pero el costo de esta acción me sigue pareciendo demasiado alto.

Trino Márquez: ¿POR QUÉ LA CONFRONTACIÓN?

En las democracias normales durante los períodos electorales los mandatarios tratan de evitar toda colación que desestabilice el orden, cree incertidumbre o quebrante la confianza en la solidez del sistema. Ese no es el estilo de la revolución de opereta que lidera Hugo Chávez. El tono de la actual campaña electoral es diametralmente distinto al que imperó durante la jornada del año 2000, cuando Chávez se relegitimó, o la de 2004, cuando la coyuntura del referendo revocatorio. En esas oportunidades -aunque siempre pugnaz, sobre todo en el plano internacional- el teniente coronel redujo la intensidad de la polémica. Se adornó con una piel de corderito para disimular los colmillos de autócrata. Habló de amplitud, tolerancia, comprensión y todas esas ideas que los demócratas de verdad defienden y practican. Ahora el panorama ha cambiado. Los dirigentes importantes del MVR tienen un libreto que deben seguir rigurosamente.
Como Venezuela le queda muy pequeña al ególatra, el guión que Chávez se asignó a sí mismo tiene como punto cardinal su conversión definitiva en líder continental y mundial del antiimperialismo, el antinorteamericanismo, el anticapitalismo y la antiglobalización. Con Fidel Castro a punto de abandonar este Valle de Lágrimas, el caudillo de Sabaneta se siente en el legítimo derecho de encarnar el papel que durante largo tiempo desempeño el dictador antillano, y que antaño cumplieron Tito y Nasser. Para sus propósitos utiliza la riqueza petrolera como si fuese obtenida con su trabajo y esfuerzo, y no le importa asociarse con los países más atrasados y autoritarios del planeta: Corea de Norte, Irán, Siria, Cuba y Bielorrusia. Va a China y evita hablar de Deng Xiao Ping, artífice de la transformación económica capitalista que está permitiendo que el país arruinado que dejó Mao Zedong y su locura comunista, se esté convirtiendo en la potencia emergente más poderosa del planeta y que millones de chinos estén saliendo de la pobreza. En el frente interno Chávez se encarga de exponer y defender las grandes líneas del socialismo del siglo XXI: propiedad colectiva, con énfasis en la autogestión, la cogestión y las cooperativas; desarrollo endógeno, politización de las Fuerzas Armadas y construcción de las milicias y el ejército paralelo. Es la figura que se ocupa de diseñar las grandes líneas del modelo totalitario que le propone a los venezolanos. Desde luego que en el horizonte cercano, al igual que su maestro, el abogado Castro Ruz, no aparece ni por asomo la posibilidad de relevo en el poder. Habla y se comporta como si hubiese notariado un pacto con Satanás que le asegura su permanencia indefinida en Miraflores.
El otro personaje que aparece con un rol bien definido es el alcalde metropolitano, Juan Barreto. Esta criatura, especialmente dotado para las peleas en el inside, no ignora que el decreto de expropiación de los campos de golf del Caracas Country Club y del Valle Arriba Golf Club constituye una aviesa provocación que asusta a la clase media, y que, de paso, no resuelve el problema de la vivienda de los grupos de menores ingresos, sino que tiende a hacerlo aún más agudo, pues al atacar la propiedad privada, desestimula la inversión en el área de la construcción, donde la iniciativa particular resulta decisiva para la construcción masiva de viviendas. Por lo tanto, no es por ignorancia que Barreto arremete como un Panzer. Cumplir con las metas que dentro de la estrategia global se le ha asignado resulta prioritario. Su actuación, que combina el cálculo frío con una fingida espontaneidad, indica que se le ha pedido que actúe como un ariete contra la clase media y las propiedades que poseen los grupos que la integran, dos blancos claves del socialismo del siglo XXI. La plataforma de lanzamiento del primer misil que debía disparar fue el Teatro Teresa Carreño, donde acribilló cobardemente a Leopoldo López y Enrique Capriles. Cuando muchos ingenuos pensaron que después de las reacciones que ese acto vil provocó, Barreto retrocedería en sus desmanes, resulta que aprobó la expropiación de los terrenos de golf.
¿Después de tantos años de gobierno bolivariano y luego de más de casi dos años de ser alcalde metropolitano, de dónde le salió esa fiebre expropiadora al doctor Barreto? ¿Le resultaba muy arduo esperar hasta enero próximo para embestir contra esas propiedades? Desde luego que diferir unos pocos meses una decisión tan polémica, por lo arbitraria, no habría tenido ninguna importancia. Lo que explica el exabrupto es el deseo de polarizar la campaña electoral. Convertirla en una batalla épica entre ricos y pobres; entre poseedores y desposeídos. Escenario en el Chávez siempre gana. Es probable que luego de las mediciones estadísticas en las que se evalúe el impacto de las medidas del alcalde, el régimen retroceda, y aparezca algún dirigente del MVR, incluso el propio Chávez, actuando como un factor de ponderación. El policía “bueno”, según el clásico esquema harto conocido.
Ahora bien, aunque alguna disculpa se diese o, en un acto amable, la decisión del Cabildo Metropolitano se revisase, los venezolanos debemos convencernos de que mientras esta nueva élite se encuentre en el poder, el país andará de sobresalto en sobresalto. A Hugo Chávez no le interesa la construcción de un país tranquilo, estable, en el que predomine la confianza, en el que el reparto del ingreso lo realice la propia sociedad mediante la creación de empleo y riqueza. Un modelo como este, que tenga a la clase media y a los trabajadores como protagonistas, no cabe en el proyecto hegemónico del autócrata. Chávez se ha propuesto construir una nación dividida, fragmentada por el odio y el resentimiento, pues es en ella donde obtiene la mayoría que le permite seguir gobernando Su ideal apunta a contar con un Estado propietario de toda la riqueza nacional y sobre el cual él posee el control total, de modo que el ingreso de los venezolanos provenga de las misiones, becas, canonjías, prebendas y subsidios que suministre el Gobierno a través de los distintos organismos oficiales. Un Estado y un Gobierno en el que todas las decisiones importantes pasen por sus manos, de modo que el ingreso de cada familia parezca una concesión generosa del gamonal. Para alcanzar ese Estado totalitario y la sociedad cerrada, atemorizada y sumisa que le es propia, se necesita de la confrontación permanente. Su campaña electoral se parecerá a un campo de batalla. Su única virtud consiste en que no miente: dice que nos conducirá a la barbarie y, si lo dejamos, lo hará. Allí está Cuba como ejemplo.
El 3 de diciembre Venezuela optará entre la beligerancia permanente que Chávez y compañía proponen, y la posibilidad de reconstruir la nación en el clima unitario que exige la superoración del atraso y la conquista del desarrollo.

viernes, agosto 25, 2006

CULINARIA: El regreso de Jacky Traverso

Protagonista de la época más gloriosa de la gastronomía en Caracas, a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, cuando teníamos el dólar a cuatro treinta, Jacky Traverso ha trazado una trayectoria notable en nuestra culinaria, primero como integrante del equipo que cambió la percepción de la restauración francesa en Le Gazebo, al lado de Robert Provost y Jacques Bouviet, luego como conductor durante dieciocho años del Ritz en Las Palmas, un reducto de la "honesta cocina de mercado" donde se servían los mejores martinis de la ciudad, y ahora como líder de su nueva tendencia: Biarritz Bistro. Un sitio cálido, bello, gratísimo, donde se sirve una propuesta que va más allá de las modas y se rescata el valor de la cocina de orientación gala. Una carta bien elaborada, presentada de forma elegante y con unos precios absolutamente razonables. No cambio este bistro con nombre de ciudad vasca francesa por ninguno de los locales pretenciosos y caros que abundan en nuestros lares.

BIARRITZ BISTRO. Trasnocho Cultural, Paseo Las Mercedes, Caracas. De lunes a viernes de 12:00 m. a 12:00 p.m. y los sábados de 7:00 p.m. a 12:00 p.m. Cerrado los domingos. Para reservaciones los teléfonos 991.10.95 ó 991.51.23.

CINE: La muerte de un perdedor

En Días de furia descubrimos una historia verdadera ocurrida seis meses antes de la dimisión de Richard Nixon, en 1974. Un hombre llamado Samuel Byck, de 44 años, intentó secuestrar un avión comercial para estrellarlo contra la Casa Blanca y de esta manera asesinar al presidente norteamericano. Fue un anticipo frustrado de lo que sucedió el 11 de septiembre de 2001. Byck falló en el intentoy fue abatido por un guardia de seguridad dentro de la nave. Ese hombre se convirtió en un titular de periódico y cayó rápidamente en el olvido.
Treinta años después, el director debutante Niels Mueller rescata este personaje real en The Assassination of Richard Nixon -su título original- para ofrecer desde el punto de vista de la ficción una visión del universo psicológico de hombre que se sintió traicionado por su familia, su esposa y su país. Una mirada que aborda una época ciertamente convulsa para la vida política de los EEUU y la vincula con la tragedia del terrorismo actual. Pero, sobre todo, se trata de un intento de comprender ese proceso de extrañamiento que padece un hombre con respecto a su sociedad, su cultura y sus valores. Contó con las actuaciones de un elenco envidiable -los estadounidenses Sean Penn, Naomi Watts y Don Cheadle al lado del australiano Jack Thompson-, con la producción de los mexicanos Alfonso Cuarón y Jorge Vergara y con el trabajo de fotografía del también mexicano Emmanuel Lubezki.
Samuel es un vendedor que odia mentir, un marido abandonado por su esposa, un padre que apenas puede ver a sus hijos, un hombre que roba a su propio hermano y un amigo que pone en problemas a su compañero. Sam es un fracasado. Un looser cabal. Un perdedor que decide compartir sus planes asesinos con Leonard Bernstein, a quien escribe cartas confesándole sus intenciones. Un elegido por la Providencia para salvar a su país. Un "hombre conciencia" de la sociedad.
Sin embargo, Días de furia es un film que se resiente por su propia estructura dramática, construida con un largo flashback -puede sonar contradictorio- que explica paso a paso el proceso de degradación de la psique de Sam. Pero lo hace a través de determinantes un tanto simplistas, más bien cómplices del pensamiento limitado del personaje. Por ejemplo, cuando Sam afirma que "la esclavitud no ha terminado en los Estados Unidos" o que un banco no le aprueba un crédito "porque su socio es negro". No hay un distanciamiento suficiente del realizador con respecto a la complejidad de su personaje. Pero hay que añadir dos problemas más: Sean Penn está soberbiamente sobreactuado y la historia no necesita de 95 minutos para ser contada. Le doy 5 puntos sobre un total de 1o.


DÍAS DE FURIA ("The Assassination of Richard Nixon"), EEUU y México, 2004. Director: Niels Mueller. Guión: Niels Mueller y Kevin Kennedy. Producción: Alfonso Cuarón y Jorge Vergara.
Fotografía: Emmanuel Lubezki. Montaje: Jay Cassidy. Música: Steven M. Stern. Intérpretes: Sean Penn, Naomi Watts, Don Cheadle, Jack Thompson y Brad William Henke, entre otros. Distribución: Cines Unidos.

POLÍTICA: ¿Un alcalde del siglo XXI?

Trino Márquez inicia sus colaboraciones en Ideas de Babel develando el espíritu borrascoso de un alcalde metropolitano que en lugar de cumplir con sus tareas se dedica a amenazar a otros alcaldes, a insultar a la "putrefacta" clase media y a irrespetuar el derecho de caraqueños a respirar adecuadamente. Por añadidura, Mikel Menéndez, presidente del Instituto Metropolitano de Urbanismo, afirma que no sólo arremeterá contra los campos de golf de La Lagunita sino también contra los terrenos del Valle Arriba y del Caracas Country Club. Tendremos una ciudad sin pulmones.
Barreto: el rostro del socialismo del siglo XXI
Trino Márquez


Si alguien tenía dudas acerca del significado, estilo y características del socialismo del siglo XXI que propone el teniente coronel Hugo Chávez para Venezuela, el alcalde metropolitano, Juan Barreto (JB), se encargó de despejarlas el pasado martes 22 de agosto en el imponente Teatro Teresa Carreño, monumento construido durante el gobierno de Luis Herrera Campíns, pero que la “revolución bonita” utiliza como agencia de festejos. En ocho años los revolucionarios vernáculos no han tenido tiempo de levantar un Palacio de Convenciones o un Palacio de la Revolución, como los que existen desde los primeros años en los que se produjo el giro transformador, en los países con revoluciones de mayor prosapia. Hasta en este campo son incapaces los chavistas. No logran edificar ni siquiera sus propios templos.
La intervención de JB (quien recuerda a la Inmundicia Humana, el personaje de La Fiesta del Chivo) no conviene asumirla como un arranque de locura propia de ese maligno ser. Da la impresión, más bien, de que el veneno que le inyectó a sus palabras, forma parte de un libreto elaborado con esmero en alguna de las salas estratégicas donde la claque política dominante diseña sus acciones contra la oposición, y donde se planifican las iniciativas que le permitirán mantenerse en el poder. El objetivo del gobierno a comienzos de una campaña electoral que promete ser muy áspera, pareciera consistir en polarizar al máximo el país. Contraponer de nuevo a pobres y ricos. A los desposeídos con la clase media, o con quien posea algún tipo de propiedad. La lucha de clases se convertirá en uno de los ejes de la campaña de Chávez. Tratará de crear la sensación de que si él pierde, pierden los pobres. Con el supuesto respaldo de los más desfavorecidos, intentará dar la impresión de que es indestructible y, por si acaso, de que si no gana, apoyado los necesitados, arrebata. El pánico entre los electores y entre la población en general -según sus tenebrosos cálculos- podría garantizarle el triunfo cómodo por adelantado. Para probar esta estrategia escogieron a un personaje siniestro como el alcalde metropolitano, que disfruta cometiendo fechorías, que mientras más perversas, mejor.
JB, primera autoridad civil de la Gran Caracas, está colocado allí para coordinar la gestión de los alcaldes “menores” de la ciudad en todas las áreas relacionadas con los servicios públicos y la calidad de vida de los capitalinos. Sin embargo, en vez de coordinar, concertar y acordar medidas conjuntas, arremete de forma cobarde flanqueado por un esbirro y auxiliado por una jauría entrenada por él, contra los alcaldes de los municipios Chacao y Baruta. ¿Podríamos suponer que Barreto no ha leído la Ley Orgánica de Régimen Municipal ni la ley especial mediante la cual se crea la Alcaldía Metropolitana y la figura del Alcalde Metropolitano? A lo mejor sus diversas ocupaciones y compromisos no le han permitido ojear esos documentos, pero alguien del enjambre de asesores que tiene, debe de haberlo hecho. Por lo tanto, no es atribuible a su ignorancia el que agreda a López y a Capriles Radonski como lo hizo. Resulta más lógico suponer que se trata de un paso orientado a colocar el debate con la oposición en términos antitéticos, tal como le gusta al jefe que venera.
JB sabe que los campos de golf de La Lagunita representan un pulmón vegetal para la capital, asediada por millones de carros y vehículos automotores que disparan al aire todos los días millones de metros cúbicos de monóxido de carbono que contaminan el ambiente. Está al corriente de que las ciudades cosmopolitas incluyen en su paisaje parques infantiles, lagos artificiales, jardines botánicos y, aquellas que pueden darse ese lujo, campos de golf. Todas estas áreas contribuyen a mantener el ecosistema en equilibrio. Si a JB le interesan tanto los desposeídos podría proponerles a los dueños del club La Lagunita que le permitan a la comunidad de El Hatillo y Baruta, utilizar esos campos para el sano esparcimiento. En ese programa podrían participar jóvenes, adultos y personas de la tercera edad. Se haría un uso más intensivo, democrático y participativo de esa zona verde. Sin embargo, el alcalde metropolitano opta por el camino de la amenaza y la confrontación. Ataca la propiedad privada a partir de un discurso demagógico que se vale de un falso igualitarismo para crear incertidumbre y pánico entre los habitantes de ambos municipios. No le interesa dialogar, sólo le importa aplastar.
El grave problema de la vivienda, tendría que estar informado JB, no se resuelve expropiando inmuebles o terrenos, ni confiscando propiedades, sino impulsando un agresivo plan de vivienda que eleve sustancialmente la oferta a precios accesibles para la mayoría de la población. Los planes y condiciones para el financiamiento de esas viviendas habría que concertarlos con la banca privada, que en este momento dispone de suficiente dinero. En el valle de Caracas, a pesar de que el terreno no sobra ni abunda, queda espacio para construir un buen número de viviendas multifamiliares. Hacia la periferia de la ciudad la disponibilidad de terrenos aumenta de forma considerable. Con una buena red de transporte interurbano público y privado la gente que viva en estas zonas y trabajen en Caracas, podrían ver resuelto el drama de la vivienda (propia o alquilada), sin estar sometida al calvario cotidiano que significa entrar y salir de Caracas. Sin embargo, JB propone la alternativa compulsiva: expropiar apartamentos y despojar a los socios de un club de clase media de unas áreas verdes que refrescan la atmósfera de la ciudad. No edifica, destruye.
El teatro de operaciones en el que se mueve JB tiene como telón de fondo la lucha de clases. Resentimiento, enemistad, rabia, animosidad, forman parte del diccionario que le presta las palabras a ese burócrata. Ocurre, sin embargo, que JB forma parte de un grupo que tiene ocho años dirigiendo el país. En este período han ingresado más petrodólares a la nación que en toda su historia anterior. Esa montaña de recursos no ha servido para aliviar la precaria condición de los más pobres, sino, en muchos casos, para agravarla. Chávez y los funcionarios que lo rodean dejaron de ser una promesa y constituyen un fracaso en ejercicio. JB en el Teresa Carreño mostró el verdadero rostro del socialismo del siglo XXI: el odio, la división, el agavillamiento y la cobardía.
Con el nuevo clima surgido en el país luego del lanzamiento de Manuel Rosales y de la presentación de Benjamín Rausseo como candidato presidencial, se ha formado una atmósfera en la que se respira un aire diferente. Parece que la barbarie no podrá imponerse, ni siquiera con captahuellas.

lunes, agosto 21, 2006

CINE: ¿Por qué el mundo no necesita a Superman?

Hollywood es una máquina procesadora de sus propios desechos que transforma en nuevos combustibles. Después de Christopher Reeves ya nadie creía posible que volvieran a la pantalla Superman y su alter ego Clark Kent. Pero he aquí que las nuevas generaciones de espectadores no habían conocido bien al héroe del cómic y en cuestión de meses Hollywood generó Superman regresa. Esta vez el director es Bryan Singer -alguna vez nos dio mejores filmes- quien subraya el carácter mesiánico del hombre de acero a través de una trama que moraliza sobre el destino de los seres humanos y sobre las relaciones afectivas "incorrectas". Deja en claro que la humanidad requiere, a la vez, un asesor espiritual y un hombre de acción que resuelva sus problemas. Claro, Superman no puede intervenir en el conflicto entre Israel y Palestina ni puede atacar las causas del hambre mundial. Ni siquiera formular una recomendación para reducir la intolerancia.
Esta vez Superman (Brandon Routh) ha estado fuera de la Tierra cinco años, durante los cuales su amada Lois Lane (Kate Bosworth) ha ganado un Pulitzer con un reportaje titulado ¿Por qué el mundo no necesita a Superman?, que no es más que puro despecho, porque el héroe se marchó a su planeta de origen "para buscar sus raíces". Por añadidura, Lois ha tenido un hijo y vive con otro periodista, lo cual genera una suerte de triángulo de raro cuño. Con todo, el hombre de acero no está de vuelta sólo para sospechar que el hijo de Lois es de él ni para lamentarse por los cuernos que le monta la chica, sino para enfrentar a Lex Luthor (Kevin Spacey), quien planea destruir millones de vidas para crear un nuevo continente en pleno Atlántico Norte. No es difícil imaginar el final.
Uno de los problemas -tiene varios- de este Superman de Singer se encuentra en cierta incapacidad para sintetizar una historia no demasiado vigorosa. Son dos horas y 15 minutos insostenibles, incluso para un Mesías -en Matrix está mejor resuelto este lugar común- obsesionado por una periodista de escasa "inteligencia emocional". El único rasgo de "inteligencia racional" en el guión es cuando Perry White explica que "los Pulitzer son como los óscares: nadie recuerda si la película con que lo ganaste era buena. Simplemente la gente recuerda que lo ganaste y ya". A confesión de parte, relevo de pruebas.

SUPERMAN REGRESA ("Superman returns"), EEUU, 2006. Director: Bryan Singer. Guión: M. Dougherty y Dan Harris. Intérpretes: Brandon Routh, Kate Bosworth, Kevin Spacey, James Marsden, Parker Posey.

Puntuación: 3 sobre 1o

CULINARIA: El amable sabor del Líbano

Casi simultáneamente con el fragor de las bombas en territorio libanés, una familia de la antigua Fenicia abrió en Caracas los salones y fogones de Tarabish, situado en un casi escondido local del Centro Comercial Mata de Coco. Tapices, mantelería y ornamentos que recuerdan a Beirut abrazan a quienes se acercan al restaurante, al principio con timidez, luego con soltura. Los camareros ataviados al estilo de ese país y tocados con los tarabishi, sombreros típicos del Líbano, ofrecen una carta sencilla, elegante, cuya enumeración de platillos no se diferencia de las de otro restaurante libanés de la ciudad. Allí están las distintas cremas vegetales , las brochetas de pollo y carne, los kibbes crudos, horneados y fritos, las hojas de parra rellenas, las baclavas y todo lo típico. Plato diferenciador: el kibbe horneado de mero. A destacar: la crema de pimentón y nueces (realmente superlativa), las salchicas de res al carbón y el kibbe crudo de carne. El plato mixto no supera lo convencional. Los camareros son atentos, rápidos, discretos. Los precios se revelan muy razonables.

5 puntos sobre 10

LETRAS: Amores en el París de Vargas Llosa

Un París que genera nostalgia, que alberga una clásica historia de amour fou, que impulsa los parpadeos de la memoria y que serpentea airadamente con confesiones que tienen mucho de inadmisibles memorias. Ese París de Mario Vargas Llosa atraviesa las décadas como si estuviese tratando de saldar viejas y nuevas deudas. Desde las primeras páginas de Travesuras de la niña mala, cuando el narrador testimonia "un verano fabuloso" en la Lima de 1950 para abrir paso a "las chilenitas" --aunque sólo una de ellas cobrará verdadera dimensión-- hasta la última evocación de El cementerio marino de Paul Valery, en una colina de las afueras de Sète, fluyen los recuerdos de medio siglo en la vida de un miraflorino llamado Ricardo Somocurcio, cuyas dos únicas certezas en la vidad han sido vivir en París y amar a la niña mala.
Impecablemente escrita, admirablemente construida, la nueva novela de Vargas Llosa se desplaza entre el drama y la comedia en una suerte de crónica que anuda distintos momentos emblemáticos --las luchas del APRA, la Revolución Cubana, el Mayo Francés, el primer gobierno de Alan García, el comienzo de la era del sida, entre otros-- gracias a la vieja historia de la bella y el pelele. ¿La chilenita Lylly, la camarada Arlette, madame Arnoux, Mrs. Richardson, la amante Kuriko, madame Ricardo Somocurcio, la triste Otilia? ¿Qué importa el nombre? Lo que vale es el amor loco, la compenetración entre estafadora y estafado y las distintas caras de la pasión. Desde el principio el lector sabe por donde transitará la trama y simplemente espera una confirmación. ¿No tiene la densidad de La guerra del fin del mundo o la dimensión de La casa verde? Eso no importa. Esta novela se nutre de otras fuentes para realizar un gran rodeo sentimental. Elogio de lo inexplicable e inexorable, Travesuras de la niña mala evoluciona de manera coherente hacia un final --como diría Jean-Claude Carrière-- inevitable pero sorprendente. Detrás, como narraciones que enriquecen lo absurdo de este amor, se encuentran las historias de Juan Barreto o la del niño Yilal, estampas de una esperanza inagotable. "Pero siempre nos queda París", pareciera decir Ricardo como si fuese un Rick Carter sin el rostro de Humphrey Bogart.

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA. Alfaguara, Bogotá, 2006, 375 p.

jueves, agosto 17, 2006

CINE: Un venezolano universal

ENTRE LAS ALCOBAS Y EL PODER

Desde su primeriza A propósito de Simón Bolívar (1976), Diego Rísquez ha desarrollado una filmografía muy personal que se ha nutrido de los valores de la plástica y de la historiografía venezolana y caribeña en una llamativa mezcla de elementos. Una propuesta fundamentada más en la representación visual que en la narrativa cinematográfica, en su sentido más tradicional. Entre sus nueve filmes realizados hasta 2000, esta característica adquirió mayor dimensión en la trilogía conformada por Bolívar, sinfonía tropikal (1979), Orinoko, nuevo mundo (1984) y América, terra incógnita (1988), en un extraño retorno al cine silente -más bien hay que decir cine sin diálogos- que impulsa una visión múltiple de nuestra conformación como país y continente. Películas construidas como estampas de la historia y no como continuidad dramática convencional. Un estilo que ha generado polémica y admiración, simultáneamente, que define el sello autoral de uno de los creadores más originales de Venezuela.
Perdóneme usted el párrafo anterior -más adecuado para investigadores del cine latinoamericano que para espectadores o lectores de un blog- pero considero necesario volver al Rísquez "original" para apreciar mejor su más reciente obra, Francisco de Miranda, que acaba de estrenarse en Caracas. Sobre todo porque toma distancia de su anterior Manuela Saenz (2000), sin duda su película más exitosa en la taquilla pero también la más convencional en el plano creador, y de la fallida Karibe Kon Tempo (1994), su primer intento de hacer un cine con diálogos.
En Francisco de Miranda Rísquez aborda la apasionante figura de aquel primer caraqueño universal que reunió ciertos elementos rocambolescos: hijo de un rico comerciante canario que a finales del siglo dieciocho desafió la hegemonía de los criollos mantuanos y logró convertirse en un exitoso oficial del ejército español; visionario que derivó en precursor de la idea de una América libre de la Corona; luchador que participó en las revoluciones de Norteamérica y Francia antes de traer e izar la bandera de Venezuela; galante caballero que sedujo a las mujeres más deseadas de Madrid, Nueva York, Londres, París y Moscú; generalísimo que condujo los destinos políticos y militares de la perdida primera república venezolana; y el hombre incomprendido que fue entregado a las autoridades coloniales por el aún joven e inexperto Simón Bolívar, para morir años después -demente- en la cárcel de La Carraca, cerca de Cádiz. ¡Vaya personaje! Fascinante, legendario, romántico, sensual, libertario. ¿Qué más puede pedir una película venezolana para homenajear al precursor de nuestra independencia y exaltar los valores de la nacionalidad? Una verdadera tentación.
Lo primero que debo decir de Francisco de Miranda es que evidencia un intento de gran producción histórica, que recrea no sólo esa época sino los escenarios americanos y europeos donde se desempeñó el Precursor. Pero lo segundo que me animo a añadir es que resulta un producto sorprendentemente irregular, con momentos de gran belleza y fuerza expresiva que conviven con escenas que se sumergen en el lugar común narrativo. Un film que logra emocionar al público con el descubrimiento de un héroe incomprendido pero también lo aburre con situaciones dramáticas demasiado típicas y hasta tópicas. Un personaje que contó con la vigorosa capacidad actoral de Luís Fernández como Miranda o la serena expresión de Beatriz Valdés como Catalina de Rusia, al lado de las interpretaciones limitadas -por no decir mediocres- de otros veteranos actores y actrices de nuestro patio. Una producción que contó con la excelente fotografía de Cesary Jaworsky y la sugestiva música de Gustavo Marturet en coexistencia con resoluciones dramáticas lineales y previsibles.
El guión de Leonardo Padrón pretendió desacralizar al personaje histórico para mostrar su lado humano, voluptuoso, apasionado. Lo cual consiguió, sin duda, pero lo limitó a la dimensión de una suerte de playboy de la época, obsesionado con sus aventuras de alcobas y con los juegos de los centros de poder. Este Miranda es un personaje sin contradicciones personales ni conflictos internos. Sus únicos contratiempos son los que le ofrecen sus contendores. Es evidente que un personaje como éste tiene que haber padecido sus propias dudas. Su cambio fundamental se manifiesta al principio del film, tras la humillación de su padre. Luego no evoluciona. Sólo al final se produce una transformación con su trágico destino. La trama se construye como la articulación de distintos momentos del diario personal del Precursor, desde su iniciación sexual en la adolescencia hasta su ocaso definitivo en la prisión gaditana. Pero la visión interna, necesariamente compleja, de ese hombre no se halla desarrollada. Aún más: su capacidad de seducción es apenas un "requisito" del personaje y no permite conocer las razones íntimas de Miranda en su relación con las mujeres. Por ejemplo, nunca sabemos lo que opina sobre Sarah Andrews, su ama de casa y madre de sus hijos, ni sobre Catalina de Rusia ni sobre sus romances en Norteamérica o en París. Son sólo situaciones dadas, sin mayor incidencia en su carácter. ¿Tal vez porque la verdadera relación afectiva de Miranda fue con la libertad? Puede ser, pero esto tampoco se confirma en la trama.
La mayor virtud del film reside en el trabajo de Rísquez en el rico diseño de producción y la imaginativa puesta en escena que no sólo logra sortear los obstáculos de reconstrucción que un film de época como éste supone, sino que regresa a sus valores plásticos originales, al "primer" Rísquez, audaz y sorprendente. En Francisco de Miranda retoma su propuesta, con mayor madurez y un criterio más complejo.

FRANCISCO DE MIRANDA, Venezuela, 2006. Director: Diego Rísquez. Guión: Leonardo Padrón. Producción: Pedro Mezquita y Liz Mago. Fotografía: Cesary Jaworsky. Montaje: Alberto García. Sonido: Stefano Gramito. Música: Eduardo Marturet. Director de Arte: Fabiola Hernández. Elenco: Luis Fernández, Leandro Arvelo, Mimí Lazo, Jean Carlos Simancas, Diane de Sousa, Flavia Gleske, Ruddy Rodríguez, Athina Kliumi, Marlene de Andrade, Beatriz Valdés, Anabella Troconis, Miguel Ferrari; Luigi Sciamana, Tuky Jenckel y Luke Grande, entre otros. Distribución: Cinematografica Blancica.