Con abundantes citas de diversos pensadores, aunque sin mostrarse pedante, y con sólidos argumentos, el magistrado fue elaborando su discurso sobre la necesidad e importancia de que las sociedades cuenten con una Magistratura fuerte e independiente de las presiones que se desatan desde muchos vértices, para tratar de acoplar las decisiones judiciales a los intereses de los grupos y poderes constituidos. En algunos párrafos se refirió a los afanes de los dictadores de todas las latitudes por subordinar los tribunales y la justicia a sus propios fines. Insistió en que mientras más poder detentan los mandatarios, mayor es el nivel de control que la Magistratura debe ejercer sobre aquellos. Con respecto a RCTV indicó que si se hubiese realizado un referéndum el pueblo habría votado en contra del cierre. Algo similar, añadió, habría sucedido en Estados Unidos y España con relación a la participación de esos países en la guerra con Irak.
Los comentarios emitidos por el Vicepresidente, el Canciller y el Ministro de Relaciones Interiores, desde luego que teledirigidos desde Miraflores, indignan no tanto porque muestran estulticia de la más crasa, sino porque revelan el enorme desprecio que estos gobernantes sienten por la inteligencia de la gente. Garzón fue acusado por todos ellos de ser un payaso, marioneta del imperialismo norteamericano y de inmiscuirse en los asuntos internos del país, con lo cual habría violado el principio de la soberanía y la autodeterminación de los estados. Estas majaderías las repiten los altos funcionarios de un régimen que a los pocos días de haber cerrado arbitrariamente el canal de Bárcenas, trajo al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, para que le diera, en el propio territorio nacional, un espaldarazo a la medida más grave adoptada en la historia del país contra la libertad de expresión e información. Esos mismos personajes, encabezados por el Presidente de la República, aplaudieron a rabiar cuando Lula, en un acto de insólita alineación con las apetencias de Chávez (ampliamente criticado por el Senado brasileño), apoyó la disposición. Entonces, ¿hay intervencionismo cuando una personalidad de la jerarquía mundial de Baltazar Garzón asoma una crítica a una decisión estrictamente política y retaliativa, que además no siguió los procedimientos judiciales ordinarios; pero, en cambio, opera la “solidaridad revolucionaria” cuando dos presidentes extranjeros celebran los caprichos del caudillo venezolano? El uso de raseros tan desiguales para medir el mismo hecho muestra el grado de obsecuencia y fanatismo que la “revolución bonita” ha provocado en quienes cumplen funciones de gobierno.
La respuesta de la doctora Morales hay que revisarla desde otra perspectiva. Leyendo sus comentarios a uno le surge la siguiente pregunta: ¿habrá oído o leído completa la disertación del juez Garzón? De una reflexión tan amplia y enjundiosa, ¿por qué se dedicó solo a atacar esos parajes que le molestaron a Hugo Chávez, sin ni siquiera mencionar de pasada todos esos contenidos relacionados con la doctrina y principios del Derecho presentes en la exposición? Irritan las coléricas declaraciones de la presidenta del TSJ, en las que llamó “mercenario” a un juez que no sólo le dictó auto de detención a Augusto Pinochet, sino que además le declaró la guerra a ETA (y esta lo sentenció a muerte) y se enfrentó a Felipe González por el caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), episodio que casi le cuesta el cargo al entonces Presidente del Gobierno español en el momento cumbre de su carrera política. ¿La doctora Morales conocerá la trayectoria de Baltazar Garzón?
Una de las características de las revoluciones comunistas es que carecen de toda autocrítica, salvo la socorrida “burocratización”, de la que echan mano cada vez que la ineficacia y la incompetencia generalizada las desborda. De vez en cuando aparece por allí el tema de la corrupción, y como saludo a la bandera los líderes señalan que serán “implacables” con ella. Por supuesto nunca aparece ningún culpable, al menos ninguno significativo dentro de la estructura de poder. Por lo demás, para los revolucionarios comunistas todos los sujetos críticos que no apoyan los desmanes ni exabruptos del Gobierno son agentes del imperialismo; en cambio, los sumisos y acomodaticios representan la encarnación del bien.
Si Garzón hubiese llegado al país a cantarle loas al gran conductor y a hablar del acierto que fue atropellar a los tres mil trabajadores de RCTV, como lo hizo Daniel Ortega, se habría convertido en ejemplo de la justicia del socialismo del siglo XXI. Pero como vino a defender valores por los que la Humanidad lucha desde hace siglos, como la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, la pluralidad y la existencia de un Estado de Derecho firme frente a los autócratas, el régimen lo condenó. Los insultos recibidos por Baltasar Garzón de parte de los guasones del régimen constituyen el mejor elogio a su trayectoria y dignidad.
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