Estamos de pie. No para defender intereses ocultos, sino por los principios que deben imperar en un país que constitucionalmente se declara democrático.
Reclamamos al poder que nos deje existir en libertad. Exigimos del poder que reconozca la legitimidad y fuerza del movimiento estudiantil y que se abstenga de ejercer contra sus representantes y miembros actos intimidatorios o manifestaciones violatorias de nuestros derechos.
Pedimos a las autoridades policiales y militares que se abstengan de usar armas de fuego y sustancias tóxicas para el control de las manifestaciones. Y les decimos que son infundadas las críticas de altos funcionarios que valiéndose de su posición reiteran que nuestras manifestaciones tienen carácter político y son parte de un plan desestabilizador de la CIA. No somos cachorros de ningún imperio, salvo de uno: el imperio de los valores democráticos.
Creemos en la paz, en la concordia, en el diálogo. Hace muchos años, cuando la mayor parte de los jóvenes ni habíamos nacido, un pelúo elevó su voz de protesta con una frase que en algún momento fue bandera de quienes hoy atacan con ferocidad. “Todo lo que decimos es que le den una oportunidad a la paz”. Fue John Lennon, quien luego murió víctima de un fanático.
Muchos años más tarde un estudiante chino se enfrentó a un tanque. Esto ocurrió en la Plaza Tianamen, en China. El tanque no pudo contra la fuerza de la ideas.
El fanatismo sólo destruye. Un Gobierno que irrespeta los valores de la democracia, el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la protesta, un Gobierno que toma el camino de la imposición de la violencia, siempre nos va a encontrar de pie, en paz, pero de pie. Es irresponsable, provenga de quien provenga, el llamar a grupos radicales a que se nos enfrenten. Es indigno que esto ocurra en una República que se funda en los valores de Bolívar. No convocamos a paro, porque no creemos en paros, creemos en el trabajo y el progreso. Nuestro llamado es a la paz. A la paz del respeto a la democracia.
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