sábado, junio 16, 2007

Roger Santodomingo: HUGO ROBESPIERRE

El Presidente ha anunciado el inicio de la “etapa jacobina de la revolución bolivariana”, casi con el mismo candor con el que determinó días atrás que el valor real del dólar en el mercado paralelo es de 4000 bolívares.

Aunque podría prestarse a interpretaciones equívocas y algunos suponen que el mandatario no sabía lo que estaba diciendo, la opinión pública percibe que, en ambos anuncios, no hay un error ni un lapsus sino un mensaje fríamente calculado. En cada caso, el Presidente está dirigiendo su mensaje a audiencias específicas que comprenden y leen sus palabras de maneras particulares.

Por ejemplo, tratar de presentarse como el maestro de la guillotina revolucionaria por venir, el referente directo a la peor etapa de la Revolución Francesa, sólo es una sofisticación de su promesa electoral de 1998 de freír las cabezas de los adecos en aceite. El gobierno luce decidido a no dejar morir la agenda revanchista que tantos réditos le dio. Algunos de sus seguidores, anotados en su ala más radical, como Lina Ron, parecen haber leído que el guión oficial era literalmente poner en alerta sus “brigadas del terror” para hacer frente a lo que observa como una ofensiva contrarrevolucionaria.

El mensaje, leído por el sector universitario, presumiblemente más expuesta a conocimientos históricos y al significado real de la revolución jacobina, no es más que otra amenaza que se suma a la del eslogan de “patria, socialismo o muerte”.

El hecho es que, una vez más, el Presidente, como en el peor momento de Robespierre, parece ignorar los signos de la mayoría que tan bien supo interpretar en algún momento. Hoy, chavistas, antichavistas y no alineados aspiran a pasar esa página y reclaman cierto sosiego, cierta normalidad y, por supuesto, la oportunidad de disfrutar de la prosperidad.

No hay nada a lo que le tema más el Presidente que a la rutinización de su carisma. Por eso vuelve a la carga y por eso se torna tan peligroso –contra el país y contra él mismo- el exceso de poder concentrado en sus manos. Chávez lanzó con RCTV un globo de ensayo que terminó siendo un ensayo nuclear. Estirando al máximo el taparrabos de la legalidad, puso en el tapete una agenda de reformas radicales y dio una muestra de su voluntad política con el cierre del canal y la bofetada a uno de sus críticos más acérrimos.

Desde entonces, todos se preguntan ¿ahora qué viene? ¿Qué otras concesiones a medios, empresas, organizaciones e individuos van a extinguirse de un plumazo? En un plano muy específico, Globovisión y Noticiero Digital han sido señalados directamente como objetivos. Pero en uno más general, la amenaza mayor la percibe la gente sobre su modo de vida, el modo de ser democrático, la propiedad privada y la naturaleza de las relaciones sociales del ser venezolano.

Pero así como la agenda gubernamental tiene prioridades, la de la opinión pública tiene sus jerarquías. Al menos un objetivo ha logrado el gobierno, aunque como esos deseos concedidos por los genios embotellados, este le salió torcido. La resistencia social modificó sus voceros y su mensaje. La actitud dominante es la de protesta e inconformidad, de frenar el avance de una propuesta política invasiva. La tristeza por la amputación experimentada por los venezolanos que sintieron el despojo de RCTV ha dado paso al reclamo.

La calle volvió a movilizarse, pero no con los actores desgastados de siempre. En realidad, ahora es el movimiento estudiantil y la fuerza popular en la que este se inspira lo que ocupa el interés primigenio.

La gente siente que, ante esta insurgencia moral y éticamente superior, el gobierno ha reaccionado en forma previsible y, de paso, con poca efectividad. Demoró casi dos semanas en ofrecer una respuesta de calle a la insurgencia del estudiantado universitario como fuerza política, un indicio de la dificultad para movilizar a sus simpatizantes para apoyar una medida impopular. El manido subterfugio de una conspiración golpista que estaría utilizando a los líderes juveniles (“aunque ellos no lo sepan”) y el de la manipulación de agentes internacionales que presuntamente buscan asesinar al Presidente, ha sido hasta ahora el único modo que han encontrado para legitimar su represión al movimiento estudiantil pacífico.

Siendo que esto no funciona, que las mayorías no compran el argumento, el gobierno ha procedido a atacar para defenderse. Ahora adelanta su agenda de controles apuntando a la autonomía del movimiento estudiantil y, en definitiva, a la autonomía universitaria misma. Observando dificultades para manipular a los dirigentes electos del movimiento juvenil, ha decido crear uno propio, tutelado por el poder revolucionario. Los Consejos Estudiantiles, como espejos del modelo de los Consejos Comunales, son precisamente un mecanismo para bypasear la democracia representativa en las aulas, para desaparecer las instituciones intermedias y que el Presidente pueda apelar directamente a la población estudiantil como único gran líder. De allí a extinguir la concesión a la autonomía universitaria hay sólo un paso.

Con esta atmósfera, el país no recuperará su estabilidad y el peligro de desenlaces violentos aumenta sus probabilidades. De hecho, el gobierno está de manos atadas para retomar efectivamente su agenda política. Sólo se liberará a sí mismo cuando libere a todos los presos políticos. Y el primero y más importante de esos presos es RCTV, el canal y sus empleados que son vistos como víctimas a las que se ha silenciado injustamente.

La censura suave

El gobierno perdió la iniciativa, está a la defensiva ante la realidad. Y dado que el país está sumido en una guerra civil simbólica, el sólo hecho de nombrar la realidad puede ser en sí mismo un acto subversivo. Las declaraciones de voceros oficiales amenazando con criminalizar a los que den versiones distintas a las suyas sobre, por ejemplo, los índices de delincuencia o la tasa de inflación, o con demandar a los que insistan en definir como “cierre de un medio” a lo que ellos han establecido como “el fin de una concesión”, son evidencia fresca del deseo de controlar la información ante la impotencia (o la negligencia) para vencer los síntomas negativos que arroja la realidad.

La reciente reivindicación oficial de la disciplina del semiólogo no es gratuita. La política moderna es esencialmente retórica y gana el que impone su lenguaje. En este contexto, la figura del golpe suave no es más que un juego retórico para descalificar la protesta democrática.

Prácticamente se está presentando el uso de los mecanismos legales para expresar la disidencia y revelarse ante órdenes del gobierno como una conspiración. Es decir, tan siquiera pensar que la autoridad es cuestionable, es subversivo, es un acto conspirativo. Semejante idea encierra el núcleo autoritario del gobierno.

Lo que está ganando terreno es la censura suave. La que se aplica en los medios vulnerables a las presiones oficiales. Por ejemplo, cientos de emisoras que ahora dependen del poder arbitrario del gobierno para renovar su concesión, poniéndoles en el dilema de aceptar la oferta de mudarse a un sistema en la que estas durarían un máximo de 5 años. Por estas fechas, sólo hay que sumar dos más dos. En 5 años, el país estará de nuevo en un escenario de campaña electoral por la presidencia. Un quinquenio en la que “los renovados” deberán mostrar un comportamiento ejemplar que faciliten a la revolución renovarse ante la amenaza de lo que debería ser su último mandato democrático.

Son muchas las amenazas y muy grandes las oportunidades que se abren en este escenario. Sin embargo, una nota de cautela se deriva de algunos comentarios que advierten a ese sector que ha cifrado en los estudiantes su esperanza de un futuro político democrático: Los dirigentes estudiantiles han manifestado su incomodidad ante la perspectiva de convertirse en oposición organizada y con la idea de llevar solos la carga de esa “esperanza” –que en muchos casos se ha planteado en la forma de un milagro político-.

Se puede culpar a su falta de experiencia política, que es a la vez una ventaja y una desventaja del movimiento estudiantil, pero está cada vez más claro que las tareas pendientes del presente no son sólo para los chamos.

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