Por eso, no importa hasta dónde y hasta cuándo. El éxito de los universitarios ya está alcanzado y el fracaso político del Gobierno ya está cantado.
Los universitarios sabemos perfectamente que los estudiantes tienen sus mecanismos históricamente activos de movilización. Los Centros de Estudiantes, los delegados a los Consejos Universitarios, de Facultad, de Escuela, los miembros del Claustro, las Federaciones de Centro, todos ellos conformados por líderes naturales no obligados, fabricados o impuestos. Igual ocurre con los sindicatos que, en el ejercicio de su autonomía, también les llegará la hora de sorprendernos, aunque en este tema el Gobierno ya conoce de fracasos.
¿Chávez creerá firmemente que las instituciones pueden ser arrancadas o sustituidas a voluntad? Y no me refiero al evidente caso de RCTV. Me refiero a las universidades nacionales, autónomas o experimentales, y a las universidades privadas de reconocido prestigio, como la UCAB. ¿Cree de verdad el Gobierno que el movimiento estudiantil de estas universidades o institutos universitarios de tradición, puede ser sustituido por los estudiantes de la Universidad Bolivariana a quienes se les ha negado lo más importante que debe poseer y ejercitar una universidad —el pensamiento universal, la libertad, la autonomía— para sustituirla por el culto a la personalidad del Presidente?
¿Sabían ustedes que —contrariamente a la tradición de las universidades venezolanas— la primera promoción de técnicos superiores (TSU) egresada de la Universidad Bolivariana no se denomina Simón Bolívar —como cabría suponer— sino Hugo Rafael Chávez Frías, quien trajeado de toga y birrete, como lo reseña el Ministerio de Educación Superior, “se distinguió como padrino”?
Los jóvenes —por esencia— rescatan su libertad, su dignidad, no tienen miedo. Aprenden rápido. Por ello casi por primera vez asistimos a un grupo cuya agenda no es impuesta desde el Gobierno. Los estudiantes no hablan de lo que quiere el Gobierno, no caen en las provocaciones violentas, se mantienen en la calle con su base, no en los medios, y de paso —y para desgracia del poder— no pueden ser obligados a inscribirse en el PSU, a vestirse de rojo, a ir a las marchas oficiales, a perder su dignidad para poder ser empleado público, trabajar en PDVSA o ser beneficiario de una misión. Ellos saben que no en vano —en Venezuela y en el mundo— el papel de los estudiantes ha sido fundamental a la hora de defender libertades.
La principal libertad que está reivindicando el estudiantado venezolano no es precisamente la de ellos, quienes no necesitan entusiasmo o conciencia ajena, porque ambas cosas les sobra. Es principalmente la libertad del pueblo chavista que es el más subestimado por este gobierno. Es suficiente ver los constantes llamados a los “cerros” para que bajen a enfrentar al “golpismo”. A los ojos del chavismo en nuestros barrios están unos “perros rabiosos” a la espera del llamado para salir a “morder a quienes se meten con su amo”. No sabe el Gobierno que nuestros barrios están llenos de estudiantes, de madres obligadas a vestir de rojo, de familias con muertos de fin de semana que oyen con horror aquello de “patria, socialismo o muerte”, porque saben que esto último es lo que terminarán poniendo ellos.
Creo firmemente que todos estamos recibiendo una lección de quienes no han tenido tiempo en sus vidas de aspirar a fortunas rápidas o a crear agendas ocultas. Por ello, con la mayor de las humildades, les repito lo que les ha dicho mi querido amigo Javier Vidal: “Jóvenes, hagan lo que ustedes crean que deben hacer”.
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