viernes, junio 22, 2007

Gerver Torres: ¿AJUSTE FISCAL O FISCALES QUE AJUSTEN?

Todo el mundo dice que el gobierno venezolano se ha beneficiado ampliamente de los altos precios del petróleo para financiar su gasto. Eso es cierto, pero no es lo más relevante. Más que beneficiarse de precios elevados, el gobierno se ha beneficiado de precios en ascenso que es diferente. No importa de cuál nivel se parta, un ingreso en permanente ascenso permite financiar un gasto en alza continua. En cambio, un ingreso que se estabiliza, aun cuando sea a un nivel muy alto, será en algún momento insuficiente para un gasto que no deja de crecer.

Eso es lo que está pasando. El ingreso petrolero alcanzó un máximo a mediados de 2006 después de varios años de sostenido crecimiento. A partir de allí se ha estancado e inclusive reducido. El gasto público, en cambio, que ya había alcanzado para entonces una magnitud muy significativa respecto al tamaño de la economía, no ha dejado de crecer y no se ven intentos de moderarlo. Por el contrario, sigue en onda expansiva. Frente a un panorama como ese lo que cualquier gobierno haría es comenzar a ordenar sus cuentas. Pero para hacer eso se requieren dos cosas. La primera es creer en la necesidad de la disciplina fiscal. Los gobiernos han aprendido que el desorden fiscal se traduce en inflación, altas tasas de interés y devaluación de la moneda, lo que al final los debilita política y electoralmente. Pero el gobierno venezolano piensa que la inflación de debe a los especuladores; las altas tasas de interés a los banqueros inescrupulosos; y la devaluación de la moneda a los vende patria que quieren sacar los bolívares del país y convertirlos en dólares a como de lugar. Por esa razón, su respuesta a esos problemas no es el de ajustar las cuentas fiscales sino el de imponer y mejorar los controles.

Además de convicción sobre la necesidad de la disciplina fiscal, se necesita capacidad gerencial para ejecutarla. Dejar crecer el gasto es fácil. Reducirlo requiere voluntad política y capacidad técnica. Voluntad política porque siempre, toda reducción del gasto afecta adversamente a algunos sectores en particular, y capacidad técnica porque si el gasto no se reduce ordenada e inteligentemente, el impacto sobre la economía puede ser desproporcionado en relación a la magnitud del ajuste fiscal que se está haciendo. Puede ser extremadamente ineficiente. Si el gobierno corta donde no debería recortar, o corta en las proporciones incorrectas ese será el resultado.

No habrá pues corrección fiscal, por falta de convicción y por falta de capacidad, al menos en el horizonte de corto y mediano plazo. ¿Qué cabe esperar entonces? Uno, aumento progresivo de impuestos de todo tipo para mantener los ingresos. Recién acaban de anunciar un nuevo impuesto socialista, cuya magnitud no se conoce. Dos, mayor represión sobre los empresarios y productores, para que no “acaparen” y no aumenten precios. Esto a su vez disminuirá aun más la producción nacional, con lo cual las presiones inflacionarias se intensificarán. Ya está en curso un circulo vicioso: represión, menos oferta, más inflación, más represión...

El gobierno puede, momentáneamente, como lo está haciendo ahora, recurrir crecientemente a las importaciones (desdiciendo todo su discurso sobre el ya aparentemente olvidado desarrollo endógeno) pero las reservas internacionales caen y se generan mayores temores sobre una próxima y necesaria devaluación, lo cual presiona aun más el dólar paralelo, que a su vez presiona los precios internos. Es el cuento del perro mordiéndose la cola.

Mientras tanto, en vez de ajuste fiscal, que hace rato ya lo necesita, el gobierno lo que hace es mandar a la calle fiscales que asusten, que le revisen y expriman los bolsillos a todo el mundo, para alimentar así la insaciable voracidad de su gasto.

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