sábado, junio 02, 2007

Trino Márquez: EL DESPERTAR

Los estudiantes universitarios y liceístas parecían anestesiados por el reguetón, la cerveza, la frivolidad y los sueños por fugarse del país para buscar destinos más prometedores en el exterior. Seducido por esta apariencia, el teniente coronel Hugo Chávez, cuando evaluó los costos que tendría su caprichosa y autoritaria medida de cierre de RCTV, seguramente no incluyó o subestimó la respuesta que podría provenir de ese sector. Me imagino que en las salas situacionales donde se proyectaron los escenarios probables del día siguiente, a quienes se consideraron enemigos fue a los políticos y dirigentes que más aparecen en Globovisión o que declaran por la prensa, a los nostálgicos de la Plaza Altamira y a los radicales de siempre. A esta mezcla variopinta sería fácil aislar y derrotar.

El Gobierno y el Presidente podrían asumir el costo del abuso sin que se lesionara la imagen del comandante y la tropa que lo sigue. Pero, resulta que los cálculos no incluyeron la emergencia del nuevo actor, pues éste había tenido un papel muy secundario, casi irrelevante, durante los ocho largos años de la pesadilla chavista. Al gran estratega de la revolución continental y mundial, al heredero de Fidel Castro y el Che Guevara, se le escapó ese pequeño detalle. Eso suele ocurrirles a los autócratas que se sienten dueños y señores absolutos del poder y de las naciones. ¿Expulsado José Vicente Rangel del círculo de elegidos, quién se atrevía a decirle a Yo el Supremo que la instrucción que sacaba del aire al canal de Bárcenas constituía un error, que los jóvenes existen, y que en cualquier momento que la democracia y la libertad estuviesen seriamente amenazadas, podían sacudirse la modorra? Como bien se sabe, alrededor del caudillo no hay colaboradores sino súbditos.

Es verdad que los estudiantes no tumban gobierno, pero ¡cómo colaboran para que éstos se despedacen! Para no hablar de la famosa Generación del 58 en la caída de la penúltima dictadura que hubo en Venezuela, la de Marcos Pérez Jiménez. Ellos, los estudiantes, econstituyeron un factor clave del derrumbe definitivo del régimen. El 21 de noviembre de 1957 marcó el punto de inflexión en la lucha cívica contra la tiranía: los universitarios y liceístas salieron a la calle a desafiar la Policía Militar, la Seguridad Nacional y el resto del temible aparato represivo que custodiaba el rígido orden impuesto por el General. La conmemoración de esa fecha quedó para la historia como el Día del Estudiante. Más reciente hay que destacar el papel esencial de los estudiantes en el desplome del gobierno corrupto de Joseph Estrada en Filipinas, y de las dictaduras de Milosevic en Yugoslavia y de Víctor Yanukovich en Ucrania; esta último proceso permitió la Revolución Naranja y el ascenso al poder de Viktor Yuschenco.

Es demasiado temprano para vaticinar qué ocurrirá con una protesta estudiantil que apenas despunta y que no sabemos si alcanzará el pleno desarrollo. Sin embargo, las movilizaciones desenfadadas de los jóvenes han tenido la virtud de introducir un aire refrescante en el espeso ambiente creado por Hugo Chávez desde su triunfo en las elecciones del 3 de diciembre. Su proyecto totalitario, impulsado por los cinco motores y el combustible que le da el contar con los precios del petróleo por encima de $ 55 el barril, sólo había encontrado cierta resistencia en las movilizaciones y protestas con las que intentaron impedir el cierre de RCTV los sectores democráticos. Ahora el cuadro ha cambiado radicalmente. Ese 80% por ciento de rechazo a las medidas que recogían las encuestas, se está expresando a través de los estudiantes, de los artistas, de los periodistas y de otros grupos que no habían tenido protagonismo en la democracia protagónica.

La agitación estudiantil que estamos presenciando representa un adelanto de lo que podría pasar en Venezuela si a Chávez se le ocurre cerrar Globovisión o allanar universidades autónomas para tratar de uniformarlas de "rojo rojito". Para esa eventualidad hay que estar preparados. El poder lo embriagó, y en esos estados alterados los jefes arrogantes suelen acentuar las medidas arbitrarias. Además, se ha encargado de afirmar que su revolución está armada, En la marcha de los Estudiantes hacia la Defensoría del Pueblo el pasado 30 de mayo el despliegue militar fue desproporcionado. Este Gobierno, que cuenta con varios altos funcionarios que fueron encapuchados, entre ellos el Alcalde Metropolitano, estaba dispuesto a reprimir a los jóvenes con cientos de Policías Metropolitanos, Guardias Nacionales, DISIP y espías que buscaron confundirse entre los jóvenes. Quienes juraron mil veces que no reprimirían las marchas pacíficas, se arman hasta los dientes para repeler a unos muchachos que andan con libros y cuadernos en morrales. Son los mismos que denuncian la presencia de tropas norteamericanas en Irak y Afganistán, pero que aplauden cuando el líder rojo gasta millones de dólares para apertrechar a su guardia pretoriana.

Los estudiantes se han desmarcado de los políticos y de los partidos. No quieren saber nada de ellos. Resulta inevitable esta reacción. Son tantos los errores que se han cometido y tantas las frustraciones acumuladas, que esa actitud es inevitable. Sin embargo, en todas las partes del mundo donde los estudiantes han combatido dictaduras, el objetivo de restituir la democracia y la libertad se ha alcanzado, cuando esa lucha se ha articulado con los partidos políticos. Las organizaciones partidistas se están reacomodando y realizan serios esfuerzos por corregir los errores del pasado. Los líderes estudiantiles deben entender que la pelea contra un régimen que mantiene el control férreo de todas las instituciones del Estado, que ha ido conquistando la hegemonía comunicacional y cultural, y que pretende acabar con la libertad en todas sus formas, sólo puede ser enfrentado con éxito si se cuenta con una estrategia de mediano y largo plazo que incluya a todos los sectores nacionales. Desde esta perspectiva, los partidos representan una fuerza y un instrumento esencial e insustituible para el combate. Lo otro es aislarse y debilitar la lucha. Ahora celebremos el despertar.

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