El Presidente está en campaña por la reelección indefinida. Suponía que el triunfo electoral de diciembre le daría el impulso suficiente a su aspiración vitalicia, pero no contaba con la fuerte resistencia del país y, en particular, de los sectores en pugna dentro de su propio grupo de simpatizantes, así como entre los mismos operadores que usualmente maneja a control remoto en instituciones como la Asamblea y el TSJ.
Por ello se ha desatado una guerra interna en el chavismo. La mayor pugna es entre el sector de izquierda radical y el vinculado con José Vicente Rangel que ha establecido estrechos vínculos con el sector bancario y con la industria de alimentos.
De modo que la amenaza de Hugo Chávez de estatizar la banca, con la cual el Estado ha extendido y profundizado una relación de mutua dependencia, es un mensaje directo a ese sector político económico que no traga sus planes de una presidencia vitalicia.
El que simultáneamente el Seniat proceda al cierre de las oficinas de las principales empresas productoras de alimentos y cervezas puede ser interpretado como parte del mismo telegrama por un individuo capcioso o, simplemente, uno bien informado.
Pero, sus jugadas políticas, que invariablemente son mediáticas, causan crispación en una sociedad ya tensa con la anunciada bajada de cuchilla a RCTV. El público general percibe la soberana amenaza contra el sector bancario más bien como una amenaza soberbia por aquello de “no me dejen a mi, no le dejen al Estado” (ya para Chávez no hay línea de separación clara entre su ego y el poder del aparato estatal) llevar solo el peso de financiar el sector productivo o “nacionalizo la banca”.
Durante la campaña electoral del 2006, Chávez amenazaba a la oposición con hacer aprobar la reelección sin límites si no lanzaba un candidato al ruedo. La oposición tuvo su candidato y, sin embargo, una vez ratificado su mandato no retiró su amenaza. Esta sólo había servido para anunciar la aspiración que abrigaba íntimamente.
Igual podría interpretarse esta última jugada. No importa lo que la banca haga ahora, el deseo de Chávez ha sido formulado, su hambre estatizadora ha sido revelada: “Si me lo dejan todo a mi… me lo agarro todo”, ese es el rumor que se escapa de las tripas de nuestro irreprimible leviatán.
De modo que la amenaza de Hugo Chávez de estatizar la banca, con la cual el Estado ha extendido y profundizado una relación de mutua dependencia, es un mensaje directo a ese sector político económico que no traga sus planes de una presidencia vitalicia.
El que simultáneamente el Seniat proceda al cierre de las oficinas de las principales empresas productoras de alimentos y cervezas puede ser interpretado como parte del mismo telegrama por un individuo capcioso o, simplemente, uno bien informado.
Pero, sus jugadas políticas, que invariablemente son mediáticas, causan crispación en una sociedad ya tensa con la anunciada bajada de cuchilla a RCTV. El público general percibe la soberana amenaza contra el sector bancario más bien como una amenaza soberbia por aquello de “no me dejen a mi, no le dejen al Estado” (ya para Chávez no hay línea de separación clara entre su ego y el poder del aparato estatal) llevar solo el peso de financiar el sector productivo o “nacionalizo la banca”.
Durante la campaña electoral del 2006, Chávez amenazaba a la oposición con hacer aprobar la reelección sin límites si no lanzaba un candidato al ruedo. La oposición tuvo su candidato y, sin embargo, una vez ratificado su mandato no retiró su amenaza. Esta sólo había servido para anunciar la aspiración que abrigaba íntimamente.
Igual podría interpretarse esta última jugada. No importa lo que la banca haga ahora, el deseo de Chávez ha sido formulado, su hambre estatizadora ha sido revelada: “Si me lo dejan todo a mi… me lo agarro todo”, ese es el rumor que se escapa de las tripas de nuestro irreprimible leviatán.
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