sábado, mayo 05, 2007

Cine: UN HOMBRE ACORRALADO

Cuando observamos el drama que vive un gerente que acaba de entrar en el mundo del desempleo —planteado en La corporación por un Costa Gavras maduro y reflexivo— descubrimos una dimensión distinta del problema laboral que padece hoy una sociedad industrialmente avanzada como la francesa. Se encuentra en la película del realizador greco-francés una dimensión íntima e intransferible que se asume desde una perspectiva individual más que colectiva. Es el viejo dilema del triunfador y el perdedor que ubica el problema de la desocupación laboral no en un escenario general sino en un espacio particular. Desde este punto de vista, no estamos sólo ante una disfunción social de origen económico sino frente a una patología llevada a extremos que se inserta en el terreno del crimen.

Si alguna observación puede acompañar a la trayectoria de Constantin Costa-Gavras (Grecia, 1933) es la de desplegar una inquietud inteligente sobre conflictos individuales con matices sociales y políticos. En Zeta denunciaba la dictadura militar griega a través de la postura digna de un hombre público En La confesión recreó un oscuro capítulo del estalinismo, según el testimonio de Artur London, alto funcionario de la Checoslovaquia de los años cincuenta que fue acusado de traidor por el régimen comunista. En Estado de sitio observó la conducta de los Tupamaros uruguayos frente a la dictadura de los setenta a través del secuestro de un funcionario estadounidense que ejercía labores de inteligencia para los militares. En Desaparecido mostró la sanguinaria dictadura de Pinochet en Chile desde la perspectiva de un ciudadano norteamericano que busca a su hijo desaparecido en Santiago. En Caja de música reconstruye los horrores del fascismo a través de la defensa que adelanta una abogada estadounidense de su propio padre, un inmigrante húngaro acusado de crímenes de guerra durante la ocupación nazi. Es decir, su filmografía se haya signada por grandes conflictos individuales ubicados en contextos sociales y políticos muy definidos. Las distintas formas de dominación autoritaria conforman los escenarios —distintos pero parecidos— donde se libran combates personales.

En el caso de La corporación, Costa-Gavras combina el género de cine social —que es tan importante en su filmografía— con el género del asesino en serie, muy presente en el cine de las últimas décadas. El director eligió a un criminal serial como personaje principal, pero —a diferencia del tratamiento usual que se le da a este tipo de personajes— lo contextualiza en la contemporaneidad de una Europa industrializada que ve emerger a los países de la antigua órbita soviética como naciones que tratan de ganar el tiempo perdido y alcanzar el desarrollo industrial minimizando las condiciones laborales y tributarias. Un hombre, Bruno Davert, se encuentra desempleado en Francia porque la fábrica de papel que lo empleaba se muda y va a pagar menos salarios e impuestos en Rumania.

Este hombre normal, buen padre, buen esposo, buen gerente, cruza la línea del crimen y se convierte en un psicópata que asesina a otros cinco ejecutivos desempleados como él que aspiran al mismo puesto en una empresa llamada Arcadia. Bruno Davert no ve más allá de su propia existencia individual, carece de conciencia ante problemas de carácter social y poco a poco abandona el sentimiento de culpa que le producen sus crímenes para alcanzar sus objetivos. “El fin justifica los medios” recuerda durante un almuerzo familiar. Bruno olvida que cuando lo despidieron a él, también despidieron a 600 trabajadores de la misma fábrica. Incluso desconocía que hay en Francia —desde hace mucho— un seguro para desocupados.

Esta combinación de géneros me parece pertinente en la medida en que permite la identificación de un problema real —el desempleo— a través de una trama que se aleja del realismo tradicional para proponer una metáfora. Pareciera que es poco probable que —en la vida real— un gerente desocupado se dedique a asesinar a sus potenciales competidores en un duro mercado laboral en restricción, pero lo que importa es la capacidad ilustrativa de este ejemplo. Costa-Gavras potencia esta parábola de la desesperación para ilustrar la naturaleza del trabajo enajenado, más allá de las obvias necesidades de empleo que tenemos los ciudadanos. En un momento dado, Bruno confiesa que cuando lo despidieron... lo mataron. Por eso él mata también.

Bruno Davert —interpretado de forma notable por José García, un actor francés de origen español— es un hombre que existía en la medida en que pertenecía a una corporación. Después existe en la medida en que lucha por ingresar a otra corporación. Más tarde volverá a existir cuando identifica a una posible enemiga que puede ser capaz de matarlo para quedarse con su empleo. No es gratuito que esa empresa se llame Arcadia, como una utopía inalcanzable. Bruno Davert es la representación ideológica, acrítica y devastadora de una existencia segmentada, parcelada, inconexa de su familia, de su sociedad y de la comprensión integral de sus problemas.

Es inevitable que una película como ésta nos remita —aunque en un contexto político y económico distinto al del film de Costa-Gavras— al drama del desempleo en Venezuela que supera el 50% de la población laboral. Y, sobre todo, nos recuerda que aquí se efectuó el despido masivo más brutal y criminal que podamos conocer cuando un hombre —en el mayor uso del autoritarismo— ordena que 19 mil personas salgan de PDVSA y se queden sin estabilidad laboral, económica y personal. No son los 500 trabajadores de una fábrica en Francia sino 19 mil trabajadores en la principal industria de Venezuela.

La corporación, para finalizar, expone la admiración de Costa-Gavras por Alfred Hitchcock. En diferentes momentos rememora el motel de Psicosis y hasta coloca una valla publicitaria donde un reloj se parece demasiado al cuchillo de la escena de la ducha. En la ejecución de los distintos casos de asesinato por parte de Bruno se detallan los múltiples obstáculos para alcanzar sus fines, muy típico en al narrativa y los personajes de Hitchcock. Pero a diferencia del cine del maestro inglés, el nuevo film de Costa-Gavras establece que un asesino en serie —responsable de la muerte de cinco personas directamente y de una indirectamente— no obtiene castigo por parte de la justicia. Tal vez porque la sociedad donde vive sea definitivamente disfuncional. Como él mismo.

LA CORPORACIÓN ("Le coupuret") Francia, España y Bélgica, 2006. Dirección: Costa-Gavras. Guión: Costa-Gavras y Jean-Claude Grumberg. Producción: Michèle Ray-Gavras. Fotografía: Patrick Blossier. Montaje: Yannick Kergoat. Música: Armand Amar. Elenco: José García, Karin Viard, Geordy Monfils, Christa Theret, Olivier Gourmet, Ulrich Tukur, Yvon Back, Thierry Hancisse, Olga Grumberg. Distribución: Cinematográfica Blancica.

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