La trama del film se ubica en 1994, cuando Rwanda sufrió uno de los mayores genocidios del siglo pasado en el que murieron más de un millón de seres humanos, agrupados “étnicamente” en tutsis y humus, una diferenciación que obedeció más a los caprichos del colonialismo belga que a rasgos humanos diferenciadores. Más de un millón de vidas sacrificadas en ese país africano por el odio histórico, es decir, por la intolerancia convertida en epidemia, en enajenación colectiva, en condena vital. De eso trata el film. Por eso adquiere una importancia inusitada ante un mundo que se debate entre la guerra, el fanatismo y el autoritarismo. La historia verdadera ocurrió a finales del siglo pasado, pero ya entrada la presente centuria vemos cómo se reproducen sus factores desencadenantes por todo el orbe.
Para abordar este dramático e ineludible tema, Terry George se centró en un núcleo muy reducido del conflicto a través de un personaje central, Paul Rusesabaguina, y su familia. El gerente del hotel de lujo Mille Colines es un hombre bien situado socialmente, que prioriza a su familia sobre todo lo demás, que trata de cubrir sus espaldas y las de los suyos trabando buenas relaciones con las personalidades políticas y militares que pasan por el hotel, sin dudar de que un día les va a necesitar. Cuando llega la hora de la verdad, no sólo va a usar esa influencia para preservar la seguridad de los suyos sino que registra una transformación personal, que termina tratando de salvar a todo aquel que lo necesita. El hotel que gerencia se convierte en el factor de seguridad para cientos de refugiados condenados a muerte. Ese hotel se convierte en un símbolo del país. Por eso es el hotel Rwanda. El director irlandés recurre a este esquema para extender una visión crítica sobre la irresponsabilidad política y la inoperancia de los organismos multilaterales. Paul Rusesabaguina, el hombre de carne y hueso, el sobreviviente de la masacre, puede ser considerado no sólo un excelente gerente de hotel sino un imprescindible gerente de la lucha por la vida. Tal vez el mejor gerente que haya en cualquier orden.
Se ha argumentado que Hotel Rwanda, como otras películas que arrojan luz sobre temas como éste, evade la verdadera dimensión del drama al limitarse a la historia de este hombre y dejar de lado una interpretación más verista de ese oscuro capítulo de la historia africana. Sin embargo, es evidente que no estamos ante un documental sino ante un film que recrea una parte de la realidad gracias a personajes reales. Al realizador del film le interesa más resaltar la experiencia humana en la lucha por la dignidad y la vida que la reconstrucción del drama colectivo.
El norteamericano Don Cheadle se convierte en la auténtica alma de la película, al soportar todo el peso del guión sobre sus hombros con una construcción muy sólida de su personaje y al retratar su evolución de una forma verosímil. A su lado se encuentra Sophie Okonedo, como su esposa Tatiana, que en un papel difícil, logra no resultar ni demasiado comedida ni tampoco excesiva. Son interpretaciones que merecieron sendas postulaciones a los Oscar. Nick Nolte protagoniza al oficial canadiense de los Cascos Azules de la ONU que intenta salvar cientos de miles de vidas de una muerte segura. El francés Jean Reno interpreta un pequeño pero decisivo papel en la trama.
El filme de Terry George tiene una gran fuerza visual que potencia la línea argumental, sobre todo en las escenas más centradas en la barbarie que está sucediendo en la ciudad, en parte por la labor de la fotografía, y en parte por lo que muestra, con momentos escalofriantes que nos incitan a pensar en el destino de la raza humana, y a plantearnos cómo son posibles cosas semejantes en el mundo. Preguntas sin respuestas… aún.
HOTEL RWANDA (“Hotel Rwanda”), EEUU, Reino Unido, Italia y Suráfrica, 2004. Dirección: Terry George. Guión: Keir Pierson y Terry George. Fotografía: Robert Fraisse. Montaje: Naomi Geraghfty. Elenco: Dean Cheadle, Nick Nolte y Sophie Okonedo, entre otros. Distribuye: Cines Unidos.
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