Desde hace tiempo ronda en mi cabeza Casa tomada, un memorable relato que Julio Cortázar incluyó en su libro de cuentos Bestiario en 1951. "Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los secretos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia". Esa primera frase de un texto brillante y conmovedor abre paso a la narración en primera persona de un proceso de invasión, despojo, arrinconamiento, exclusión y sometimiento. Poco a poco fuerzas oscuras e irreprimibles van tomando la casa y van estableciendo una dominación. Una pieza maestra que —como toda pieza maestra— trasciende sus propios límites y nos propone nuevas interpretaciones. Es inevitable establecer un paralelo entre aquella casa tomada del maestro argentino con "nuestra casa" venezolana. Desde el triunfo electoral de diciembre pasado, el caudillo ha radicalizado su política y ha arrojado una enorme cobija que pretende arropar —es decir: dominar— toda la vida de este país. Estamos hablando de invasión, despojo, arrinconamiento, exclusión y sometimiento.
En más de 300 escuelas públicas —de todos los venezolanos— se llevan a cabo las inscripciones en el Partido Socialista Unificado de Venezuela, o sea, de una parcialidad política. El Consejo Nacional Electoral no objeta esta utilización, se calla la boca y aguarda una nueva oportunidad para consolidar el régimen. Sobre la educación —privada y pública— pende la amenaza de la intervención "socialista" que determine y controle contenidos y operaciones desde una perspectiva sesgada y parcial. La actividad petrolera y energética está cada vez más "nacionalizada", aunque mejor deberíamos decir estatizada, para obedecer a razones ideológicas más que a la porductividad y rentabilidad de la industria. El sector productor de la economía venezolana debe aceptar las regulaciones del mismo gobierno que ha establecido férreos controles de precios y de divisas. La lista del diputado Luis Tascón —devenida en lista Maisanta— es una expresión concreta y grosera del maccarthismo chavista para impedir que quienes no opinen como el gobierno puedan obtener un empleo, un pasaporte, una cátedra universitaria, un puesto de venta en un mercado público. Son muchos los casos y muchos los ejemplos. Tenemos un país tomado.
La radicalización del "proceso revolucionario" conduce inevitablemente a los referendos para reformar la constitución, revocar mandatos, adaptar el aparato jurídico a las necesidades de la "revolución" y aprobar la reelección indefinida del Musolini tropical. Es decir, tendríamos una casa totalmente tomada, sin respiro alguno. Todo esto con un Registro Electoral Permanente absolutamente amañado para legitimar electoralmente el modelo de sociedad que el caudillo impone. Con el agravante de que no tenemos una oposición —organizada o no, identificada o no— que pueda construir una alternativa, a pesar de que muchos dirigentes promovieron la "reconstrucción" de la oposición con la participación en las últimas elecciones, ¿se acuerdan? ¿Dónde está la oposición reconstruida?
Con el REP actual —amañado, falseado, manipulado— y con el CNE de hoy —parcializado, cínico, nada confiable— es imposible actuar con efectividad en los referendos que el gobierno propone o va a proponer. El caudillo necesita ir a los referendos para consolidar su régimen. Se sabe seguro de ganar. La oposición no tiene opción alguna en este campo porque los resultados ya están establecidos.
Pero, a pesar de lo anterior, me resisto a pensar que tenemos un país tomado, como la casa de Cortázar.
En más de 300 escuelas públicas —de todos los venezolanos— se llevan a cabo las inscripciones en el Partido Socialista Unificado de Venezuela, o sea, de una parcialidad política. El Consejo Nacional Electoral no objeta esta utilización, se calla la boca y aguarda una nueva oportunidad para consolidar el régimen. Sobre la educación —privada y pública— pende la amenaza de la intervención "socialista" que determine y controle contenidos y operaciones desde una perspectiva sesgada y parcial. La actividad petrolera y energética está cada vez más "nacionalizada", aunque mejor deberíamos decir estatizada, para obedecer a razones ideológicas más que a la porductividad y rentabilidad de la industria. El sector productor de la economía venezolana debe aceptar las regulaciones del mismo gobierno que ha establecido férreos controles de precios y de divisas. La lista del diputado Luis Tascón —devenida en lista Maisanta— es una expresión concreta y grosera del maccarthismo chavista para impedir que quienes no opinen como el gobierno puedan obtener un empleo, un pasaporte, una cátedra universitaria, un puesto de venta en un mercado público. Son muchos los casos y muchos los ejemplos. Tenemos un país tomado.
La radicalización del "proceso revolucionario" conduce inevitablemente a los referendos para reformar la constitución, revocar mandatos, adaptar el aparato jurídico a las necesidades de la "revolución" y aprobar la reelección indefinida del Musolini tropical. Es decir, tendríamos una casa totalmente tomada, sin respiro alguno. Todo esto con un Registro Electoral Permanente absolutamente amañado para legitimar electoralmente el modelo de sociedad que el caudillo impone. Con el agravante de que no tenemos una oposición —organizada o no, identificada o no— que pueda construir una alternativa, a pesar de que muchos dirigentes promovieron la "reconstrucción" de la oposición con la participación en las últimas elecciones, ¿se acuerdan? ¿Dónde está la oposición reconstruida?
Con el REP actual —amañado, falseado, manipulado— y con el CNE de hoy —parcializado, cínico, nada confiable— es imposible actuar con efectividad en los referendos que el gobierno propone o va a proponer. El caudillo necesita ir a los referendos para consolidar su régimen. Se sabe seguro de ganar. La oposición no tiene opción alguna en este campo porque los resultados ya están establecidos.
Pero, a pesar de lo anterior, me resisto a pensar que tenemos un país tomado, como la casa de Cortázar.
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