Adaptar a la pantalla grande El perfume —novela del alemán Patrick Süskin que en 1985 se convirtió en un best seller y fue traducida a una docena de idiomas— lucía una empresa titánica, por no decir imposible. De hecho, Stanley Kubrick y Martin Scorsese rehusaron dirigirla a pesar de lo atractivo del tema. Afortunadamente, dos décadas después, el director también alemán Tom Tykwer acometió la tarea con el respaldo de una empresa tan importante como Constantin Film. El resultado es extremadamente interesante y definitivamente satisfactorio. Tykwer logró interpretar en el lenguaje del cine los laberintos emocionales de un psicópata dominado por el extraño privilegio de poseer la mejor nariz de la Europa del siglo XVIII.
El perfume —tanto la novela como, especialmente, el film— es mucho más que la historia de un asesino en serie. Se trata, más bien, de la comprensión de una conducta patológica a partir de una condición orgánica y de un contexto social e histórico que propicia esta desventura. Jean Baptiste Grenouille nació —a pesar de los deseos de su madre— en el fétido mercado de pescado del París de 1938, a la sazón la ciudad más grande de Europa. Introvertido y misterioso, cultiva su capacidad de apreciar, distinguir, separar y clasificar todos los olores de su entorno, desde el más sublime hasta el más asqueroso. Un hombre obsesionado por crear el perfume perfecto a partir de los olores de doce muchachas que pagan con sus vidas este capricho. Doce fragancias organizadas en tres acordes de cuatro olores cada uno. Una docena de vidas segadas para alcanzar el perfume perfecto que invoca e impone el amor, la bondad y el disfrute sensorial. La eterna contradicción entre el bien y el mal.
Es también la historia de los crímenes sin castigo cometidos por un hombre incapaz de sentir culpa ni de tener noción del pecado. Es un asesino aislado emocionalmente, sin interés afectivo o sexual por alguien, que no ambiciona riqueza ni ascenso social. Un ser cuya inteligencia está al servicio de uno de sus sentidos. Un enajenado que se relaciona con otros seres humanos para lograr su objetivo y para dejar a su paso una larga serie de cadáveres, no sólo los de las chicas sacrificadas sino de todos aquellos con quienes se vincula: madame Gaillard, el hombre de la tenería, el maestro perfumista Giuseppe Baldini, el fabricante de esencias Drouat, etcétera.
Antes de acometer El perfume, Tom Tykwer había construido una filmografía que jugaba entre lo profesional y lo experimental. Su film más conocido internacionalmente es Corre, Lola, corre (1998), protagonizado por la ahora famosa Franka Potente, aunque después haya realizado La princesa y el guerrero (2001), también con Potente, y una inteligente visión sobre el terrorismo en la Europa contemporánea llamada Cielo ("Heaven", 2002), interpretada por Cate Blanchett y Giovanni Rivisi. El perfume es su primera película de alto presupuesto, en la que se aleja de sus afanes experimentales sin abandonar una postura como autor. Contó con un elenco muy sólido en el que destacan el norteramericano Dustin Hoffman y el británico Alan Rickman. Para Jean-Baptiste Grenouille prefirió un rostro desconocido, el inglés Ben Wishaw, quien expresa cabalmente la vida enajenada de su personaje.
Lo más importante de El perfume se encuentra en la dicotomía entre amor y muerte, entre virtud y locura, entre placer y dolor. El final del film se construye con una escena memorable en su densidad de concepto y en su magnífico planteamiento visual, para concluir en que la justicia no está en este mundo. Más bien en ninguno.
EL PERFUME ("Das parfum: Die geschichte eines mörders"), Alemania, Francia y España, 2006. Dirección: Tom Tykwer. Guión: Andrew Birkin, Bernd Eichinger y Tom Tykwer, basado en la novela homónima de Patrick Süskind. Producción: Bernd Eichinger. Fotografía: Frank Griebe. Montaje: Alexander Berner. Música: Tom Tykwer, Reinhold Heil y Johnny Klimek. Elenco: Ben Whishaw, Alan Rickman, Rachel Hurd-Wood, Dustin Hoffman, Simon Chandler, Jessica Schwarz, Sian Thomas y Sam Douglas. Distribución: Cines Unidos.
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