El acto multitudinario de Manuel Rosales del sábado pasado ha cambiado no sólo el panorama electoral —es decir, el referido específicamente a los resultados numéricos del 3D— sino también y esencialmente el proceso político que habría de conducirnos a esos comicios. Lo concentración de las fuerzas opositoras de todas las clases sociales en la avenida Libertador de Caracas tiene una obvia importancia cuantitativa —en la medida en que puso de manifiesto el crecimiento de la candidatura de unidad— pero sobre todo posee un gran valor cualitativo: altera definitivamente la percepción de invulnerabilidad de Chávez en aquellos sectores sociales sobre los cuales ha ejercido mayor influencia. El presidente es derrotable —más allá del trabajo de la oposición— porque la base social del chavismo ha comenzado a abandonarlo. Las cifras de septiembre de la empresa encuestadora Alfredo Keller y Asociados son elocuentes en relación con la decepción en áreas de problemas fundamentales. Mientras los actos de la oposición se crecen, los del gobierno se reducen notablemente.
¿250 mil personas se concentraron el sábado? ¿300 mil? ¿150 mil? No lo podemos saber con exactitud pero al ver la forma burlona y descalificadora como fue reseñado el acto de Rosales por Venezolana de Televisión, el diario Vea y la página web aporrea.org —tres de los más expresivos medios del gobierno— podemos deducir el duro impacto que produjo ese acto en las filas del chavismo. En política subestimar al enemigo es fatal. Ya lo demostró la oposición hace algunos años cuando subvaloró a Chávez. Ahora la situación es al revés. El chavismo intenta subestimar a Rosales. Eso es bueno para Rosales.
Pero insisto, a la luz de los últimos acontecimientos, que el problema no reside sólo en votar y ganar —y “cobrar” ese triunfo— sino en tener la oportunidad de ganar. Dicho de otra forma: Chávez, el Ejecutivo, la Asamblea Nacional y este parcializado Consejo Nacional Electoral tenderán a suspender las elecciones del 3 de diciembre si no tienen la más absoluta seguridad en la reelección. Si Rosales amenaza esa seguridad, acudirán a cualquier excusa para implantar un estado de excepción o de emergencia, suspender los comicios e iniciar una profunda y extensa represión. Ya el ministro de la Defensa, Raúl Baduel, anunció que la compra de armas obedece a nuestra necesidad de defensa ante la inminente invasión norteamericana. Es obvio que esas armas —que no pueden competir con las del imperio— las usarán contra la población en rebeldía. En el comando chavista operará la política de laboratorio antes que una política de masas. En este mes y medio que nos queda antes del 3 de diciembre no sólo hay que ganar y "cobrar" las elecciones ese día sino —muy especialmente— exigir que haya elecciones. Así de simple.