domingo, octubre 01, 2006

Cine: NACER, MORIR Y TODO LO DEMÁS


El estreno de Elipsis en la cartelera venezolana ha generado una expectativa inusual, pues se trata de la primera producción nacional que ha obtenido el respaldo de 20th Century Fox para su distribución en América Latina. Pero además, es una película que renuncia a la categorización típica de nuestro cine. Yo diría que la ópera prima de Eduardo Arias-Nath se inscribe en una tendencia que comienza a instalarse en la producción latinoamericana, la cual mantiene las características urbanas que le son propias pero ubicadas en los segmentos medios de la sociedad y en sectores de edad que se mueven alrededor de la treintena. No son muchachos, tampoco viejos. Son los que mueven el consumo. Los cines de México, Argentina, Brasil y Chile han adelantado en este sentido en busca de una conexión con ese segmento de los mercados cinematográficos de sus respectivos países. Cosa que no deja de ser inteligente.
Elipsis es una estructura dramática que contrapone las vidas de un famoso actor que disfruta los privilegios —económicos, sexuales, sociales— de su prometedora carrera, Sebastián Castillo, y de un desolado diseñador de moda, Galo Vidal, que no encuentra su ruta personal tras la muerte de su pareja homosexual. Ambos son amigos en una urbe latinoamericana que bien podría ser Caracas o Bogotá. Uno y otro tienen mucho en común. También mucho en desacuerdo. Es cuestión de tiempo y evolución. Sus destinos cambiarán y se encontrarán en una situación límite que podría definirse como de vida o muerte. La narración revela varios niveles expresivos en los cuales la aparente confusión constituye una forma de comprensión de los dramas personales.
El film de Arias-Nath se edifica de forma no lineal y propone al espectador una posición más activa. Su condición multitemporal se revela bien organizada desde el punto de vista guionístico, aunque por momentos pueda parecer artificial. Entre el comienzo del relato y su final se introducen personajes y situaciones dramáticas que van alterando el decurso original. El dibujo de los dos personajes principales —Sebastián y Galo— es definido, preciso, revelador y sus evoluciones con coherentes. Edgar Ramírez y Erich Wildprat trabajan muy bien sus caracteres, los expresan desde adentro, a partir de sus dudas y miedos. Son dos magníficos actores enraizados en personajes contradictorios y complejos. Lo mismo puede decirse del brasileño Seu Jorge, de la mexicana Angélica Aragón, de Luigi Sciamanna en su brevísimo rol o de Rafael Uribe en un papel que determina el curso de la trama.
Lo que no es coherente se halla en algunos personajes y situaciones secundarios que no añaden valor a la trama -más bien se lo restan- y que parecieran estar ubicados más como atracción comercial que como parte integral del relato. Obstaculizan el fluir de la narración, prometen un desarrollo posterior que nunca llega, distraen la atención del nervio central del drama.
Elipsis surge como una propuesta personal que concertó varios de los mejores talentos del cine venezolano de hoy. Posee una factura bien pensada y adecuadamente desarrollada. La iluminación, el encuadre, la banda sonora, la dirección artística, el elenco y el ritmo del montaje se organizan de manera congruente y equilibrada. Esta ópera prima promete una carrera interesante. Es cuestión de esperar.

ELIPSIS, Venezuela, 2006. Dirección, guión y producción: Eduardo Arias-Nath. Producción ejecutiva: Alberto Arvelo y Arias-Nath. Fotografía: Alejandro Wiedermann. Edición: Bernardo Remilla, Luís Ramahut y Arias-Nath. Música: Christopher Anderson-Bazzolli. Sonido: Mauricio Molina. Dirección de arte: Evelyn Villegas. Elenco: Edgar Ramírez, Erich Wildpret, Marisa Román, Seu Jorge, Angélica Aragón, Gaby Espino, Jean Paul Leroux y Luigi Sciamanna, entre otros. Distribución: 20th Century Fox.