lunes, octubre 30, 2006

Felipe Benites: ¡A MI GALLO VOY! (para conocedores)

Pienso que la condición de hermano mayor me dio la oportunidad de haber sido, de sus hijos, quien más compartió con papá. Quizá su extraordinario amor por la mesa, tanto la buena como la mala —¿cuál será cuál?— lo apartó prematuramente de nosotros. Un obrero típico de la capital: sexto grado completo, de la provincia, crítico de cualquier gobierno, votante sempiterno y apasionado del béisbol y del boxeo; mas alérgico, muy alérgico al fútbol. Nunca estuvo en contra de que cultivara la pasión por otras disciplinas, pero reconozco en las preferencias deportivas de “faylo” —así le llamaba en sus últimos años— el origen de mis fanatismos más lejanos. Hago esta introducción porque para apartarme, aunque sea por un momento, de la política, sostuve una conversación imaginaria con quien fue mi entrañable compinche:

—¿Cómo están las cosas por allá arriba? —pregunté.
—Al campeón nacional no se le ve muy bien —respondió.
—¡Oye, ustedes también tienen boxeo! —dije sorprendido.
—¡No! para nada…hablo del que ustedes tienen allá abajo.
—Pero aquí hay varios —riposté.
—Yo hablo del que se cree peso completo. Que a la final por lo gordo que se ha puesto lo parece.
—Papá, veo que conservas intacta tu eterna tendencia al sarcasmo. Pero dime: ¿Quién es el tipo?
—No te voy a decir quién es, pero te voy a dar algunas pistas a ver si podemos encaminar esta conversa. Pon cuidado.
"El campeón del que te hablo —¡ojo! no es mundial, ni regional sino apenas nacional— llegó a tener una tremenda pegada. Es verdad que al inicio de su carrera —cuando era amateur— le propinaron un nocaut técnico, no presentó combate ni tuvo cortaduras, sólo hubo abandono, pero declaró en los medios que la derrota era momentánea, era por ahora. Luego, vino el salto al profesional, allí no tardó en la repartición de pescozadas: uno, dos, cuatro nocauts en fila; con ello se granjeó el temor de sus rivales. Sin embargo, el bajón de toda carrera llegaría y con él la primera derrota por decisión dividida, precisamente en primavera: abril. Pero, una enorme pifia del contrario y de su esquina revocó la decisión. Después de haber ganado le siguieron dando —entre todos— al perdedor, comenzaron a caerle a trompadas también al público y, encima, exigían pago doble ya no para entrar, sino para salir del evento. Esta derrota afectó mucho al campeón, quien crucifijo alante y cabeza gacha prometió mejorar para regocijo del público".
—Dicen que los buenos de verdad se prueban luego de su primera felpa —interrumpí.
—Así es hijo, pero en su confrontación siguiente estuvo a punto de perder nuevamente. Recuerdo que fue por un diciembre-enero y que en su esquina los seconds decían que esa pelea ya estaba ganada, porque dizque no había pelea, que todo estaba demasiado normal… Pero bueno, los que vimos el combate creemos que en varios rounds la cosa se le puso fea. La recuperación, pues, de la primera derrota, no había sido todo lo buena que se esperaría de un legítimo campeón. Sin embargo, salió de esa, ganó tiempo para oxigenarse y el hombre se propuso unas misiones de entrenamiento que le permitiesen conservar la faja".
—El tipo entonces mostró su garra campeonil, ¿no?
—No, hijo. Yo más bien creo que comenzó a hacer boxeo de sombra. Puro ejercicio, pura coba: jabs, ganchos, upper cuts, rectos, todo bien lanzado, pero a mi juicio la mayoría se quedaban en el aire, sin impactar verdaderamente a nadie. Creo que ese “arreglo” lo mostrarán los analistas en un futuro muy cercano, cuando pasen en cámara lenta las repeticiones. De hecho por esa misma época, en el combate más importante que ha sostenido hasta la fecha, ni siquiera pudo noquear a un rival que prácticamente no existía. Ganó por decisión de los jueces y fíjate que el público asistente no lo vio así, incluso los que por él apostaron. Más bien había asombro en los rostros, con decirte que ni hubo celebración en el coso nacional.
—No me digas que le regalaron la pelea…—increpé.
—No digo eso, sólo que recuerdo que el careo era a doce asaltos y pelearon dieciocho. Hay quienes dicen que el árbitro le sembró plomo entre los guantes, dejó que le puyara el ojo al contrario, le diera cabezazos y codazos y así fue mermando al rival. Luego, la lectura de la decisión se tardó más de cuatro horas después de finalizado el combate y ni siquiera se permitió que los comentaristas hicieran referencia alguna sobre lo que pasaba en el ring en tiempo real.
—Noohh, papá ¿Y nadie se dio cuenta, nadie protestó?
—Bueno… a partir de allí se le conoce al campeón como “Kid Escapulario”
—Uhm, qué interesante… ¿Y no ha peleado en otro patio?
—En paralelo, ingresó al campo internacional y el poder de la pegada en un comienzo no lo dejó mal.
—Entonces el tipo sí es bueno —afirmé.
—No como se creía. Sus aparentes victorias fueron contra rivales de muy poco nivel.
—¿Paquetes?
—Ajá, contendores anémicos y faltos de ciertos minerales no renovables. Sólo a esos dominaba, de allí que a nivel internacional se le conozcan como el “bombardero bituminoso”. Pero su verdadera estirpe se comenzó a ver cuando confrontó rivales de cierta calidad ¡En su mismo peso!
—¿Y qué pasó? —pregunté ansioso.
—Pues, que comenzó a perder. Pero lo más llamativo, porque el hombre a veces tiene conductas raras, es que aun perdiendo, decidió subir de peso y retar nada menos que al campeón mundial indiscutido de los pesos completos: el negrón Ray “Sugar” Empíreo.
—Papá, ¿Tú lo que me quieres decir es que nuestro campeón es como un “novillo” Paiva cualquiera?
—No estoy seguro, porque el “novillo” pegaba. En todo caso, el hombre subió de peso y el campeón mundial “con una mano amarrada”, la peor esquina del planeta y sin emplearse mucho lo zarandeó por puntos 109-76. El hombre es tan extraño que hinchado y feo no dejaba de decir que ganó con dignidad y que estaba muy satisfecho, aun cuando la puntuación que declararía obtener desde el día anterior a la pelea era de al menos 110 puntos. Ahora, los que vimos el combate en vivo, sostenemos que lo único que le pudo hacer al “Sugar” Empíreo fue aporrearle las manos con los pómulos, la nariz, las costillas, el hígado y el estomago.
—Bueno papi, con eso que me dices creo que el tipo como que no tiene mucho futuro. Pero aún no doy con él…
—Ya te dije que no se le ve bien y que no te diré el nombre. Sólo pistas, ahí van otras: se le nota falto de iniciativa en el ring, ha aumentado mucho de peso y de alguna forma sus condiciones han mermado; usa siempre los mismos golpes ya se cansa muy rápido y cansa también al público; pensaba que su próxima presentación iba a ser una papita, porque iba a pelear solo, pero apareció un gallo. Por eso está tratando de aprender algo de esgrima, quiere darle un barniz candoroso a su callejero estilo, pero qué va… pataruco es pataruco.
—¿Eso es todo? Una palomita más –imploré.
—El retador si bien es retaquito, pequeño, currutaco, pues, y poco elegante, pareciera tener la “pata ‘e mula” en las manos; y si no la tiene, el aguante demostrado por “Kid Escapulario” cuando lo castigan, no es garantía. El retaquito ha dicho que quiere la pelea “cuerpo a cuerpo” en los próximos rounds, y esto. mi querido hijo. puede ser un severo riesgo para la escotilla de los mocos del campeón. Como por ahí se comenta que el “Angelo Dundee” de la esquina del “bituminoso” ya se radicó o está por radicarse por estos lares, yo pienso que las instrucciones para “Kid Escapulario” ya están escritas y las vislumbro así:
“Profundizar el acostumbrado uso de los codos y la cabeza —pero eso sí con celeste y amoroso estilo— a ver si el retaquito responde igual y lo descalifican por violento. Aprovechar el mayor tamaño para apoyarse sobre el “curru” y desgastarlo, "jabear" para conservar la distancia, agarrarse parea evitar el infight y muchos pasos laterales para que todo vaya bien y así, sin mayores preocupaciones, dejar la decisión en manos de los “objetivos y justos jueces”. Si por el contrario, se da la pelea “cuerpo a cuerpo”, usar mucha grasa sucia en el rostro para reforzar el “efecto teflón”, mojar la esquina contraria del ring a ver si resbalan y soltar las trenzas de los guantes para ganar tiempo. Por último, en extremo, si las cosas se siguen poniendo feas y las piernas del campeón comienzan a doblarse, pedirle entonces al encargado de la cuchilla de la luz que la baje y que al mismo tiempo nuestros apostadores lancen sus sillas sobre el ring. Una suspensión del combate al menos por seis años no vendría mal.”
—Pero bueno “faylo”… ¿Tú como que me estás hablando de política?
—Un momentico, no me falte el respeto. Aquí arriba de la única política que se permite hablar es de la que hace el diablo. ¡Que Dios me los bendiga!

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