martes, abril 24, 2007

Teódulo López Meléndez: LA RENOVACIÓN GENERAL DEL CONCEPTO DEMOCRÁTICO

No podemos seguir considerando a la democracia como algo establecido sobre la que ya no hay nada que decir. Elecciones, Estado de Derecho, independencia de los poderes, respeto y tolerancia, todo eso sí, pero el fardo ya no aguanta más. Hay que renovar todos los conceptos, desde la economía hasta el derecho mismo, desde la concepción de la política hasta el criterio sobre los liderazgos, desde lo que se considera un partido y la determinación de su rol social hasta la organización horizontal de los ciudadanos, desde la participación permanente hasta una inclusión social progresiva y acelerada. Hay gente que se empeña en hacer política con los mismos instrumentos y las mismas declaraciones falsas. Hay gente que funciona con gríngolas, sobre todo en este país nuestro.

Las elecciones francesas tienen una importancia capital porque se realizan en medio de una crisis general de la democracia. A pesar de que ha habido elecciones por todas partes yo no vacilo en calificar a esta francesa como la primera del siglo XXI. La altísima votación, alrededor del 86 por ciento, es alentadora porque indica que los candidatos lograron llegar a sus conciudadanos que entendieron perfectamente lo que se jugaba. Independientemente de lo que suceda en la segunda vuelta (las matemáticas de Luis De Lión son implacables) no deja de entusiasmar que Francia se haya masivamente volcado sobre las urnas electorales y que, a pesar de las críticas, el contenido de la campaña haya develado aristas de lo que debe ser el futuro.

La democracia es invención, construcción permanente, proceso inacabado, desafío a la imaginación y al talento. Los que juegan y juzgan con sus moldes atávicos sembrados en el interior de sus cerebros periclitados son los peores enemigos de la democracia. La falta de empuje hacia delante tiene consecuencias serias, si lo sabremos los venezolanos. Aquí nos caracterizamos por un lenguaje rancio, podrido y repugnante. No pretendo hablar mal del gobierno, el gobierno habla mal de sí mismo cada vez que abren la boca sus ministros. El Jefe del Estado habla pésimo de sí mismo: “Salten, salten” y los cretinos saltan. Desde el gobierno se nos recuerda que hemos dejado de ser un país. Oír declarar a Manuel Rosales indica de manera tajante e inapelable que con semejante líder la oposición no llegará nunca a ninguna parte. Y oír sobre las marchas lo hace sudar a uno patetismo: se sientan con el gobierno a conversar sobre medidas de seguridad y lo anuncian impúdicamente: habrá francotiradores y más de mil policías. ¿Contra quien protege el gobierno a las marchas oposicionistas sino es contra sí mismo? Con estas medidas de seguridad lo que el gobierno se asegura es el control de la marcha, con la anuencia de sus promotores estúpidos, se asegura que esta “concesión” no se saldrá del ritmo que ellos consideran normal en medio de declaraciones altisonantes plena de advertencias sobre las violentas reacciones que el oficialismo lanzará contra los “golpistas” y contra los “aventureros”. Esta oposición es patética, desequilibrada, mediocre e infame. Sobre marchas “protegidas” por las autoridades, nerviosas y esquizofrénicas, que le vayan a preguntar a Kasparov, el brillante ajedrecista ruso líder de oposición contra Putin, a quien meten preso cada vez que sale a la calle a denunciar lo que considera la dictadura rusa.

El planteamiento teórico y conceptual sobre la democracia lo hemos asumido en Venezuela unos pocos contados con los dedos de una mano y sobran dedos. Ningún político ha tomado las ideas hacia la práctica, lo que sí sucedió y sucede en Francia. Lo que Ségolène Royal ha planteado no tiene nada que ver con un socialismo del siglo XXI. Lo que la señora Royal ha dicho se refiere a una democracia del siglo XXI, para lo cual se ha nutrido de lo pensadores excepcionales que tiene su país. En Venezuela asistimos a espectáculos como la incorporación de la tarjeta “Mi negra” al programa de gobierno de “Un nuevo tiempo”, absoluta estupidez. Es necesario que la nación genere un nuevo tejido político, nuevos líderes y se de una oposición a tono con los tiempos presentes. El país que no comparte las andanzas de este gobierno debe tener muy claro que con este combo oposicionista no se va ni a la esquina, que seguirá en el limbo, que con estos sujetos que hablan un lenguaje lastimoso y decimonónico jamás habrá un país diferente.

La democracia pierde, se diluye, tiende a desaparecer entre nosotros, no sólo por las manifestaciones demenciales del gobierno. Si la democracia se evapora entre nosotros –y más allá, el país mismo se evapora– es porque los políticos que tenemos dan vergüenza, son de una mediocridad inestimable, son los restos balbuceantes de alguna enfermedad tropical peligrosa y destructiva. Aquí tenemos que aprender a construir una democracia y ese empeño va a ser doloroso y largo. Mientras no aparezca una oposición que merezca tal nombre, un liderazgo que se pueda llamar tal, un empuje inteligente hacia la renovación de los planteamientos, un aire fresco que entusiasme y nos lleve a la lucha democrática con ímpetu y emoción, nos seguirán ordenando “salten, salten” y saltaremos, como saltaban aquellos payasos escondidos en una cajita de madera, para lo que bastaba apretar un botón.

tlopezmelendez@cantv.net

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