miércoles, abril 04, 2007

Letras: LAS RAÍCES DE LA VIOLENCIA

Esta es una deuda que tenía con el Premio Alfaguara del año pasado. Ya se falló el de 2007 y yo sin leer Abril rojo, la novela que le ha permitido al limeño Santiago Roncagliolo convertirse en el primer escritor peruano en obtenerlo. Estamos hablando de un galardón que ya han ganado escritores de la talla de Sergio Ramírez, Eliseo Alberto, Manuel Vicent, Elena Poniatowska, Tomás Eloy Martínez y Laura Restrepo, entre otros. Nunca antes había leído a Roncagliolo pues no he podido hacerme de una copia de su anterior novela Pudor, muy celebrada por la crítica y los lectores. En Abril rojo encontré un narrador vigoroso y desenfadado que se sumerge en las pantanosas aguas de la violencia política y social en el Perú de los últimos 20 años.

Se trata de un relato policial ambientado en la Semana Santa de 2000, en Ayacucho, a donde llega el muy formal fiscal Félix Chacaltana para investigar la identidad de un tenebroso asesino en serie. Hombre meticuloso, apegado a los precedimientos y a la ley, descubre los rastros de la violencia política entre Sendero Luminoso y el ejército peruano. Asesinatos, fosas comunes, desapariciones, complicidades, odios convertidos en tradiciones y en el medio una trama personal que desemboca en una frustración terrible.

Roncagliolo construye una narración breve, precisa, nítida, que cobra cuerpo y ritmo con las tribulaciones de Félix Chacaltana y las manifestaciones de su personalidad maníaca, su obsesión necrofílica con su madre y sus ansias afectivas que buscan el amor en Edith. Es el hombre que desentraña una telaraña infernal a finales del gobierno de Fujimori, cuando se suponía que Sendero Luminoso había desaparecido. Pero no impulsa al escritor la intención de crítica política sino la de compresión de fenómenos humanos que van más allá de lo ideológico. Es un asunto que hunde sus raíces en la dominació española de los indígenas, en la desigualdad de social y étnica, en la discriminación clasista y sexista. La violencia es una epidemia que se posesiona de todos, incluso del mismo fiscal que defiende el estado de derecho y la corrección política.

El pulso narrativo es conciso, nervioso, casi en tono de huida. La primer parte de la novela expone la dimensión de la violencia y sus vínculos estructurales con la guerrilla, el ejército, las instituciones del Estado y la sociedad ayacuchana. Lo hace con ironía, con cierto buen humor que se convierte en sorna. Incluso toma prestado cierto aspecto romántico que promete convertirse en esencial para desentrañar la maraña de acontecimientos que se avecina. Pero en la segunda parte, la trama adquiere un carácter mucho más dramático y duro, pues ya no se trata de la violencia vista como una referencia documental de la realidad sino como una experiencia vital irreversible.

La mezcla de lo divino y lo profano se manifiesta en el curso de la Semana Santa como sincretismo religioso y como conmemoración de la muerte y la resurrección de Cristo. El odio es ancestral y el perdón no tiene espacio. Venganza y rebelión se manifiestan como los resortes de una trama que paradójicamente se convirtió en habitual, nada extraordinaria, más bien frecuente. Un drama que cierra heridas para abrir nuevas.

ABRIL ROJO, de Santiago Roncagliolo. Alfaguara, Santillana Ediciones Generales, 2006, Barcelona. 328 páginas.

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