jueves, abril 05, 2007

Francis Fukuyama: EL CHAVISMO NO PUEDE SER EL FUTURO DE AMÉRICA LATINA (1) *

Al principio de la carrera política de Hugo Chávez, el presidente de Venezuela atacó mi idea de que la democracia liberal junto con la economía de mercado representaba la última evolución de la sociedad moderna, "el fin de la historia". Cuando le preguntaron qué había más allá del fin de la historia, respondió con una palabra: "chavismo". La idea de que la Venezuela contemporánea representa un modelo social superior a la democracia liberal es absurda. En sus 8 años como presidente, Chávez ha capitalizado la riqueza petrolera de su país para tomar el control del Congreso, los tribunales, los sindicatos, las comisiones electorales y la empresa nacional petrolera. Hay propuesta una legislación que limitaría el financiamiento extranjero y que pronto también pudiera estrangular a las organizaciones no gubernamentales. Y la gente que firmó a favor de un referendo revocatorio en el 2004 se quedó sin trabajo.

El éxito de Chávez en atraer la atención -haciéndose amigo de Fidel Castro, firmando acuerdos de compra de armas con Rusia, visitando a Irán y criticando incesantemente a E.U.- ha popularizado la idea de que el chavismo encarna un nuevo futuro para América Latina. Al preservar algunas libertades, incluyendo una prensa relativamente libre y elecciones seudodemocráticas, ha desarrollado lo que algunos observadores llaman una dictadura postmoderna, ni plenamente democrática ni plenamente totalitaria, un híbrido de izquierda que disfruta de una legitimidad nunca conseguida por la Cuba de Castro o por la URSS.

En realidad, América Latina ha presenciado un viraje hacia esta izquierda postmoderna en algunos países, incluyendo a Bolivia, donde Evo Morales, espíritu afín a Chávez, ganó la presidencia el año pasado.Sin embargo, las tendencias dominantes en el hemisferio son fundamentalmente positivas. La democracia se está fortaleciendo y las reformas políticas y económicas que se están emprendiendo auguran un bien para el futuro.Venezuela no es un modelo para la región. Su camino es único, es el producto de una maldición de recursos naturales que la hace más comparable con Irán y con Rusia que con ninguno de sus vecinos de América Latina. El chavismo no es el futuro de América Latina. Si es algo, es su pasado. ¿Cómo terminó Venezuela en esa situación? La respuesta es petróleo, petróleo, petróleo.

El moderno orden político del país se negoció en un hotel de Miami en 1958 por dirigentes de los dos partidos políticos tradicionales; el pacto resultante creó una democracia viable que proporcionó estabilidad durante cuatro décadas. Pero la estabilidad política no significa una buena orientación económica. Con el crecimiento de los ingresos petroleros durante los 70, Venezuela se vio exenta de la necesidad de crear una moderna economía no petrolera. Las mercancías que el país había exportado -como café y azúcar-pronto languidecieron. Y en vez de fomentar la movilidad social o fuertes instituciones públicas, los dos partidos compraron la paz social distribuyendo las rentas petroleras mediante subsidios, empleosgubernamentales y padrinazgo político.

Venezuela no sufrió la crisis de la deuda latinoamericana en los 80, trauma que en países como Brasil, México y Perú vacunó contra una recaída en las peores formas del populismo económico. En vez de eso, Venezuela experimentó una desastrosa disminución en los estándares de vida en lo que los precios del petróleo cayeron durante los 80. El país nunca había sido parte de la economía global -fuera del sector energético- y no tenía industrias competitivas en las que apoyarse. Chávez y otros en la izquierda les echaron la culpa de los problemas deVenezuela a la globalización y a las políticas económicas 'neoliberales', pero con la breve excepción de la apertura intentada por el presidente Carlos Andrés Pérez a fines de los 80 y principios de los 90, el país nunca trató verdaderamente de globalizar su economía.

Hay más continuidad entre las eras pre-Chávez y Chávez que las que los partidarios de ambas quisieran admitir. Una vez más, el reciente aumento de los precios del petróleo ha eximido a Venezuela de las leyes de la economía. El gobierno de Chávez ha impuesto una larga serie de regulaciones controlando el cambio de moneda, estableciendo precios, limitando la capacidad de los empleadores de contratar y despedir, y forzando acuerdos comerciales y de inversiones basados en consideraciones políticas, todo lo que socava todavía más el débil sector privado venezolano. Sin embargo, debido a sus astronómicos ingresos petroleros, la economía ha crecido fuertemente en los últimos dos años. La irrracionalidad de la economía chavista no se va a sentir hasta que los precios del petróleo no bajen.

La peculiar historia de Venezuela muestra por qué Chávez no representa el futuro de la región. Países como Brasil, México y Perú, que carecen de los recursos petroleros de Venezuela, saben que no pueden progresar sobre la base de esas políticas inefectivas; han experimentado con ellas y se han quemado. No es un accidente que el autoritarismo postmoderno haya tenido más éxito en ricos países petroleros como Irán, Rusia y Venezuela. Mientras que Morales aspira a ser otro Chávez, pronto se va a dar cuenta de que el gas natural de su país no es una mercancía fungible como el crudo de Venezuela. El único verdadero cliente de Morales es Brasil, al que ya ha enajenado con su nacionalización de las inversiones brasileñas en el sector energético de Bolivia.

Las fuerzas políticas dominantes en América Latina, a tiempo que traen al poder una nueva generación de políticos de izquierda, van en contra de las de Venezuela. Ahora los bancos centrales y ministerios de finanzas de la región son mucho más capaces de mantener políticas monetarias y fiscales sanas, e inclusive presidentes inclinados a la izquierda, como el brasileño Lula y el argentino Kirchner, no son partidarios de apartarse de la ortodoxia económica. En vez de politizar las instituciones como ha hecho Chávez, México ha independizado políticamente al Tribunal Supremo y al Instituto Electoral Federal. Brasil y Colombia han aumentado la autonomía de los gobiernos locales, permitiendo experimentos en presupuestos y educación; y Brasil y México han adoptado programas para aumentar los ingresos de los pobres, a la vez que les ofrecen incentivos para mantener a los muchachos en el colegio.

* Publicado en el diario El Tiempo de Bogotá, 31 de marzo de 2006.

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