sábado, abril 14, 2007

Francis Fukuyama: EL CHAVISMO NO PUEDE SER EL FUTURO DE AMÉRICA LATINA ( y 2) *

Ya hay signos de un rechazo contra Chávez. Al tiempo que el presidente venezolano ataca la interferencia estadounidense en la política latina, ha tratado de alentar aliados populistas como Ollanta Humala en Perú y Manuel López Obrador, en México. Los vecinos de Venezuela se resienten con esto y los electores han castigado a los candidatos chavistas. En realidad, Chávez puede haberle costado la presidencia de México a López Obrador, pues los votos perdidos por antipatía a la interferencia de Venezuela posiblemente excedan el pequeño margen por el que perdió las elecciones.

La popularidad de Chávez entre los pobres de Venezuela se basa en sus políticas sociales. Ha emprendido iniciativas innovadoras, como una red de clínicas de salud, en los barrios de bajos ingresos, donde médicos cubanos tratan a los pobres. Ha creado programas subsidiados de alimentos, que igualan los precios pagados por ricos y pobres. Y ha intentado distribuir tierras a los campesinos. Algunas de esas iniciativas satisfacen necesidades sociales apremiantes y debían haber sido emprendidas desde hace mucho; otras, como los subsidios a los alimentos,serán difíciles de mantener sin los altos precios del petróleo.

Una respuesta al chavismo debe reconocer que el populismo está impulsado por desigualdades sociales reales. Los partidarios de libertad económica y política en América Latina frecuentemente son reticentes a los grandes experimentos de política social, percibiéndolos como vía hacia inflados estados de bienestar e ineficiencia económica. Pero el libre comercio, por sí solo, no va a satisfacer las demandas de los pobres, y los políticos democráticos deben ofrecer políticas sociales realistas y competitivas.

A la política social, desafortunadamente, le es difícil acertar. A menos que cree incentivos para que los pobres se ayuden a sí mismos, puede convertirse en un derecho, que crea dependencia y déficit fiscal incontrolable. En Brasil, el gobierno de Lula se apoderó de un programa de transferencia de ingresos a los pobres, pero en el proceso debilitó los procedimientos coercitivos que obligaban a mantener los niños en el colegio. Y las políticas de mercado no son una panacea. Aun Chile, que tiene un extenso programa de educación privada de gran nivel, presenció protestas estudiantiles, debido a la calidad de las escuelas públicas.

Los gobiernos democráticos en América Latina deben trabajar pacientemente elevando la calidad de sus instituciones, mejorando cosas tan simples como conceder licencias para comercios, hacer respetar las reclamaciones sobre propiedad y controlar el crimen. No hay soluciones fáciles, frecuentemente se requieren experimentos a nivel local, como el 'presupuesto participatorio' de la ciudad brasileña de Porto Alegre, iniciativa de principios de los 90, que abrió el proceso presupuestario a grupos de sociedad civil y forzó a los políticos a mostrar adónde iba el dinero. La mala administración pública debilita el crecimiento y les quita legitimidad a las instituciones democráticas, abriendo camino a giros violentos y reacciones desmedidas.

Hace meses colapsó un puente que unía la capitalCaracas con su aeropuerto, desviando el tráfico hacia las montañas y convirtiendo un viaje de 45 minutos en uno de varias horas. Ahora, una carretera de emergencia de 2 vías sostiene el tráfico; la renovación del puente demorará meses. El puente es el epítome de lo que pasa en la Venezuela de hoy. Mientras Chávez va en avión de propulsión a Minsk y Teherán, en busca de influencia y prestigio, las infraestructuras del país colapsan.

El autoritarismo posmoderno de la Venezuela de Chávez durará sólo mientras se mantengan alto el precio del petróleo. Sin embargo, muestra un reto claro al totalitarismo, porque permite elecciones democráticas y atiende necesidades sociales reales. Aquí, en una conferencia reciente de líderesde negocios, presencié cómo muchos oradores criticaban abiertamente a Chávez; sus señalamientos fueron citados en los medios. No hay un estado policíaco en Venezuela, por ahora al menos. El chavismo permanece como amenaza. Pero no encarna necesariamente el futuro de América Latina, si los demócratas de la región pueden reducir las desigualdades económicas mediante políticas sociales innovadoras y hábiles. Por supuesto, esos procesos no significarán el fin de la historia sino simplemente el fin del chavismo.

* Publicado en el diario El Tiempo de Bogotá, 31 de marzo de 2006.

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