El nada sorprendente éxito de la telenovela Sin tetas no hay paraíso, que actualmente transmite Televen, se fundamenta en el libro homónimo de Gustavo Bolívar Moreno que se convirtió en un best seller en Colombia y ahora lo hace aquí en Venezuela. Y digo nada sorprendente porque tanto el libro como la telenovela abordan tres problemas básicos de la sociedad colombiana, en particular, y de las latinoamericanas, en general: el narcotráfico, la prostitución infantil y juvenil y la aceptación de valores estéticos e ideológicos enajenantes.
Tres espacios dramáticos sobre los cuales se mueven las acciones y sus personajes. Tres catapultas de conflictos fácilmente identificables en nuestros países.
Pero hay un cuarto problema que es aún más grave y aparece casi sobreentendido a lo largo de la trama: la pobreza, es decir, la plataforma de miseria y muerte donde se montan los tres problemas anteriores.
Tuve que leerme Sin tetas no hay paraíso gracias a una invitación del Concejo Municipal de El Hatillo y la Fundación Comunidad Organizada para participar en un foro sobre sexualidad y autoestima, en el que presentamos nuestras opiniones el pasado jueces 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, la abogada María Hernández Royett, defensora de los derechos humanos de la mujer, la psicólogo Victoria Loreto, el psiquiatra y sexólogo Rómulo Aponte y yo. Fue una sesión muy interesante y, la verdad. descubrí un libro y un autor que superaron mis expectativas o prejuicios.
Periodista, guionista y dramaturgo, Gustavo Bolívar Moreno ha gestado una larga trayectoria en el campo de la televisión de su país, a través de telenovelas, miniseries y documentales de distinto tipo. Debuta en el campo de la novela gracias a una historia sórdida y conmovedora, nutrida de personajes y situaciones de la realidad que tiene más de guión cinematográfico que de lenguaje literario.
Bolívar Moreno es un escritor que ha recorrido una ruta distinta a la literatura. Antes, los grandes escritores —en Colombia, en Venezuela y en el mundo— provenían del periodismo. Ahora vienen de la televisión. Por eso su novelística posee, tanto en el campo de la estructura narrativa como en el tono de presentación de los hechos y protagonistas, los rasgos de una extensión textual de la escritura audiovisual.
Sin tetas no hay paraíso narra una dramática historia sobre el daño físico, moral y cultural que han hecho los narcotraficantes a toda una generación de niñas y jóvenes que no ven otra salida a la pobreza que la inmersión en un mundo que, tarde o temprano, les termina cobrando un precio demasiado alto.
La novela cuenta la historia de Catalina, una niña de sus catorce años que asoció la dudosa o cuestionable prosperidad de las niñas de su barrio en la localidad de Pereira —muy cercana a Medellín— con el tamaño de sus senos. De modo que quienes los tenían pequeños, como ella, debían resignarse a vivir en la pobreza. Por esta razón Catalina se propuso como meta fundamental conseguir —sea como sea— cinco millones de pesos para implantarse un par de tetas de silicona. ¿Para qué? Para ganarse el favoritismo de los oficiales del narcotráfico, los mismos que andan en Mercedes y BMW y que reparten dinero entre los más necesitados.
Pero nunca imaginó que, al contrario de lo que ella creía, sus soñadas prótesis no se iban a convertir en el cielo de su felicidad sino en su tragedia personal y su infierno. Estaban buscando el paraíso de las tetas y encontaron el infierno de la silicona.
Bolívar Moreno conoció a Catalina y Yésica, las protagonistas de la novela, en Pereira, y vivió de cerca sus ansias por conseguir el dinero para la operación de cirugía plástica que las ayudaría a cumplir su sueño. Son personajes reales cuyas vidas y muertes se convierten en testimonios de una especie de barbarie sin límite ni solución.
Este fundamento documental es lo mejor de la novela y lo que le otorga un interés humano más sólido.
El guionista cuenta que tomó la decisión de escribir el libro “cuando Catalina me dijo que un médico por acostarse con ella la había operado gratuitamente, pero que le había puesto un par de siliconas usadas que le generaron alergias e infecciones”.
“Me dio mucha tristeza ver cómo dos niñas dedicaban toda su vida a conseguir un par de tetas de silicona. Pensé en hacer un libro para llamar la atención sobre el tema cuando me contaron miles de historias de niñas que deseaban un novio ‘traqueto’ para involucrarse en el mundo del narcotráfico, que para ellas significaba ingresar al paraíso”.
La trama se completa con Albeiro, el novio de Catalina, un muchacho pobre pero trabajador, que está perdidamente enamorado de ella aunque no deja de sentir una prohibida atracción por la mamá de su novia. Este detalle, que parece secundario, desencadena la fórmula del amor equívoco que crea conflictos dramáticos propios de la estructura de una telenovela.
Albeiro representa lo que debe ser, desde la perspectiva moral, asociado a la pobreza, a la aceptación de la realidad, mientras los “traquetos” y las “niñas” que se prostituyen conforman el modelo para escapar de esa realidad. Lo cierto es que las condiciones sociales sobre las cuales se desarrollan la pobreza, la prostitución y el delito siguen siendo las mismas, no varían.
La novela no deja de tener un cierto sentido sensacionalista y hasta moralista, pues no sólo reproduce con gran fidelidad cada una de las situaciones que conducen a la gran tragedia social sino que necesita la muerte como única forma de salida dramática y moral ante la conducta de los personajes.
La compleja realidad que genera la pobreza constituye el verdadero drama de la historia de Catalina y Yésica. En Colombia, en Venezuela y en todas partes.
SIN TETAS NO HAY PARAÍSO. Gustavo Bolívar Moreno. Quintero Editores, Bogotá, 2005.
2 comentarios:
Alfonso... que bueno encontrarte por estos predios virtuales y poder recrearme nuevamente con tus letras!
Muchos saludos desde acá!
Mónica Urbina
Hola.
Qué bueno que apareciste. Me gustó mucho tu blog muy autóctono.
Sigamos en contacto.
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