En las 258 páginas de La otra isla se siente el olor a misterio y dolor, se aprecia el sabor del sexo y la sal, se adivina la presencia del sol y la arena. La primera novela del abogado margariteño Francisco Suniaga cobra vigor a través de una trama que no por sensual y emotiva deja de tener una lógica implacable. Una anciana alemana arriba a Margarita para investigar la insólita muerte de su hijo Wolfgang, sin saber que desencadenará una historia secreta de locura y pasiones. Pero más allá de la intriga y la pesquisa policial se revela poco a poco una ínsula desconocida, alejada del turismo, poseída por sus propios dramas.
El año pasado me topé con La otra isla en los estantes de Noctua y me dejé llevar por sus párrafos iniciales. La devoré en breve tiempo y descubrí una visión interna de Margarita que escapa de los tópicos para mostrar distintos rostros ocultos. Hace unas noches volví a hojearla y de pronto me encontré, de nuevo, en un recorrido textual con el que pude ratificar la calidad de esta novela venezolana.
El verdadero personaje conductor de la trama es José Alberto Benitez, abogado margariteño que habla alemán y posee un pasado izquierdista y que funciona —al menos para mí— como una especie de alter ego del autor. Ese hombre, que guarda su propia dosis de misterio, es quien investiga la muerte en Playa El Agua de un joven alemán que —años antes— arribó a la isla con su esposa Renata y se dejaron seducir por la exuberancia del Caribe. Es el relato de una atracción enajenante expresada en varias vertientes que conducen a distintos dramas contenido en uno mayor. Pero también Benitez es ese extraño y solitario hombre que matiza sus días con la lectura del Joseph Conrad de El corazón de las tinieblas, como para dejar en claro que en medio de la luminosidad de Margarita también se manifiestan las tinieblas de la locura y el desamor.
Edificada sobre el encuentro de dos culturas —la alemana y la insular— y sobre la necesidad de comprender las razones de la muerte y la sexualidad, la historia imaginada por Suniaga se sumerge en los cánones de la intriga para narrar una historia fascinante que involucra la demencia y la sensualidad. Wolfgang no sólo cede ante los encantos del trópico sino que enloquece con las peleas de gallo, al punto de abandonarlo todo por la sangre y la crueldad. Renata observa cómo se transforma su esposo y asiste a sus propios cambios como mujer. Ese punto de desequilibrio de los personajes es lo que permite que la trama adquiera nuevos rumbos y que el autor exprese la esencia de una isla que va más allá del turismo y las playas. Los oscuros códigos de la cultura de los gallos, las relaciones utilitarias del turismo con la naturaleza, el hallazgo del paraíso del buen salvaje y el abandono sistemático del vínculo amoroso son los factores que convergen en torno de una historia que puede suceder perfectamente en este lado del mundo.
Pero lo más sobresaliente de La otra isla reside en la sorprendente destreza narrativa del autor, tanto en el plano de la estructuración y la yuxtaposición textuales como en el criterio de uso de ciertos recursos. Digo sorprendente porque nunca antes había leído algo de Suniaga. Se aprecia que es una novela bien pensada, preparada a fuego lento, con largas horas de corrección de un escritor muy profesional. Por añadidura, la edición de Oscar Todtman Editores posee el cuidado de un joyero que prepara una pieza de alto valor. Una de las mejores lecturas de los últimos tiempos.
LA OTRA ISLA, de Francisco Zuniaga. Oscar Toddman Editores, Caracas, 2005.
El verdadero personaje conductor de la trama es José Alberto Benitez, abogado margariteño que habla alemán y posee un pasado izquierdista y que funciona —al menos para mí— como una especie de alter ego del autor. Ese hombre, que guarda su propia dosis de misterio, es quien investiga la muerte en Playa El Agua de un joven alemán que —años antes— arribó a la isla con su esposa Renata y se dejaron seducir por la exuberancia del Caribe. Es el relato de una atracción enajenante expresada en varias vertientes que conducen a distintos dramas contenido en uno mayor. Pero también Benitez es ese extraño y solitario hombre que matiza sus días con la lectura del Joseph Conrad de El corazón de las tinieblas, como para dejar en claro que en medio de la luminosidad de Margarita también se manifiestan las tinieblas de la locura y el desamor.
Edificada sobre el encuentro de dos culturas —la alemana y la insular— y sobre la necesidad de comprender las razones de la muerte y la sexualidad, la historia imaginada por Suniaga se sumerge en los cánones de la intriga para narrar una historia fascinante que involucra la demencia y la sensualidad. Wolfgang no sólo cede ante los encantos del trópico sino que enloquece con las peleas de gallo, al punto de abandonarlo todo por la sangre y la crueldad. Renata observa cómo se transforma su esposo y asiste a sus propios cambios como mujer. Ese punto de desequilibrio de los personajes es lo que permite que la trama adquiera nuevos rumbos y que el autor exprese la esencia de una isla que va más allá del turismo y las playas. Los oscuros códigos de la cultura de los gallos, las relaciones utilitarias del turismo con la naturaleza, el hallazgo del paraíso del buen salvaje y el abandono sistemático del vínculo amoroso son los factores que convergen en torno de una historia que puede suceder perfectamente en este lado del mundo.
Pero lo más sobresaliente de La otra isla reside en la sorprendente destreza narrativa del autor, tanto en el plano de la estructuración y la yuxtaposición textuales como en el criterio de uso de ciertos recursos. Digo sorprendente porque nunca antes había leído algo de Suniaga. Se aprecia que es una novela bien pensada, preparada a fuego lento, con largas horas de corrección de un escritor muy profesional. Por añadidura, la edición de Oscar Todtman Editores posee el cuidado de un joyero que prepara una pieza de alto valor. Una de las mejores lecturas de los últimos tiempos.
LA OTRA ISLA, de Francisco Zuniaga. Oscar Toddman Editores, Caracas, 2005.