El paladar es un territorio sin fronteras que nos permite acceder a una de las expresiones más amables de cualquier cultura —su gastronomía— sin necesidad de atravesar demasiados kilómetros ni padecer el odioso jet-lag. Así, desde Chacaíto, donde funcionan las impecables oficinas de la Fundación Espacio Suizo, pudimos aproximarnos el pasado fin de semana a los sabores más auténticos de la cocina helvética. Específicamente la del cantón Grisonés, región que colinda con Italia y Austria.
Al frente del menú de La Noche Grisonés estuvo Peter Wezel, suizo residenciado en el país desde hace muchos años y que ha logrado combinar con maestría el diseño gráfico con el arte culinario. El recorrido gastronómico comenzó sutilmente al ritmo de una deliciosa sopa de cebada, a la que siguieron los famosos Capuns. ¡Qué plato delicioso éste! Se trata de unos ñoquis condimentados con hierbas, tocineta casi invisible y uvas pasas, que luego se envuelven en tiernas hojas de acelga y se sirven calentitos, con una buena capa de mantequilla derretida y rociados con queso parmesano.
Como segundo plato, Wezel y su estupendo equipo prepararon un tierno y aromático guiso de pernil en cidra y vino blanco, llamado Schweinsprägel, acompañado de una polenta muy suave que me hizo recordar mis ancestros friulanos. Dulce colofón de esta experiencia suiza en Caracas, fue la Tourta da Nusch, un triángulo glorioso entre nuez de nogal, crema de leche y miel.
Livianos y agradecidos salimos de este encuentro con la cocina grisonés. Aparte de lo gustosa, lo que más nos fascinó de esta degustación de platos que requieren de un minucioso trabajo fue su sinceridad, su honestidad, su absoluta indiferencia hacia lo decorativo y lo rebuscado. Fue algo muy parecido a comer en casa, rodeado de amigos y de aromas domésticos, esos que recuerdan a las abuelas europeas escondidas tras los fogones de la memoria.
La Fundación Espacio Suizo organiza estas noches gastronómicas los últimos sábados de cada mes como parte de las actividades culturales, recreativas y educativas para todo público que lleva adelante desde el año 2004 , con el fin de propiciar el intercambio entre Suiza y Venezuela. En sus instalaciones también se imparten clases de yoga, francés, apreciación musical y, muy pronto, el martes 13 de marzo, se dará inicio a un ciclo de video foros con la proyección del documental La verdad incómoda, de Al Gore, que acaba de ganar el Oscar.
Indigestión cinematográfica
Lástima que tanto placer sabatino no pudiera prolongarse indefinidamente. Y fueron los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas los que se encargaron de interrumpirlo abruptamente, el domingo en la noche, con sus caprichosas decisiones relacionadas con los famosos premios Oscar. No sólo se equivocaron al premiar extemporáneamente a un director de la talla de Martin Scorsese —quien merecía haber sido reconocido hace mucho tiempo— sino que ignoraron olímpicamente la maestría de una película como Babel, del mexicano Alejandro González Iñárritu, sin duda la más humana, profunda, dialéctica y actual de las cintas competidoras. Es que para la mentalidad norteamericana conservadora no es fácil aceptar que los latinos hace tiempo que dejaron de ser actores secundarios de sus películas más comerciales. Y que de tanto en tanto —cada vez con mayor frecuencia— surgen talentos brillantes como los del “Negro” Iñárritu o el “Memo” Arriaga, capaces de poner a temblar al mismísimo Tío Sam. Y en su propio terreno.
Al frente del menú de La Noche Grisonés estuvo Peter Wezel, suizo residenciado en el país desde hace muchos años y que ha logrado combinar con maestría el diseño gráfico con el arte culinario. El recorrido gastronómico comenzó sutilmente al ritmo de una deliciosa sopa de cebada, a la que siguieron los famosos Capuns. ¡Qué plato delicioso éste! Se trata de unos ñoquis condimentados con hierbas, tocineta casi invisible y uvas pasas, que luego se envuelven en tiernas hojas de acelga y se sirven calentitos, con una buena capa de mantequilla derretida y rociados con queso parmesano.
Como segundo plato, Wezel y su estupendo equipo prepararon un tierno y aromático guiso de pernil en cidra y vino blanco, llamado Schweinsprägel, acompañado de una polenta muy suave que me hizo recordar mis ancestros friulanos. Dulce colofón de esta experiencia suiza en Caracas, fue la Tourta da Nusch, un triángulo glorioso entre nuez de nogal, crema de leche y miel.
Livianos y agradecidos salimos de este encuentro con la cocina grisonés. Aparte de lo gustosa, lo que más nos fascinó de esta degustación de platos que requieren de un minucioso trabajo fue su sinceridad, su honestidad, su absoluta indiferencia hacia lo decorativo y lo rebuscado. Fue algo muy parecido a comer en casa, rodeado de amigos y de aromas domésticos, esos que recuerdan a las abuelas europeas escondidas tras los fogones de la memoria.
La Fundación Espacio Suizo organiza estas noches gastronómicas los últimos sábados de cada mes como parte de las actividades culturales, recreativas y educativas para todo público que lleva adelante desde el año 2004 , con el fin de propiciar el intercambio entre Suiza y Venezuela. En sus instalaciones también se imparten clases de yoga, francés, apreciación musical y, muy pronto, el martes 13 de marzo, se dará inicio a un ciclo de video foros con la proyección del documental La verdad incómoda, de Al Gore, que acaba de ganar el Oscar.
Fundación Espacio Suizo. Torre Europa, piso 6, Av. Francisco de Miranda, Campo Alegre, Caracas. Tel.: 953.7845. www.presenciasuiza.org.
Indigestión cinematográfica
Lástima que tanto placer sabatino no pudiera prolongarse indefinidamente. Y fueron los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas los que se encargaron de interrumpirlo abruptamente, el domingo en la noche, con sus caprichosas decisiones relacionadas con los famosos premios Oscar. No sólo se equivocaron al premiar extemporáneamente a un director de la talla de Martin Scorsese —quien merecía haber sido reconocido hace mucho tiempo— sino que ignoraron olímpicamente la maestría de una película como Babel, del mexicano Alejandro González Iñárritu, sin duda la más humana, profunda, dialéctica y actual de las cintas competidoras. Es que para la mentalidad norteamericana conservadora no es fácil aceptar que los latinos hace tiempo que dejaron de ser actores secundarios de sus películas más comerciales. Y que de tanto en tanto —cada vez con mayor frecuencia— surgen talentos brillantes como los del “Negro” Iñárritu o el “Memo” Arriaga, capaces de poner a temblar al mismísimo Tío Sam. Y en su propio terreno.
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