Una noche de éstas, al ver un anuncio sobre el maltrato femenino, mi esposa me preguntó por qué algunas mujeres soportaban vivir bajo tal situación. Yo —que estaba más dormido que despierto— respondí con un breve suspiro acompañado de levantamiento de cejas y un arqueo de boca como diciendo... sabrá Dios en su infinita sabiduría. Sin embargo, a los pocos días los muchachones del PPT salieron al auxilio de mi desgano y afirmando que “a un papá no se le discute” suministraron lo que yo consideraba buena pista para responder lo que displicente, pero elegantemente, había dejado en el aire días atrás.
Prensa en mano y cual maestro de la antigua Grecia le dije a mi consorte: “amor, lee estas declaraciones del dirigente del PPT José Albornoz a propósito de las emitidas por el presidente y coteja lo que sería ese partido hoy sin la bendición del líder. A lo mejor consigues algo que pueda responder a tu pregunta sobre el tema de la violencia doméstica”. Entonces asintió: “Por más lochas y representación que un hombre proporcione a una mujer, golpes son golpes, cosa que ni de lejos se parece al amor. Es como la claridad del presidente con los partidos respondones a quienes les hizo saber, palabras más, palabras menos: ¡Váyanse! En ambos casos no hay respeto ni mucho menos amor”. Tal contundencia hizo que desde el pragmatismo le advirtiera que detrás de los golpes del macho muchas mujeres juran y perjuran que existe amor, de la misma forma como los casi disidentes justifican que su líder no los pateó, sino que sólo les propinó el acostumbrado golpecillo con el pie, empleando la parte frontal y puntiaguda del zapato. ¡Más vale que no! Proseguir la conversa por ese callejón provocó el incendio de la pradera al llegar a predios donde la moral, la formación política, la autoestima, la identidad, la autodeterminación y otras cosillas, gustan de aparecer para terciar en la evaluación de la tan manoseada dignidad de las gentes.
En tal sentido, noté en el intercambio que —al tiempo en que aumentaba el fragor de las intervenciones— se manifestaba uno de esos episodios, que no por poco frecuentes, dejan de ser universales. Me refiero al momento en que lo evidente se revela ante nosotros y comienza a asimilarse, a verbalizarse y con ello a generar la conciencia y emotividad que predispone a la acción. Es uno de esos casos en los cuales la gente dice cosas como: “…mientras te cuento y más pienso en eso, más arrechera me da” Pues sí, ¿qué no otra cosa sugiere esta pataleta de unos partidos y dirigentes que —salvo honrosas excepciones— han pasado de las catacumbas y de lo etéreo a la pomposidad del poder desenfrenado, sino la exteriorización de los temores sobre el creciente autoritarismo, personalismo y militarismo que destila este “proceso político” por doquier? ¿No se asemeja esto a la hipotética postura de quien teme con certeza lo que le espera después de empeñar el alma al diablo, por ejemplo?
Pues bien, muy pública se ha hecho la discusión —a pesar que el PPT “daría su imperio” porque no se hablare, mucho menos se le preguntare por el tema— y el impacto más relevante de la misma no será si los “tímidamente” disidentes se dividen o no, se convierten en "pesuvistas" o quedan —por descarte chavista— en el círculo opositor. A mi juicio, el resultado es la creciente asimilación y acuerdo alrededor de las evidencias que cuestionan constantemente el talante democrático del Gran Bwana. La mejor muestra es que entre la misma familia el conflicto no obedece a desencuentros ideológicos o doctrinarios —todos dicen ser revolucionarios, bolivarianos, socialistas, zamoranos, robisonianos y pare de contar— sino de forma, de método, de instrumentación; es decir, de los protocolos y detalles formales que —a fin de cuentas— respaldan el que un sistema sea democrático o no. Por ello vienen a mi mente los tiempos universitarios en que la izquierda decía que estaban dadas las “condiciones objetivas” para hacer la revolución, mas faltaban las “subjetivas” para que se desencadenara la acción. Parafraseando esto, a partir del asunto del método para el partido “unido”, la presión y la amenaza de cierre a algunos medios, el incesante dispendio internacional, las dudas que aparecen sobre los resultados electorales, el oscurantismo alrededor del tema de la reforma constitucional, la figura de la eternidad presidencial, la invasión flagrante de lo comunitario y, en fin, el desgaste de un país que va de sobresalto en sobresalto, a mí me huele que esas llamadas condiciones subjetivas para el ocaso de la “retro-ilusión” pudieran estar cuajando en un segmento cada vez más amplio de la población. Mientras que las denominadas objetivas ya asomaron la jeta a comienzos de año (inflación y escasez) sumándose a la tradicional y creciente ineficiencia y corrupción doméstica que —vista la conducta “piñateril” de ciertas elites de gobierno— pareciera que hace rato viven preparados para una eventual mezcla de aquellas con cualquier resfriado o recalentamiento de la economía internacional, en un molotov sociopolítico de dimensiones insondables.
En todo caso, mi papá cuando su equipo — o su boxeador— iba pa'encima y era el momento de los comerciales, recordaba a un famoso narrador deportivo —a quien no conocí— a través de aquella memorable frase, la cual por cierto, ya no creo que aplique para los amigos de Podemos, PCV y PPT: “No se vayan que esto se pone bueno...”
En todo caso, mi papá cuando su equipo — o su boxeador— iba pa'encima y era el momento de los comerciales, recordaba a un famoso narrador deportivo —a quien no conocí— a través de aquella memorable frase, la cual por cierto, ya no creo que aplique para los amigos de Podemos, PCV y PPT: “No se vayan que esto se pone bueno...”
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