viernes, marzo 09, 2007

Cine: SUEÑOS Y REALIDADES

En 1981 el dramaturgo neoyorquino Tom Eyan, con la acertada dirección de Michael Bennet, presentó en Broadway su musical Dreamgirls que evocaba, a través de la ficción, el surgimiento de Diana Ross y Las Supremas durante los años sesenta y los setenta para establecer una parábola de la manipulación y del poder. Al año siguiente el play se ganó el Tony y se convirtió en un clásico en su género. Un cuarto de siglo después, Bill Condon —director de las irregulares Kinsey y Dioses y monstruos y guionista de la oscarizada Chicago— realizó la esperada adaptación fílmica como una homenaje a Eyan, muerto en Nueva York, víctima de VIH, en 1992. La película permitió que Eddie Murphy recibiera su primera postulación del Oscar como actor de reparto y logró que la debutante Jennifer Hudson se alzara con la presea a la actriz secundaria. Sin embargo, Dreamgirls, el film, no logra superar la medianía. Aún más: se hunde en el aburrimiento para terminar con un final extremadamente convencional.

La película debe demasiado al lenguaje del teatro musical y se limita a recrear de forma tradicional la historia de las tres chicas de Detroit que lograron ser estrellas de un sello disquero dedicado a cantantes negros, obviamente inspirado en Motown Records, bajo la conducción de Curtis Taylor, un vendedor de autor convertido en gerente de cantantes negros. No hay un planteamiento cinematográfico en sí mismo, sino una esclavitud expresa a la pieza original.

El uso de planos medios y cercanos para sustituir el “plano general” que implica el escenario teatral es apenas un recurso extremadamente manido que no añade innovación. Quienes hayan visto el musical en Manhattan sabrán que la versión cinematográfica de Condon no hace otra cosa que reproducirla. Dreamgirls es la película que la industria de Hollywood necesitaba en el Oscar.

¿Un ejemplo de lo contrarrio? Lo que hizo el australiano Baz Luhrmann en Moulin Rouge —tal vez el mejor musical cinematográfico de los últimos años, superior a la sobrevalorada Chicago— que logró renovar el lenguaje del musical al otorgarle al encuadre y la angulación valores no tradicionales.

Pero además, uno de los conflictos fundamentales de la historia —la resistencia cultural y musical de la discriminada población negra— se desdibuja a través de consideraciones anecdóticas, más vinculadas con el romanticismo que con drama social de los afroamericanos a principios de los sesenta, cuando aún no habían sido asesinados Martin Luther King Jr. y Malcolm X.

En el plano actoral se hallan interpretaciones muy profesionales, especialmente las del elenco masculino —Jamie Foxx, Eddie Murphy, Danny Glover— que se impone sobre el reparto femenino. Jennifer Hudson, en particular, demuestra más sus extraordinarias condiciones de cantante —innegables— que las de actriz. La verdad es que no merecía el Oscar frente a otras intérpretes secundarias como la mexicana Adriana Barraza y la japonesa Rinko Kikuchi, ambas de Babel, la inglesa Kate Blanchet en Escándalo o la niña Abigail Breslin, de Pequeña Miss Sunshine, filmes y actrices soberbiamente superiores.

SOÑADORAS (Dreamgirls), EEUU, 2006. Dirección y guión: Bill Condon. Producción: Laurence Mark. Fotografía: Tobias Schliessler. Montaje: Virginia Katz. Música: Henry Krieger. Elenco: Jamie Foxx, Beyoncé Knowles, Eddie Murphy, Danny Glover, Jennifer Hudson, Anika Noni Rose, Keith Robinson, Hinton Battle, Sharon Leal. Distribución: The Walt Disney Company.

1 comentario:

Jogreg dijo...

¡Qué bueno que el cine siga siendo tan democrático! Yo particularmente disfruté mucho la película, razón por la cual la recomiendo más allá de las consideraciones técnicas. En lo que sí te acompaño es en que Moulin Rouge es el mejor musical que se ha hecho en los últimos tiempos. De resto, quizás el asunto es que yo no vi el musical en Broadway y no tengo como comparar (así como tampoco vi Chicago, por ejemplo).
Saludos,