domingo, noviembre 05, 2006

Política Ficción: ¿PODEMOS DERROTAR A CHÁVEZ?


Más allá de su irrebatible impacto comunicacional, a menos de un mes de las elecciones presidenciales del 3 de diciembre, la gigantesca marcha del candidato de la oposición Manuel Rosales —que recorrió y conmovió a Caracas de un extremo a otro el sábado pasado— permite extraer varias reflexiones.
El mito del “Chávez invencible” se resquebraja. El auge de la candidatura del líder opositor —inexistente hace seis meses — le ha movido el piso. El caudillo está inquieto. Bravuconea aquí y allá. Insulta y amenaza por doquier. Descalifica a Rosales y emplaza a Bush. Pero se sabe incómodo. No quiero decir con esto que Rosales supera hoy a Chávez en la intención de voto, pero es obvio que se aproximan la línea ascendente del primero y la descendiente del segundo. Eso lo saben el gobierno y la oposición. Lo más importante —después de un largo período de depresión producto de la frustración del Referendo Revocatorio de hace dos años— es que muchísimos venezolanos ya no consideran a Chávez invencible. Una sonrisa cruza sus rostros. Vuelven a marchar y a luchar. La oposición puede ganar… aunque también debe plantearse la derrota. La esperanza es el primer paso de la acción. Pero sobre el país planea la sombra funesta de la violencia.
La revolución que pregona Chávez —si efectivamente triunfa el 3 de diciembre— tendrá que abandonar su disfraz democrático. El militarismo chavista sólo podrá someter a esa gran parte de los ciudadanos que lo adversa por la vía de la represión. No los acepta hoy como ciudadanos ni los considerará venezolanos mañana. ¿Qué va a hacer con todos esos hombres y mujeres que marcharon el sábado en Caracas y luego en las ciudades más importantes del país? ¿Qué va a hacer con los que no marcharon por miedo a las represalias? ¿Qué va a hacer con aquellos indecisos que a la hora final podrían votar a favor de Rosales? Para ellos no funcionarán los mecanismos normales de una democracia sino la exclusión, la represión y el sometimiento. La postura militarista no admite el disenso. Pero, a la larga, Chávez no podrá gobernar sólo con sus partidarios, pues tendrán en la calle a una inmensa masa opositora que ya volvió a organizarse, tras las derrotas sufridas. Tendrá que “darle el palo a la lámpara”, como se dice coloquialmente. Estamos hablando, otra vez, de la violencia.
Hoy por hoy, la victoria de Rosales —o su derrota electoral— dependerá de esa gruesa franja de venezolanos, heterogénea y multiforme, que no se ha inclinado por el gobierno ni por la oposición. Allí, en esa zona, hay indecisos, indiferentes, desconfiados, decepcionados y, también, oportunistas. Pero —aunque todos son venezolanos y cada uno posee la fuerza de su voto— la oposición no puede ser paternalista pero sí debe establecer un vínculo emocional con ellos. Esos ciudadanos serán responsables —para bien o para mal— de lo que suceda no el 3 de diciembre sino después de esa fecha. Y lamentablemente la violencia sigue ofreciendo una sombra fatídica.
El auge de la candidatura de Rosales azuza la tentación totalitaria. Ya lo escribí en otra ocasión: Chávez no puede aceptar su derrota ante un candidato venezolano pues su “enemigo principal” es George W. Bush. Sobrevendrá, entonces, la necesidad de una situación de emergencia ante “la agresión del imperio” y en las situaciones de emergencia no hay elecciones. Ergo, hoy más que nunca hay que exigir elecciones. A pesar de la sombra de la violencia que pende sobre todos.
Faltan pocos días para la hora de la verdad. Aún perdiendo, la oposición podría salir ganando con respecto a su situación de seis meses atrás. Porque ahora está fortalecida, porque ha identificado un liderazgo, porque se sabe dueña de una misión. Para ello se necesita un compromiso de lucha, que trascienda lo electoral. Incluso si gana las elecciones. Sobre todo, hay que vencer a la violencia y al miedo.

No hay comentarios.: