Confieso que por estos días no había tenido la mínima intensión de escribir. Pero un extraño acontecimiento —de esos que cada vez se hacen más habituales en nuestro país— me jamaqueó e hizo que saliera, como buen capitalista, de la última de mis cíclicas crisis depresivas. El punto es que —a comienzos de semana— los medios me sacudieron con la información de que dos grupos de sindicalistas “rojos” se batieron a tiros en plenas inmediaciones de la Plaza Venezuela.
El terco sociólogo que me acompaña desde unos años emergió y, de inmediato, eché mano de un conocido concepto de la psicología para explicar el malestar que este tipo de cosas puede generar en las personas, muy especialmente aquellas cautivadas por el discurso oficial: “disonancia dognitiva”. Me dije: ¡Si, eso puede ser lo que les asalte con este tipo de episodios! Y es muy sencillo: aquí suceden cosas que a ellos les debe sonar extraño, que rompe la armonía del conjunto y termina causando angustia, preocupación pues. Expliquemos esto con casos muy puntuales, comenzando por el que llamó mi atención:
Ejemplo 1: El Instituto Nacional de Estadística nos dice con sus rítmicas cifras que el desempleo está a punto de ubicarse por debajo de la barrera de los dos dígitos, reduciéndose casi en un 50 por ciento desde 2003. Peleando entonces con la melodía de la “verdad oficial”, vemos a un grupo de dirigentes laborales cayéndose a plomo en plena vía pública y a la luz del día, nada más y nada menos que… por empleos. Conclusión 1: disonancia cognitiva en los aficionados al gobierno.
Ejemplo 2: El mismo INE revela que en 2005 la pobreza se redujo en una proporción que no habíamos visto en el país durante décadas —por no decir nunca— con especial énfasis en el segmento conformado por los pobres extremos, vale decir aquellos que no pueden cubrir al menos sus requerimientos alimenticios. Luego, en otra pelea con la sonora estadística, en un semáforo cualquiera aparece una señora con un perol pidiendo plata; en otro, unos niños “malabariando”, además de los carros, con pelotas, pines y antorchas para medio subsistir; en los hombrillos viales, los “recogetodo” como parte ya asimilada del paisaje urbano. Conclusión 2: disonancia cognitiva en los fanáticos del pitcher zurdo.
Ejemplo 3: En Gaceta Oficial el pernil está regulado —si mal no recuerdo— a 4 mil 900 bolívares el kilo. En el último megamercal de la Av. Bolívar —¡oh sorpresa!— se vendió por encima de los 12 mil. No diremos la conclusión 3 para no ser cansones, pero si un pequeño listado de tareas específicas, que de estar yo a la cabeza del Comando Miranda implementaría de inmediato para que la cosa no llegue a peores, aprovechando la enorme bendición de ser candidatos y presidentes al mismo tiempo:
Lo primero sería que los “vencedores” de las misiones sociales más importantes, vale decir, las educativas, como ya saben leer, manejar números y hacer análisis crítico, pongan en uso los conocimientos “adqueridos” y procedan a explicar a sus familiares y amigos el significado de las cifras oficiales, para que no den crédito alguno a lo que puedan ver sus ojos en las comunidades y en la calle. Mercal, por su parte, “a juro” debe hacer que aparezca el azúcar y la leche y seguir obligando a la gente a comprar los pocos que se consiguen en combo con arroz, pasta, margarina, etc., porque ésa es una práctica imperialista que llegó aquí de la mano de las hamburguesas, las papitas y el chicharrón de pollo. Sería conveniente que Barrio Adentro le echara una pinturita a los menos de 2 mil módulos que se construyeron —la gran mayoría a “orilla e’ calle”— de los 8 mil 500 propuestos desde 2004, y que en la medida de lo posible no se les vea la cadena y/o el candado que ya muchos tienen en la puerta. Es insoslayable que se implemente el cambio de etiquetas de todo producto importado por el viejo y leal “Hecho en Venezuela”, mas con el añadido “Por el Núcleo de Desarrollo Endógeno La Paragua”, por ejemplo. No hay que olvidar la importancia de recordarle continuamente al chofer del ferrocarril del Tuy que no le pise demasiado la chancleta al bicho, porque se va la luz en Charallave. Una exclusiva para el presidente; jamás, jamás, jamás debe repetir que la trocha es “tremenda carretera”, ya que después de varios meses de uso se sabe de sobra que es mejor pedir “peras al horno”. Por otro lado, afortunadamente para ustedes, el ministro Chacón dejó de atormentarnos con las ruedas de prensa lunáticas —eran los lunes— en las que decía —cifra en mano, como debe ser— que el nivel delicuencial estaba en descenso, además de solicitar que tal temita fuera excluido de la campaña. Muy bien por el ministro. Y ya que hablo de campaña, para finalizar, lo más importante. Compatriotas y compatriotos, es hora de comenzar a asistir a los eventos electorales y de gobierno del sempiterno Cy Young —y no me refiero al original, al gocho. Las encuestas hablan de 20-30 puntos —¡mínimo!— a favor de él, pero la calle —que vaina con la calle— se empeña en producir otro encontronazo con la “verdad estadística”. Si ustedes comienzan a aparecer masivamente en tales actos, los dueños y analistas de tan “serias y prestigiosas” encuestadoras algún día les agradecerán. Pero déjenme alertarles que este último favor puede que no se lo paguen jamás, porque a lo mejor el 3-D estos mismos “numerólogos” terminan afectados por… ¡otra disonancia máaaaaasss!
El terco sociólogo que me acompaña desde unos años emergió y, de inmediato, eché mano de un conocido concepto de la psicología para explicar el malestar que este tipo de cosas puede generar en las personas, muy especialmente aquellas cautivadas por el discurso oficial: “disonancia dognitiva”. Me dije: ¡Si, eso puede ser lo que les asalte con este tipo de episodios! Y es muy sencillo: aquí suceden cosas que a ellos les debe sonar extraño, que rompe la armonía del conjunto y termina causando angustia, preocupación pues. Expliquemos esto con casos muy puntuales, comenzando por el que llamó mi atención:
Ejemplo 1: El Instituto Nacional de Estadística nos dice con sus rítmicas cifras que el desempleo está a punto de ubicarse por debajo de la barrera de los dos dígitos, reduciéndose casi en un 50 por ciento desde 2003. Peleando entonces con la melodía de la “verdad oficial”, vemos a un grupo de dirigentes laborales cayéndose a plomo en plena vía pública y a la luz del día, nada más y nada menos que… por empleos. Conclusión 1: disonancia cognitiva en los aficionados al gobierno.
Ejemplo 2: El mismo INE revela que en 2005 la pobreza se redujo en una proporción que no habíamos visto en el país durante décadas —por no decir nunca— con especial énfasis en el segmento conformado por los pobres extremos, vale decir aquellos que no pueden cubrir al menos sus requerimientos alimenticios. Luego, en otra pelea con la sonora estadística, en un semáforo cualquiera aparece una señora con un perol pidiendo plata; en otro, unos niños “malabariando”, además de los carros, con pelotas, pines y antorchas para medio subsistir; en los hombrillos viales, los “recogetodo” como parte ya asimilada del paisaje urbano. Conclusión 2: disonancia cognitiva en los fanáticos del pitcher zurdo.
Ejemplo 3: En Gaceta Oficial el pernil está regulado —si mal no recuerdo— a 4 mil 900 bolívares el kilo. En el último megamercal de la Av. Bolívar —¡oh sorpresa!— se vendió por encima de los 12 mil. No diremos la conclusión 3 para no ser cansones, pero si un pequeño listado de tareas específicas, que de estar yo a la cabeza del Comando Miranda implementaría de inmediato para que la cosa no llegue a peores, aprovechando la enorme bendición de ser candidatos y presidentes al mismo tiempo:
Lo primero sería que los “vencedores” de las misiones sociales más importantes, vale decir, las educativas, como ya saben leer, manejar números y hacer análisis crítico, pongan en uso los conocimientos “adqueridos” y procedan a explicar a sus familiares y amigos el significado de las cifras oficiales, para que no den crédito alguno a lo que puedan ver sus ojos en las comunidades y en la calle. Mercal, por su parte, “a juro” debe hacer que aparezca el azúcar y la leche y seguir obligando a la gente a comprar los pocos que se consiguen en combo con arroz, pasta, margarina, etc., porque ésa es una práctica imperialista que llegó aquí de la mano de las hamburguesas, las papitas y el chicharrón de pollo. Sería conveniente que Barrio Adentro le echara una pinturita a los menos de 2 mil módulos que se construyeron —la gran mayoría a “orilla e’ calle”— de los 8 mil 500 propuestos desde 2004, y que en la medida de lo posible no se les vea la cadena y/o el candado que ya muchos tienen en la puerta. Es insoslayable que se implemente el cambio de etiquetas de todo producto importado por el viejo y leal “Hecho en Venezuela”, mas con el añadido “Por el Núcleo de Desarrollo Endógeno La Paragua”, por ejemplo. No hay que olvidar la importancia de recordarle continuamente al chofer del ferrocarril del Tuy que no le pise demasiado la chancleta al bicho, porque se va la luz en Charallave. Una exclusiva para el presidente; jamás, jamás, jamás debe repetir que la trocha es “tremenda carretera”, ya que después de varios meses de uso se sabe de sobra que es mejor pedir “peras al horno”. Por otro lado, afortunadamente para ustedes, el ministro Chacón dejó de atormentarnos con las ruedas de prensa lunáticas —eran los lunes— en las que decía —cifra en mano, como debe ser— que el nivel delicuencial estaba en descenso, además de solicitar que tal temita fuera excluido de la campaña. Muy bien por el ministro. Y ya que hablo de campaña, para finalizar, lo más importante. Compatriotas y compatriotos, es hora de comenzar a asistir a los eventos electorales y de gobierno del sempiterno Cy Young —y no me refiero al original, al gocho. Las encuestas hablan de 20-30 puntos —¡mínimo!— a favor de él, pero la calle —que vaina con la calle— se empeña en producir otro encontronazo con la “verdad estadística”. Si ustedes comienzan a aparecer masivamente en tales actos, los dueños y analistas de tan “serias y prestigiosas” encuestadoras algún día les agradecerán. Pero déjenme alertarles que este último favor puede que no se lo paguen jamás, porque a lo mejor el 3-D estos mismos “numerólogos” terminan afectados por… ¡otra disonancia máaaaaasss!
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