Manuel Rosales, su comando y la oposición en general, no tienen que esperar el 3 de diciembre para cosechar una victoria. Ya las han producido. Una de ellas ha sido recomponer de manera sustancial el cuadro político del país y, de manera especial, el de su propia situación. En este campo se ha producido un cambio que lucía impensable hace tres meses. De un estado de postración y desesperanza, la oposición ha pasado a ser de nuevo una fuerza radiante, prometedora, movilizada, en control de la iniciativa política. La oposición está crecida y creciendo. Esto, por cierto, es una lección para quienes se desaniman a ratos y tiran la toalla. Los cambios políticos pueden ser muy rápidos. Posiciones que lucían sólidas se desvanecen de pronto y movimientos que parecían languidecer recobran fuerzas y se convierten en dominantes.
Con Rosales a la cabeza —y gracias a un acto de inteligencia y desprendimiento de importantes y numerosos dirigentes del país— se ha constituido una nueva dirección de la oposición. Esta dirección tiene dos tareas que pueden competir entre sí, pero que son ambas absolutamente irrenunciables: una es la de conducirnos a ganar y cobrar el próximo tres de diciembre. La otra es la de continuar desarrollando esta fuerza que hoy exhibe la oposición, más allá de esa fecha.
Porque al lado del objetivo electoral de cortísimo plazo que tenemos por delante, no debemos dejar de preservar y desarrollar la fuerza que hemos acumulado en estos últimos tiempos, para convertirla en un nuevo movimiento de partidos democráticos, modernos, federales, transparentes, dotados de visión, capaces de articularse alrededor de las grandes jugadas y transformaciones que necesitamos hacer en el país.
Esta fuerza será vital en los meses y tiempos por venir. En cualquier escenario, esa base social y política que somos y estamos construyendo, será imprescindible para producir los numerosos que debemos hacer.
gerver@liderazgoyvision.org
Con Rosales a la cabeza —y gracias a un acto de inteligencia y desprendimiento de importantes y numerosos dirigentes del país— se ha constituido una nueva dirección de la oposición. Esta dirección tiene dos tareas que pueden competir entre sí, pero que son ambas absolutamente irrenunciables: una es la de conducirnos a ganar y cobrar el próximo tres de diciembre. La otra es la de continuar desarrollando esta fuerza que hoy exhibe la oposición, más allá de esa fecha.
Porque al lado del objetivo electoral de cortísimo plazo que tenemos por delante, no debemos dejar de preservar y desarrollar la fuerza que hemos acumulado en estos últimos tiempos, para convertirla en un nuevo movimiento de partidos democráticos, modernos, federales, transparentes, dotados de visión, capaces de articularse alrededor de las grandes jugadas y transformaciones que necesitamos hacer en el país.
Esta fuerza será vital en los meses y tiempos por venir. En cualquier escenario, esa base social y política que somos y estamos construyendo, será imprescindible para producir los numerosos que debemos hacer.
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