jueves, noviembre 16, 2006

Héctor Concari: BUSCANDO A OLIVER STONE


Admitamos que es uno de los cineastas más comprometidos con su tiempo. Para hacerle justicia, hay que empezar por decir que se ha preocupado de rastrear en el pasado —y más precisamente en los 70, esa década que lo obsesiona— la explicación de los males del presente. Salta a la notoriedad con Pelotón en 1986, un film sobre la guerra de Vietnam, que veía el conflicto desde la perspectiva de la soledad del soldado —ni bueno, ni malo decía la película— atrapado en un conflicto que le escapaba. Fue un buen comienzo para un ex libretista exitoso y Stone continuó su labor enjuiciando el conflicto en Salvador, entonces en guerra civil en plena era Reagan. Volvía oblicuamente a Vietnam para contarnos sobre el movimiento pacifista con Nacido el 4 de Julio, viviseccionaba al corazón financiero en Wall Street y luego la emprendía con lo que a su juicio había comenzado la tragedia americana en los años sesenta: el asesinato de Kennedy en JFK. Para emparejar, dedicaba un deslumbrante “biopic” a la Némesis del difunto presidente con el otro ícono de la época: Nixon. Tal vez esta fascinación de Stone por el poder y por el mundo contemporáneo —ha hablado del deporte, de los asesinos seriales, de los medios de comunicación entre otros— se haya plasmado en Alejandro el Grande, film en el que Stone postulaba su admiración por el gendarme necesario. Claro, Stone es un hombre de izquierda y es una lástima que su film anterior Comandante, no haya circulado por aquí con más fluidez. Su cinemateca, Sr Farruco, apenas si lo exhibió. Falta grave.
Porque Comandante es la risueña visita de Stone a Cuba para entrevistar a Fidel. Con una regla de oro explícita: en cuanto al Comandante no le gusta una pregunta se para la filmación. Y el bueno de Oliver pregunta y pregunta: sobre la crisis de los misiles, sobre su pasado, sobre su visión del mundo y sobre su vida privada, pregunta que el caudillo esquiva. Y Stone se ríe y disfruta y se monta en la limosina con el Comandante y extrae una ametralladora del piso. Porque a Stone le fascina el poder y por primera vez él, un historiador de la política, está cara a cara con uno de los personajes que tanto le atraen. Y se nota que disfrutar, el hombre disfruta. Tanto disfruta que se olvida de preguntar detalles: no pregunta sobre los disidentes, ni sobre los derechos humanos, ni sobre las elecciones. Porque claro, recordemos la regla uno de la película. Flashforward.
En el primer trimestre del 2003 Fidel fusila a tres muchachos acusados de intentar desviar un ferry. Horror. José Saramago proclama, “hasta aquí llegué” y hasta Eduardo Galeano —uno de los mejores escritores uruguayos del siglo 19— toma distancias. Stone vuelve a Cuba esta vez, con cara de malo, a hacer las preguntas que se olvidó en el anterior largometraje. Nace así Buscando a Fidel, un film que entre nosotros circula casi clandestinamente y que sigue el mismo formato de su hermano mayor... con una diferencia. Ya no se ríe Stone, pone cara de preocupado y enfrenta a un Fidel cansado, que defiende su decisión y su tesis. Es un film que impacta por el cinismo de la postura del entrevistado con el viejo y manido “lo hicimos ¿y qué? Estamos en guerra y todo se vale". Son dos films para revisar, ahora que el caudillo (esa terminología que Fidel no le acepta a Stone entre alguna otra cosa), está entrando en el ocaso de su tiempo.
El pánico cundió entre sus seguidores. En su último film —que se acaba de estrenar en Caracas— el bueno de Oliver Stone se ha pasado con armas y bagajes a las filas de los “neocons”, es decir, los neoconservadores, el ala republicana actualmente en el poder. El motivo es el tema de Las Torres Gemelas, un film en el que Stone narra la tragedia del fatídico 11 de septiembre, desde la perspectiva de los bomberos. La película, que ha sido saludada como un imbatible film de acción, reivindica la “guerra justa” contra Afganistán, que Stone ha defendido en declaraciones posteriores, pero desmarcándose rápidamente del conflicto en Irak. Un film que convendrá ver, analizar y discutir.

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