domingo, noviembre 05, 2006

Cine: HUIR EN CARACAS

El hecho de haber tardado cinco años en producir Plan B ilustra el planteamiento medular del debut en la realización de Alejandro García Wiedemann, uno de los mejores directores de fotografía venezolanos. Sólo la perseverancia de su creador y de su equipo logró que el proyecto llegara a las pantallas y que, al final, ganara los premio a la ópera prima y a la mejor actriz —Fabiola Colmenares— en el Festival del Cine Venezolano, concluido exitosamente el jueves pasado en Mérida. En cambio, sus personaje se exponen como la clara muestra del inmediatismo, el facilismo y otras patologías aún más terribles. Si el director hubiese sido como sus protagonistas jamás habríamos visto su film en la pantalla. García Wiedemann, después de estudiar en al Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba, ha desarrollado una carrera muy exitosa como iluminador, al punto que su fotografía para Elipsis, también acaba de ser premiada en el festival de Mérida.
Plan B parte de la necesidad que siente un puñado de personajes de resolver sus vidas de una forma inmediata y definitiva, en una Venezuela de incertidumbres y hostigamiento. “En este país no se puede vivir, hay que irse”, es la frase socorrida. Soluciones individuales para problemas colectivos. La premisa reside en escapar de esta realidad, ya sea a través de celebrar una boda, de mudarse a Miami, de atracar una institución financiera, de hacer justicia por la propia mano o —¿por qué no? — de tratar de ser honesto. Todo esto en las entrañas del cerro El Ávila, icono de Caracas, el Waraira Repano de los indígenas, que alberga o devora a sus habitantes. Pero es como una serpiente que se muerde la cola.
Una muchacha prepara los últimos detalles de su boda para luego mudarse a Miami, “tan distinta a Caracas”, sin tener garantizada la relación afectiva con su futuro esposo. Un poco más allá, dos amigos ejecutan un asalto muy estudiado aunque las cosas no salen como están planeadas y se van complicando a pasos agigantados. Un policía se dedica a exterminar seres humanos como una forma de alimentar su patología. Un guardabosque apuesta por una vida honesta aunque todo lo que lo rodea atente contra su honestidad. Estos y otros personajes secundarios van enhebrando una historia inquietante, inexorable y condenada desde el principio, pero que establece un punto de conexión con el público joven venezolano. ¿Qué está pasando? ¿Vale la pena huir?
Dirección, guión y montaje edifican un relato que mantiene la coherencia estructural —en tanto espacio, tiempo, personajes y situaciones dramáticas— pero por momentos el relato pierde veracidad en el terreno de ciertos detalles y de la resolución dramática de algunas situaciones más vinculadas con la narrativa de televisión que con la del cine, que le restan fuerza.
En general, las actuaciones son muy profesionales y se destacan Fabiola Colmenares, Rafael Romero y Edgar Ramírez, el trípode de personajes que mueven la trama hacia un destino trágico. Al final, el espectador sale de la proyección con el sabor amargo de una historia que sabe cierta, aunque la trama no sea exactamente así. Sabe reconocerla en la pantalla, a pesar de las excusas. Se confronta consigo mismo. Ese es el valor más importante de Plan B.

PLAN B, Venezuela, 2006. Dirección: Alejandro García Wiedemann. Guión: Gabriela Rivas Pérez y García Wiedemann. Producción: Luisa de la Ville, Rivas Pérez y García Wiedemann. Fotografía: José “Cheo” Rojas. Montaje: Carlos Caridad Montero y García Widemann. Sonido: Franklin Hernández. Música: Matías Monteagudo. Elenco: Fabiola Colmenares, Edgar Ramírez, Rafael Romero, Javier Paredes, Luis Gerónimo Abreu, Paul Vega, Amilcar Rivero, Roque Valero, Beatriz Valdéz. Distribución: Cines Unidos.

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