Tras la fallida guerra de encuestas que el gobierno desató la semana pasada nos queda una enseñanza: el enemigo es el miedo. Es el sinónimo de la oscuridad, del inmovilismo, de la resignación. Es el conservadurismo más reaccionario que se pueda desplegar como estrategia política. Pero la guerra de las encuestas no ha generado los frutos que el oficialismo buscaba. Por el contrario, hoy por hoy muchos venezolanos saborean el placer de la reinvindicación histórica, no sólo como promesa de la victoria electoral —que es el objetivo principal— sino como actitud hacia lo que se consideraba una condena inexorable. Han perdido el miedo y pueden ser ejemplo para quienes aún temen. Rosales puede ganar. Tiene con qué.
Empresas encuestadoras que alguna vez disfrutaron de un buen prestigio son vistas hoy con dudas. Otras firmas del mismo ramo arriesgaron sus propios nombres y apellidos para desmontar la cifras del conservadurismo. Ha venido gente de España —pagada por el gobierno— para hablar a nombre de la Universidad Complutense de Madrid para que horas después se descubra el desaguisado. ¡Por favor! Percepciones son verdades, decimos en el mundo de la publicidad y la comunicación persuasiva. Pues sí: estamos en una guerra de percepciones. Es decir, de verdades. ¿Cómo ganamos la carrera del 3-D?
Las percepciones indican que el lema "atrévete" ha justificado en la práctica su formulación teórica, cuando se diseñó la comunicación de Rosales. Es un vocablo directamente vinculado con el objetivo principal de la campaña: vencer el miedo del elector y contagiar el entusiasmo de la trasgresión. No quiere decir esto que ya se haya erradicado el temor, pero sabemos que desde ese mismo temor se puede estimular la indignación, la rebelión y —como decimos los venezolanos— la gran arrechera reprimida por años de... miedo.
Pero si hay que ser coherente en estos últimos días de campaña, también hay que serlo el mismo 3 de diciembre, suerte de cita con la historia de la trapería oficialista. Hay que ganar la carrera del 3-D y esto significa exactamente un asunto de velocidad. Las máquinas captahuellas —instaladas sólo en los estados donde se sospecha que hay absoluta mayoría opositora— están diseñadas para desplegar una "operación morrocoy" que retrasará el acto de votación y que permitirá al oficialismo saber quiénes no han votado entre sus filas —que pueden ser muchísimas personas— frente a las exit polls que indicarán las tendencias del voto. Pues hay que construir una verdadera avalancha de electores, como dice la campaña de Rosales. Sólo así —masivamente— se puede impedir que se justifique el fraude —posible, admitámoslo— o la manipulación de las cifras. Guerra de verdades, o sea, de percepciones.
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