Hugo Chávez interpretó los resultados del 3 de diciembre como una autorización para poner el pie en acelerador que apunta hacia el comunismo del siglo XXI; en realidad el mismo comunismo de siempre: autoritario, excluyente, colectivista, sectario, ineficaz y corrupto. Para acoplar la maquinaria gubernamental al nuevo ritmo que le imprimirá a su tercer período, realizó cambios en su gabinete, el más importante de los cuales fue la salida de José Vicente Rangel y su sustitución por Jorge Rodríguez. Este debe de ser el único país donde el Vicepresidente de la República, funcionario designado directamente por el primer mandatario, poco antes ha sido Presidente del Consejo Nacional Electoral, órgano arbitral y, supuestamente, juez imparcial por excelencia. Ni el menor respeto por las formas de urbanidad siente el chavismo. Este tipo de insolencia e irrespeto por los ciudadanos ya lo habíamos visto cuando Isaías Rodríguez saltó de la Vicepresidencia al cargo de Fiscal General, único civil investido de la autoridad para enjuiciar al jefe de Estado.
La presencia de Jorge Rodríguez y de todo un tren ministerial sectario, que no representa a los distintos sectores nacionales, sino sólo a Chávez y su afán insaciable de control y poder, indican que el comunismo chavista está entrando en una fase más agresiva, irresponsable y provocadora. ¿Alguno de esos ministros puede mantener un diálogo con el teniente coronel en el que, por ejemplo, le exprese su desacuerdo con las medidas que pretende tomar contra la CANTV, la Electricidad de Caracas o el Banco Central de Venezuela? Por supuesto que no. Están allí para instrumentar y aplaudir la estatización o reestatización, según el caso, de las empresas públicas, y para celebrar, a pesar de las sensatas advertencias del doctor Domingo F. Maza Zavala, que el Banco Central se convierta en una dócil dependencia de Miraflores.
Hasta ahora ningún personaje del chavismo ha aclarado conceptualmente lo que es el comunismo del siglo XXI. Las disquisiciones teóricas del profesor Heinz Dieterich, gran gurú de la susodicha tesis, en vez de aclarar confunden. Cada vez que habla de las conexiones entre la plataforma informática desarrollada por la ciencia y la teoría del valor-trabajo, base teórica del neocomunismo, incurre en tantos dislates que hasta el más sobrio intelectual queda perplejo. Mari Pili Hernández también ha tratado de dar algunas pistas que permitan descubrir el acertijo. Sin embargo, cuando comienza a mezclar a Cristo con Bolívar, y este con el socialismo y con Chávez, la argamasa se convierte en un brebaje difícil de saborear e imposible de tragar La máxima elaboración teórica de Chávez llega a su visión del trueque, algo que ni sus ministros toman en serio.
Esta falencia teórica, sin embargo, está suficientemente compensada en el plano político. Ya comenzamos a saber que el comunismo del siglo XXI significa varias cosas muy importantes.
La primera, reducir los medios privados de comunicación a su mínima expresión. O los elimina, como en el caso de RCTV, o los anula, o los compra o los amenaza continuamente. A los autócratas no les gustan los medios privados independientes. A estos les corresponde actuar como dispositivos a través de los cuales las sociedades se informan y adquieren la materia prima que les permite analizar, comprender, explicar y opinar sobre lo que ocurre en la realidad, tanto doméstica como foránea. La información, para que sirva como fuente de elaboración de criterios y estimule la interpretación de los hechos, tiene que ser variada y heterodoxa. Los medios de comunicación que cumplen cabalmente con esa finalidad, se convierten en incordios para los gobiernos que asumen el poder como un ejercicio autoritario, caracterizado por una relación unilineal entre quienes mandan y quienes obedecen; entre quienes dominan la sociedad política y quienes forman parte de la sociedad civil. Para las tiranías, sean tradicionales o del siglo XXI, la libertad de información, de expresión, de pensamiento y opinión asociados a la existencia de medios privados independientes, les resulta inaceptable. Simpatizan, más bien, con canales como VTV, Telesur, Vive TV y con la amplia red de emisoras radiales y periódicos impresos que le dedican siempre sus primeras planas al Presidente o transmiten las 24 horas del día loas al caudillo y a su revolución.
La primera, reducir los medios privados de comunicación a su mínima expresión. O los elimina, como en el caso de RCTV, o los anula, o los compra o los amenaza continuamente. A los autócratas no les gustan los medios privados independientes. A estos les corresponde actuar como dispositivos a través de los cuales las sociedades se informan y adquieren la materia prima que les permite analizar, comprender, explicar y opinar sobre lo que ocurre en la realidad, tanto doméstica como foránea. La información, para que sirva como fuente de elaboración de criterios y estimule la interpretación de los hechos, tiene que ser variada y heterodoxa. Los medios de comunicación que cumplen cabalmente con esa finalidad, se convierten en incordios para los gobiernos que asumen el poder como un ejercicio autoritario, caracterizado por una relación unilineal entre quienes mandan y quienes obedecen; entre quienes dominan la sociedad política y quienes forman parte de la sociedad civil. Para las tiranías, sean tradicionales o del siglo XXI, la libertad de información, de expresión, de pensamiento y opinión asociados a la existencia de medios privados independientes, les resulta inaceptable. Simpatizan, más bien, con canales como VTV, Telesur, Vive TV y con la amplia red de emisoras radiales y periódicos impresos que le dedican siempre sus primeras planas al Presidente o transmiten las 24 horas del día loas al caudillo y a su revolución.
El comunismo también significa mayor intervención del Estado en la economía. Ya no se trata de proyectos folclóricos sobre la ruta de la empanada, los gallineros verticales, los fundos zamoranos, las cooperativas, la autogestión y la cogestión. Ahora hay que estatizar o reestatizar las pocas grandes empresas privadas que existen en el país y que, de paso, funcionan con eficacia y eficiencia. Las primeras víctimas del delirio comunista parece que serán la CANTV y la Electricidad de Caracas. Todavía no sabemos si será por la vía de la nacionalización, en cuyo caso habría que cancelar esos activos, o de la confiscación. Un arrebato estatizador parecido al que sufrieron Fidel Castro, Carlos Andrés Pérez y Alan García en sus primeros mandatos, se ha apoderado del hombre de Sabaneta. Por lo visto a Chávez le tiene sin cuidado que la CANTV hubo que privatizarla durante el segundo gobierno de Pérez, el gran nacionalizador, porque el Estado no podía seguir subsidiando la enorme corrupción, incompetencia e incuria que campeaba en esa empresa pública. Tampoco le interesa que a partir de su privatización, la compañía comenzó a desenvolverse con solvencia y sin ningún tipo de costo para el Estado. Con las empresas estatales de electricidad ocurre otro tanto. Edelca durante mucho tiempo fue un ejemplo de ineptitud, mientras la Electricidad de Caracas un modelo de gerencia eficiente y de calidad. El “Curro” Aguerrevere, quien durante años la condujo, representaba una muestra del alto ejecutivo competente. Era y sigue siendo una isla de excelencia en medio de la mediocridad generalizada. Pero el comunismo execra todo lo que destaque por sus méritos.
Atacar la propiedad privada, aunque esté circunscrita a círculos reducidos, forma parte de la teoría y la práctica del comunismo del siglo XXI.
Atacar la propiedad privada, aunque esté circunscrita a círculos reducidos, forma parte de la teoría y la práctica del comunismo del siglo XXI.
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