Al ver La ciudad perdida —primer film de ficción dirigido por el actor cubano-americano Andy García, sobre la base de un curioso guión del escritor y crítico de cine cubano Guillermo Cabrera Infante— es inevitable establecer un vínculo temático entre el proceso de transición de la dictadura de Fulgencio Batista a la revolución de Fidel Castro y la coyuntura política por la cual atraviesa Venezuela, de cara a las elecciones del domingo 3 de diciembre. Más allá de las virtudes y los defectos de la película de García, surge la percepción de una historia que se repite con otros personajes y en situaciones distintas pero con un guión similar, demasiado parecido. Aunque —repito— las circunstancias históricas y los tiempos de desarrollo de tales circunstancias sean diferentes, las deducciones son igualmente brutales en términos de intención.
The lost city se ubica a finales de 1958 en La Habana —una ciudad hermosa entonces y hermosa hoy, a pesar del deterioro y la desidia— cuando se presagia el triunfo de los guerrilleros de Fidel y la huida de Batista es inexorable. Fico Fellove es el dueño y director de El Trópico —alusión directa al Tropicana de antes y después de la revolución— y la bisagra que une el mundo de la mejor música cubana con la transformación política de la época. Hijo de una familia de tradición, con raíces culturales y sociales, Fico observa cómo sus hermanos Luis y Ricardo —por separado— se enrolan en la lucha contra el dictador: uno en el Directorio Revolucionario y otro en el Movimiento 26 de Julio. El guión de Cabrera Infante y la realización de García establecen un triángulo dramático conformado por un país, una familia y una revolución. Esta última divide al primero y destruye a la segunda. Aquella transición y sus consecuencias es observada desde la perspectiva de cuatro décadas alimentadas por la memoria, la nostalgia y la música.
La primera versión del guión de Cabrera Infante data de 1990, en el preámbulo de lo que después se llamaría el "período especial" que la desintegración de la Unión Soviética provocaría en la isla. El film tardó quince años en concretarse, pues ningún productor apostaba un penique a una historia de nostalgias, mambos y boleros. Celebridades como Dustin Hoffman y Bill Murray, cobraron el salario mínimo que exige el sindicato de actores en EEUU para que la película, al final, pudiera hacerse. De hecho, el novelista murió en enero de 2005 sin haber podido verla en pantalla. Edificó su narración sobre la base del ambiente que él mismo había recreado tres décadas antes en Tres tristes tigres con algunos elementos de su posterior La Habana para un infante difunto. De varias maneras, La ciudad perdida es un homenaje nostálgico doble: a esa Habana mágica y seductora que tan bien conocía, con su intensa vida nocturna, y a la música cubana de siempre, con especial énfasis en Benny Moré, Rolando La Serie y Bola de Nieve. Al mismo tiempo se sirvió del icono cinematográfico del Rick Carter de Casablanca para que Fico Fellove sirviera de joker en su historia. Andy García —como Fico— viste su blanca chaqueta de etiqueta para recibir, observar y canalizar a los personajes. Asiste a la destrucción de su familia, a la pérdida del amor y a la enajenación colectiva que se desató tras el sueño de la revolución. Pero siempre hay un mañana, aunque sea en una tierra extraña y a pesar de que la memoria sea implacable.
Se ha dicho que ésta es la ópera prima de García como director, lo cual no es cierto. En julio de 1992 se puso detrás de la cámara para realizar su celebrado documental de largometraje Cachao, como su ritmo no hay dos, sobre la base del concierto Cachao, Mambo & Descarga que Israel López —Cachao— ofreció en Miami ese verano y de una extensa entrevista que la hacen —¿quiénes más?— el propio García y Cabrera Infante. El célebre bajista —a quien se le atribuye el invento del mambo— huyó a Nueva York en 1962 y se convirtió en una leyenda de la música cubana y del jazz latino. Participaron en el documental el saxofonista Paquito D'Rivera, el flautista Néstor Torres y el trompetista Alfredo "Chocolate" Armenteros.
Esta pasión por la música de Cuba se evidencia de nuevo en su primer trabajo de ficción. García la convierte en una suerte de personaje no humano que narra el drama de seres envueltos en sus propias contradicciones y en un elemento expresivo que va más allá de la ilustración sonora de la historia. Desde las primeras palabras del maestro de ceremonias de El Trópico —en una directa alusión al principio de Tres tristes tigres— hasta la última secuencia que evoca el tumbao del son, transcurre una historia de desencuentros y reacomodos. Por la vida de Fico Fellove pasan muchos dramas pero siempre queda la música, la nostalgia y el recuerdo de un amor. Como un buen bolero. A propósito, García es percusionista y pianista y la música original del film le pertenece.
La médula dramática de La ciudad perdida se halla en la transformación de aquella sociedad y de esa familia. Son los años de Lunes de revolución, la publicación que dirigía entonces Cabrera Infante. Es el tiempo de las promesas y las mentiras, de los sueños de justicia social y del despertar a la realidad. La transición de una dictadura a otra, que se diferenciaron en que a la primera la apoyaban los Estados Unidos de América y a la segunda la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Cuatro años después de la invasión soviética a Hungría y una década antes de la ocupación de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, Cuba se convertía —hasta hoy— en el único país comunista de América. García recuerda la satrapía de Batista y su régimen sangriento, al mismo tiempo que rememora la presencia de la mafia en la vida nocturna de La Habana, a través del personaje de Meyer Lansky, interpretado por Dustin Hoffman. Pero pasa, de inmediato, a desmontar el mito de Fidel y —sobre todo— del Che, a quien coloca en el plano de los psicópatas y no en el altar romántico del "guerrillero heroico" que aún algunos conmemoran los 8 octubre de cada año. Cabrera Infante y García saldan sus propias deudas con un proyecto político que marcó sus vidas y las vidas de millones de cubanos, dentro y fuera de la isla.
¿Sus mejores virtudes? Los sarcásticos diálogos del enigmático personaje del Escritor —se afirma que es una evocación que hace García de Cabrera Infante— con la interpretación de Bill Murray, la magnífica fotografía de Emmanuel Kadosh, la excelente banda sonora con los grandes clásicos cubanos, el tono de nostalgia bien construida y las actuaciones de García y —como siempre— Tomás Milian.
¿Sus peores defectos? La excesiva duración, la actuación de Inés Sastre, esa necesidad —inútil— de dejar en claro el discurso político y un cierto tono de desesperanza que nada tiene que ver hoy con la inminente muerte de Fidel Castro. Creo que si García hubiese hablado con los directores de Cuba que tratan de diferenciarse de los cineastas oficiales del régimen —como me contó un amigo cineasta cubano— o si hubiese visto Miel para Oshum (2001) o Barrio Cuba (2005), ambas de Humberto Solás —el más grande cineasta de la isla vivo— habría encontrado una motivación más nítida y menos declarativa. Incluso una identidad. La historia y el tiempo buscan tender puentes. Tal vez algún día Andy García pueda filmar en Cuba y Humberto Solás en los Estados Unidos. Ojalá.
Volvamos a Venezuela, hoy, a unas horas de comenzar a elegir entre el "socialismo del siglo XXI" de Chávez y el rescate de los valores de la democracia que simboliza Rosales. La ciudad perdida es un film elocuente. Quien tenga ojos que vea.
Calificación: **** Muy buena
La primera versión del guión de Cabrera Infante data de 1990, en el preámbulo de lo que después se llamaría el "período especial" que la desintegración de la Unión Soviética provocaría en la isla. El film tardó quince años en concretarse, pues ningún productor apostaba un penique a una historia de nostalgias, mambos y boleros. Celebridades como Dustin Hoffman y Bill Murray, cobraron el salario mínimo que exige el sindicato de actores en EEUU para que la película, al final, pudiera hacerse. De hecho, el novelista murió en enero de 2005 sin haber podido verla en pantalla. Edificó su narración sobre la base del ambiente que él mismo había recreado tres décadas antes en Tres tristes tigres con algunos elementos de su posterior La Habana para un infante difunto. De varias maneras, La ciudad perdida es un homenaje nostálgico doble: a esa Habana mágica y seductora que tan bien conocía, con su intensa vida nocturna, y a la música cubana de siempre, con especial énfasis en Benny Moré, Rolando La Serie y Bola de Nieve. Al mismo tiempo se sirvió del icono cinematográfico del Rick Carter de Casablanca para que Fico Fellove sirviera de joker en su historia. Andy García —como Fico— viste su blanca chaqueta de etiqueta para recibir, observar y canalizar a los personajes. Asiste a la destrucción de su familia, a la pérdida del amor y a la enajenación colectiva que se desató tras el sueño de la revolución. Pero siempre hay un mañana, aunque sea en una tierra extraña y a pesar de que la memoria sea implacable.
Se ha dicho que ésta es la ópera prima de García como director, lo cual no es cierto. En julio de 1992 se puso detrás de la cámara para realizar su celebrado documental de largometraje Cachao, como su ritmo no hay dos, sobre la base del concierto Cachao, Mambo & Descarga que Israel López —Cachao— ofreció en Miami ese verano y de una extensa entrevista que la hacen —¿quiénes más?— el propio García y Cabrera Infante. El célebre bajista —a quien se le atribuye el invento del mambo— huyó a Nueva York en 1962 y se convirtió en una leyenda de la música cubana y del jazz latino. Participaron en el documental el saxofonista Paquito D'Rivera, el flautista Néstor Torres y el trompetista Alfredo "Chocolate" Armenteros.
Esta pasión por la música de Cuba se evidencia de nuevo en su primer trabajo de ficción. García la convierte en una suerte de personaje no humano que narra el drama de seres envueltos en sus propias contradicciones y en un elemento expresivo que va más allá de la ilustración sonora de la historia. Desde las primeras palabras del maestro de ceremonias de El Trópico —en una directa alusión al principio de Tres tristes tigres— hasta la última secuencia que evoca el tumbao del son, transcurre una historia de desencuentros y reacomodos. Por la vida de Fico Fellove pasan muchos dramas pero siempre queda la música, la nostalgia y el recuerdo de un amor. Como un buen bolero. A propósito, García es percusionista y pianista y la música original del film le pertenece.
La médula dramática de La ciudad perdida se halla en la transformación de aquella sociedad y de esa familia. Son los años de Lunes de revolución, la publicación que dirigía entonces Cabrera Infante. Es el tiempo de las promesas y las mentiras, de los sueños de justicia social y del despertar a la realidad. La transición de una dictadura a otra, que se diferenciaron en que a la primera la apoyaban los Estados Unidos de América y a la segunda la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Cuatro años después de la invasión soviética a Hungría y una década antes de la ocupación de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, Cuba se convertía —hasta hoy— en el único país comunista de América. García recuerda la satrapía de Batista y su régimen sangriento, al mismo tiempo que rememora la presencia de la mafia en la vida nocturna de La Habana, a través del personaje de Meyer Lansky, interpretado por Dustin Hoffman. Pero pasa, de inmediato, a desmontar el mito de Fidel y —sobre todo— del Che, a quien coloca en el plano de los psicópatas y no en el altar romántico del "guerrillero heroico" que aún algunos conmemoran los 8 octubre de cada año. Cabrera Infante y García saldan sus propias deudas con un proyecto político que marcó sus vidas y las vidas de millones de cubanos, dentro y fuera de la isla.
¿Sus mejores virtudes? Los sarcásticos diálogos del enigmático personaje del Escritor —se afirma que es una evocación que hace García de Cabrera Infante— con la interpretación de Bill Murray, la magnífica fotografía de Emmanuel Kadosh, la excelente banda sonora con los grandes clásicos cubanos, el tono de nostalgia bien construida y las actuaciones de García y —como siempre— Tomás Milian.
¿Sus peores defectos? La excesiva duración, la actuación de Inés Sastre, esa necesidad —inútil— de dejar en claro el discurso político y un cierto tono de desesperanza que nada tiene que ver hoy con la inminente muerte de Fidel Castro. Creo que si García hubiese hablado con los directores de Cuba que tratan de diferenciarse de los cineastas oficiales del régimen —como me contó un amigo cineasta cubano— o si hubiese visto Miel para Oshum (2001) o Barrio Cuba (2005), ambas de Humberto Solás —el más grande cineasta de la isla vivo— habría encontrado una motivación más nítida y menos declarativa. Incluso una identidad. La historia y el tiempo buscan tender puentes. Tal vez algún día Andy García pueda filmar en Cuba y Humberto Solás en los Estados Unidos. Ojalá.
Volvamos a Venezuela, hoy, a unas horas de comenzar a elegir entre el "socialismo del siglo XXI" de Chávez y el rescate de los valores de la democracia que simboliza Rosales. La ciudad perdida es un film elocuente. Quien tenga ojos que vea.
Calificación: **** Muy buena
LA CIUDAD PERDIDA ("The lost city"), EEUU, 2006. Dirección: Andy García. Guión: Guillermo Cabrera Infante. Producción: Frank Mancuso Jr. y Andy García. Fotografía: Emmanuel Kadosh. Montaje: Christopher Cibelli. Música: Andy García. Elenco: Andy García, Tomás Milian, Bill Murray, Inés Sastre, Dustin Hoffman, Steven Bauer, Richard Bradford, Nestor Carbonell, William Márquez, Julio Oscar Mechoso, Enrique Murciano y Elizabeth Peña, entre otros. Distribución: Cinematográfica Blancica.
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