jueves, diciembre 07, 2006

Trino Márquez: TRIUNFO POLÍTICO, REVÉS ELECTORAL


La frase acuñada por Manuel Rosales según la cual la jornada del 3-D significó un triunfo político en medio de un revés electoral, sintetiza perfectamente lo ocurrido ese día. Ese casi 40% de venezolanos que se manifestó a favor de Rosales, posee el significado de una la conmovedora victoria tanto para el candidato como para el movimiento.
La lucha de la oposición fue épica contra un gobierno autoritario y todopoderoso que utilizó, sin escrúpulos, el enorme poder y riqueza petrolera y el control ilimitado de casi todas las instituciones del Estado y los organismos de la Administración Pública, para clientelizar, amenazar y chantajear a un extenso sector del electorado, empezando por quienes trabajan al servicio del Estado. Los funcionarios, lista en mano, fueron obligados a uniformarse de rojo y asistir a los actos públicos del candidato-Presidente. El erario público, las oficinas gubernamentales, las instituciones del Estado, las estaciones de televisión, las emisoras de radio y los periódicos del Gobierno, se alinearon para adelantar una campaña en la que no hubo equidad entre el candidato del régimen y el aspirante de la alternativa democrática. El Presidente de la República aspiró a ser reelecto sin que la Asamblea Nacional, el Poder Electoral o el Poder Moral, dictaran un reglamento que estableciera los límites de la actuación del jefe del Estado. El ventajismo fue obsceno en la fase previa a la consulta. Por eso, a pesar de haber sido unos comicios vigilados por observadores nacionales e internacionales y auditados, la cita se realizó en un ambiente en el que predominó un marcado desequilibrio a favor del primer mandatario, sin que ninguna institución pública se opusiera a esos abusos.
En esta atmósfera viciada, los resultados obtenidos lucen asombrosos. A mediados de 2006 la oposición estaba desmovilizada. El fracaso en el revocatorio, la actitud errática de sus líderes y la incapacidad para aprovechar la abstención del 4 de diciembre de 2005, sembraron el escepticismo entre la mayor parte de los ciudadanos que habían marchado, firmado y expresado de distintas formas su descontento con el Gobierno. En pocos meses este estado de ánimo, en el que se combinaron la rabia con la resignación, se modificó. La misma gente que expresaba su desconfianza en el proceso comicial o creía que no era posible alterar el cuadro político a través del voto, salió a las calles a manifestar con entusiasmo y a prepararse para llegar a la convocatoria del 3-D en las mejores condiciones posibles. Manuel Rosales, que al comienzo parecía un invitado de ocasión, se convirtió, gracias al apoyo de los ciudadanos y a su propia reciedumbre, en una alternativa real de poder.
Las elecciones modificaron el mapa político del país. Durante más de año y medio Hugo Chávez copó la escena, sin que apareciese en el horizonte ninguna opción atractiva. Ahora el cuadro varió. La oposición emergió con ímpetu y reclama un espacio que tendría que reflejarse en la Asamblea Nacional En una de de sus primeras declaraciones como Presidente (re)electo, Chávez señaló que no contempla introducir una reforma
constitucional que permita adelantar las elecciones parlamentarias. Dijo: los errores, como en el béisbol, se pagan; la oposición se negó a participar en los comicios de diciembre de 2005, y ahora tendrá que esperar hasta 2010 para poder aspirar a tener presencia en ese foro. Esta es una manifestación de arrogancia por parte de quien ganó con una cómoda mayoría y, además, fue tratado con guantes de seda por la democracia, luego de equivocarse y fracasar en 1992. A la oposición le corresponde lograr que esta reforma se concrete.
Además del plano político, el proyecto chavista debería ser reconsiderado en su dimensión ideológica y cultural. El despertar
de esos grupos sociales que se sacudieron el marasmo y la desidia para manifestar su respaldo a la fórmula presentada por la opción democrática, demuestra que un amplio sector de la nación está en desacuerdo conque en Venezuela se imponga el socialismo, un régimen económico y social fracasado en todo el planeta. Una resistencia similar ocurre con las ideas anticapitalistas y antiglobalizadoras, así como con los planes de atacar la propiedad privada y la libre iniciativa. El desarrollo endógeno, el trueque y todas las demás antiguallas que propone el primer mandatario, también son rechazadas por un grueso sector de la población. Sin embargo, Chávez insiste en que él recibió un cheque en blanco para implantar el socialismo. Esta es una interpretación incorrecta de los resultados electorales. El socialismo sólo podrá establecerse en Venezuela mediante la represión y el autoritarismo, y reduciendo los espacios democráticos, pues al menos 70% de los ciudadanos está en contra de la aplicación de un modelo colectivista similar al cubano, tal cual pretende el Presidente reelecto.
La campaña electoral deja las bases para construir una fuerza organizada. La democracia demanda nuevas agrupaciones que reúnan a sectores con distintos intereses particulares, pero con un propósito común: asegurar la vigencia de las libertades, el desarrollo económico y la equidad social. La materialización de esas organizaciones
permitirá impedir que la frustración se adueñe de los sectores que apoyaron a Manuel Rosales y, con un claro plan de trabajo y un programa de reivindicaciones realista, permitirá encarar con éxito las exigentes jornadas que vendrán para preservar la libertad. Entre ellas está la de impedir que la reforma de carácter socializante que Chávez propondrá, triunfe en el referendo aprobatorio que tendrá que realizarse.
Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y el resto de partidos y agrupaciones que participaron en el proceso electoral, están obligados a asegurar que el revés electoral no termine transformándose también en una derrota política.


tmarquez@cantv.net

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