Muy bien. Ya lo aceptamos. Quiero decir, la mayoría de la minoría que somos parece coincidir en que:
a) nos ganaron en buena lid, no mediante un fraude, aunque hubo unas cuantas irregularidades que sin embargo no decidieron la elección. El chavismo es mayoría, pura y dura, clarísima e irrebatible, y hay que dedicarse a entender sus razones, su visión de las cosas, no desde la paranoia o el desprecio, sino desde la curiosidad y el respeto. Aunque ellos no tengan el menor respeto por nosotros.
b) pese a que nuestro candidato, Manuel Rosales, perdió, tanto él como buena parte de su equipo pueden reclamar varios importantes logros: evitaron la pérdida de vidas humanas al reconocer pronto la derrota, reforzaron el camino de moderación y de recuperación de la política verdadera que había caracterizado a la campaña, recuperaron buena parte del entusiasmo que parecía perdido a principios de año y debilitaron considerablemente el motto de la propaganda chavista en cuanto a que la oposición venezolana tiene una naturaleza insurreccional y golpista.
c) las actitudes predominantes entre nosotros, me parece, son dos: qué dolor tan grande que nos derrotaron y ya no hay nada que hacer sino defenderse o emigrar, o hay que tener esperanza y prepararse para seguir luchando y para convencer a los que aún no están convencidos.
d) último pero no menos importante, se aisló a los radicales; hoy, no son muchos los que se atreven a divulgar en público teorías conspiratorias sobre un fraude que no existió, como esa descabellada historia según la cual secuestraron a la familia de Rosales o aquella otra en la que la oposición vendió su derrota a cambio de un retiro organizado del chavismo en los próximos dos años. Y a los abstencionistas que levantan su dedito y mascullan "se los dije", casi nadie parece prestarles atención. Digo todo esto sin tener un buen estudio de opinión a mano, por supuesto, sino basándome en lo que escucho por teléfono, en persona y por radio, y lo que leo en la prensa, en mi buzón electrónico y en la mayoría de los comentarios en este blog.
Hecha esa cuenta, miremos ahora a lo que parece levantarse en nuestro horizonte.
Primero, hay que notar que lo que va a empezar a ocurrir ha sido anunciado, y ese anuncio ha sido respaldado por la mayoría. Respaldado conscientemente, quiero decir. Más de siete millones de personas le dijeron a Chávez: "dale que no viene carro".
Como han dicho varios observadores, Chávez fue bastante claro en lo que estaba prometiendo. El que votó por él, o el que se negó a votar en su contra, no lo hizo a ciegas, me parece. Sí, muy poca gente en esta nación desinformada sabe con precisión qué significan socialismo y reelección indefinida, y qué son Irán y Cuba y Corea del Norte, y qué significa comprar 100.000 fusiles en lugar de equipos de diálisis o casas prefabricadas o cloacas. Pero, insisto: Chávez dijo con mucha claridad y frecuencia que quería el voto para profundizar la revolución, cambiar el modelo de propiedad, reformar la Constitución, dirigir por completo la economía y la educación, cubrir los espacios de poder que áun no domina. Eso de que votaron por él por ignorancia o por ingenuidad, lo siento, pero no me lo creo. Votaron por el Chávez militar, grosero y hegemónico que quiere gobernar hasta al menos 2021. No por ninguna otra cosa. Esto no fue 1998, cuando Chávez era relativamente desconocido que podía decir a cada auditorio lo que éste quería escuchar; hoy, ocho años después, no veo cómo puede engañar a nadie. Como parto de que la gente, en general, no es idiota, asumo que han votado las mayorías por Chávez con los ojos bien abiertos. Con la creciente violencia, con gente viviendo en las barrancas del Guaire, con Vargas devastado, con gente clavándose a un árbol para conseguir vivienda, con Isaías Rodríguez cobrando un sueldo por mentir e Iris Varela demandando a Avior por 500 millones y Juan Barreto diciéndole marico a todo el que es su enemigo ... con todo eso delante de los ojos, la mayoría votó por Chávez.
Esas mayorías pueden estar muy convencidas de que han hecho lo correcto. En mi opinión, e imagino que en la de muchos de ustedes, están equivocadas. Sí, las mayorías se equivocan. Sí, siete millones de personas pueden equivocarse. Ha pasado muchas veces; se equivocaron al elegir muchos malos gobernantes en nuestro pasado. Se equivocaron con Hitler, con Mussolini, y se han equivocado con Fidel.
A esa mayoría, hay que rebajarla. Convertirla en minoría. Para salir de este drama, para dirigir al país por el camino del desarrollo y no el de la autodestrucción, es preciso, es imprescindible que los que no creemos en Chávez, los que no queremos seguir sosteniéndolo en el poder, seamos los más, los que contemos.
Eso implica conversar, convencer gente. En grandes cantidades.
Ojo, yo no sé cómo hacerlo. No sé muy bien cómo responderle a Janet, la chavista de excelente ortografía que me ha dejado largas e injuriosas (para variar) diatribas en los dos post anteriores. No logro sacarme de la cabeza la angustia de que, si la misma realidad no los convence, cómo zipote los puede convencer uno.
Pero se me ocurre que hay varias cosas que podemos intentar. Varias maneras de conseguir entender esa nube roja que rodea al caudillo y que le da éxito: la nube retórica que ha conseguido el milagro, un milagro que ya dura ocho años, de consolidar más y más en el poder a un gobierno que tiene como rasgos predominantes (fuera de algunos destellos de eficiencia y de bondad, ya hablaremos de eso) la ineficacia, la corrupción y la crueldad.
El chavismo es, más que todo, propaganda. Discurso. Más que dinero, más que fuerza, el chavismo es labia. Labia magnífica, que crea una realidad falsa, un mundo de artificio en el que las cosas están mejorando y en el que el mismo Dios, para no habar de Bolívar, parece tener un puesto en el consejo de ministros.
Esa ilusión, esa colosal impostura, hay que destruirla. Hay que decir no sólo que el emperador está desnudo, sino que cojea, suda, huele mal y tiene el pipí chiquito.
Adentrarse en la nube roja, la nube de gamelote y mentira, y airearla para que deje de ocultar, ante las mayorías, la verdadera apariencia de autoritarismo, intolerancia y mediocridad que mueve, más que otra cosa, a la casta que hoy gobierna Venezuela.
¿Cómo? Para entrar en detalle sobre eso, es preciso otro post.
b) pese a que nuestro candidato, Manuel Rosales, perdió, tanto él como buena parte de su equipo pueden reclamar varios importantes logros: evitaron la pérdida de vidas humanas al reconocer pronto la derrota, reforzaron el camino de moderación y de recuperación de la política verdadera que había caracterizado a la campaña, recuperaron buena parte del entusiasmo que parecía perdido a principios de año y debilitaron considerablemente el motto de la propaganda chavista en cuanto a que la oposición venezolana tiene una naturaleza insurreccional y golpista.
c) las actitudes predominantes entre nosotros, me parece, son dos: qué dolor tan grande que nos derrotaron y ya no hay nada que hacer sino defenderse o emigrar, o hay que tener esperanza y prepararse para seguir luchando y para convencer a los que aún no están convencidos.
d) último pero no menos importante, se aisló a los radicales; hoy, no son muchos los que se atreven a divulgar en público teorías conspiratorias sobre un fraude que no existió, como esa descabellada historia según la cual secuestraron a la familia de Rosales o aquella otra en la que la oposición vendió su derrota a cambio de un retiro organizado del chavismo en los próximos dos años. Y a los abstencionistas que levantan su dedito y mascullan "se los dije", casi nadie parece prestarles atención. Digo todo esto sin tener un buen estudio de opinión a mano, por supuesto, sino basándome en lo que escucho por teléfono, en persona y por radio, y lo que leo en la prensa, en mi buzón electrónico y en la mayoría de los comentarios en este blog.
Hecha esa cuenta, miremos ahora a lo que parece levantarse en nuestro horizonte.
Primero, hay que notar que lo que va a empezar a ocurrir ha sido anunciado, y ese anuncio ha sido respaldado por la mayoría. Respaldado conscientemente, quiero decir. Más de siete millones de personas le dijeron a Chávez: "dale que no viene carro".
Como han dicho varios observadores, Chávez fue bastante claro en lo que estaba prometiendo. El que votó por él, o el que se negó a votar en su contra, no lo hizo a ciegas, me parece. Sí, muy poca gente en esta nación desinformada sabe con precisión qué significan socialismo y reelección indefinida, y qué son Irán y Cuba y Corea del Norte, y qué significa comprar 100.000 fusiles en lugar de equipos de diálisis o casas prefabricadas o cloacas. Pero, insisto: Chávez dijo con mucha claridad y frecuencia que quería el voto para profundizar la revolución, cambiar el modelo de propiedad, reformar la Constitución, dirigir por completo la economía y la educación, cubrir los espacios de poder que áun no domina. Eso de que votaron por él por ignorancia o por ingenuidad, lo siento, pero no me lo creo. Votaron por el Chávez militar, grosero y hegemónico que quiere gobernar hasta al menos 2021. No por ninguna otra cosa. Esto no fue 1998, cuando Chávez era relativamente desconocido que podía decir a cada auditorio lo que éste quería escuchar; hoy, ocho años después, no veo cómo puede engañar a nadie. Como parto de que la gente, en general, no es idiota, asumo que han votado las mayorías por Chávez con los ojos bien abiertos. Con la creciente violencia, con gente viviendo en las barrancas del Guaire, con Vargas devastado, con gente clavándose a un árbol para conseguir vivienda, con Isaías Rodríguez cobrando un sueldo por mentir e Iris Varela demandando a Avior por 500 millones y Juan Barreto diciéndole marico a todo el que es su enemigo ... con todo eso delante de los ojos, la mayoría votó por Chávez.
Esas mayorías pueden estar muy convencidas de que han hecho lo correcto. En mi opinión, e imagino que en la de muchos de ustedes, están equivocadas. Sí, las mayorías se equivocan. Sí, siete millones de personas pueden equivocarse. Ha pasado muchas veces; se equivocaron al elegir muchos malos gobernantes en nuestro pasado. Se equivocaron con Hitler, con Mussolini, y se han equivocado con Fidel.
A esa mayoría, hay que rebajarla. Convertirla en minoría. Para salir de este drama, para dirigir al país por el camino del desarrollo y no el de la autodestrucción, es preciso, es imprescindible que los que no creemos en Chávez, los que no queremos seguir sosteniéndolo en el poder, seamos los más, los que contemos.
Eso implica conversar, convencer gente. En grandes cantidades.
Ojo, yo no sé cómo hacerlo. No sé muy bien cómo responderle a Janet, la chavista de excelente ortografía que me ha dejado largas e injuriosas (para variar) diatribas en los dos post anteriores. No logro sacarme de la cabeza la angustia de que, si la misma realidad no los convence, cómo zipote los puede convencer uno.
Pero se me ocurre que hay varias cosas que podemos intentar. Varias maneras de conseguir entender esa nube roja que rodea al caudillo y que le da éxito: la nube retórica que ha conseguido el milagro, un milagro que ya dura ocho años, de consolidar más y más en el poder a un gobierno que tiene como rasgos predominantes (fuera de algunos destellos de eficiencia y de bondad, ya hablaremos de eso) la ineficacia, la corrupción y la crueldad.
El chavismo es, más que todo, propaganda. Discurso. Más que dinero, más que fuerza, el chavismo es labia. Labia magnífica, que crea una realidad falsa, un mundo de artificio en el que las cosas están mejorando y en el que el mismo Dios, para no habar de Bolívar, parece tener un puesto en el consejo de ministros.
Esa ilusión, esa colosal impostura, hay que destruirla. Hay que decir no sólo que el emperador está desnudo, sino que cojea, suda, huele mal y tiene el pipí chiquito.
Adentrarse en la nube roja, la nube de gamelote y mentira, y airearla para que deje de ocultar, ante las mayorías, la verdadera apariencia de autoritarismo, intolerancia y mediocridad que mueve, más que otra cosa, a la casta que hoy gobierna Venezuela.
¿Cómo? Para entrar en detalle sobre eso, es preciso otro post.
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