viernes, diciembre 15, 2006

Trino Márquez: EL PLANO INTERNACIONAL

La campaña electoral pasada arrojó, en distintos planos, un saldo altamente positivo para la oposición democrática. Ese resultado pudo apreciarse en la actitud de la gente luego de que el Consejo Nacional Electoral anunciase los resultados de la consulta, pero sobre todo después de las acertadas ruedas de prensa e intervenciones de Manuel Rosales, Teodoro Petkof y Leopoldo López. Ni la frustración ni la depresión afectaron a la inmensa mayoría de quienes habían votado por el gobernador del Zulia. Salvo algunas cuantas mentes afiebradas, que viven de las fábulas y han perdido todo sentido de la realidad y la responsabilidad, y se han dedicado a alimentar versiones extravagantes de lo que ocurrió en esa jornada, la gente reaccionó reconociendo que la oposición es minoría y que el futuro democrático habrá que construirlo sobre la base de mucho tesón y muchos aciertos.
Los dos principales partidos opositores que surgieron de la consulta del 3 de diciembre son Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia. Considero poco probable que estas dos agrupaciones decidan fundirse en una sola organización, al menos en el corto plazo. UNT es de orientación socialdemócrata, mientras PJ apunta más hacia una posición de centro liberal, aunque su directiva se resista a asumir de forma desembozada una definición ideológica con ese perfil (o con cualquier otro). En el futuro cercano lo previsible es que ambas agrupaciones se dediquen a tallar sus vértices programáticos, y a precisar las acciones a partir de las cuales enfrentarán ese capricho delirante de Chávez llamado “socialismo del siglo XXI”. Un proyecto hegemónico de dominación total —como el que pretende implantar el autócrata— no puede encararse con éxito sin una visión, también global, de lo que debe ser la nación. Dentro de esta cosmovisión resulta muy importante la dimensión internacional, ámbito al que, debido a la celeridad y al poco tiempo de la campaña, la oposición no pudo prestarle la debida atención durante el capítulo electoral.

Pasada la página, y habiendo entrado en una nueva etapa de resistencia y lucha, la oposición, especialmente Manuel Rosales, tiene que resaltar el enorme significado de este aspecto para impedir que Venezuela se convierta en un territorio a total merced de un caudillo como Chávez, que se mueve dentro de un modelo cuyas coordenadas están definidas por el colectivismo, el militarismo, el populismo autoritario y todos los demás componentes que cuestionan la democracia.
Si bien es cierto que el comandante vive obsesionado por la idea de convertirse en el sucesor de Fidel Castro, razón por la cual sobrevalora su peso en el continente y en el planeta, hay que admitir que su estrategia ha alcanzado algunos logros importantes. Hoy su figura es conocida y reconocida entre las más destacadas de la izquierda radical en el globo terrestre. Esta presencia, obtenida con la chequera petrolera, le ha ganado apoyo y popularidad entre los grupos que en América Latina, Europa y otras partes del mundo, siguen considerando el capitalismo como un régimen económico inhumano y a los Estados Unidos como encarnación del oprobio. Todavía más: Hugo Chávez ha demostrado habilidad para ganarse o neutralizar a figuras como Lula y Michelle Bachelete, jefes de Estado situados en el terreno de la socialdemocracia, el Estado de Bienestar y la centro izquierda. Además, Lula y Bachelete creen firmemente en la democracia como un sistema que permite renovar los poderes públicos y rotar los gobiernos, creencia que se evaporó de la mente de Chávez hace mucho tiempo o, lo más probable, en la que nunca creyó.

Manuel Rosales necesita consolidarse como un líder nacional con proyección continental. Es inconveniente que el hombre de Sabaneta siga actuando como si fuese el único líder del país que merece ser conocido por la comunidad internacional. Los límites domésticos en los que ha tenido que actuar la oposición, y que no pudo trascender Rosales, hay que superarlos. La batalla contra el esquema autoritario y anacrónico que propone Chávez hay que trasladarlo también al plano multinacional. Fuera de nuestras fronteras es muy poco lo que se sabe de los afanes hegemónicos y de la autocracia que se ha venido tejiendo en Venezuela desde hace ocho años. El costoso lobby que paga el gobierno y la complicidad de la prensa e intelectuales a que siguen admirando a Fidel Castro y la revolución cubana, han tendido un manto que oculta lo que realmente ocurre en el país. Afuera se desconoce que todo el poder del Estado está concentrado en el primer mandatario; que no existe ni la menor independencia ni equilibrio entre los poderes públicos; que la riqueza petrolera y PDVSA —la principal empresa del país y en teoría propiedad de todos los venezolanos— son manejadas a discreción por el presidente de la República; que las Fuerzas Armadas han sido sometidas a un agresivo programa de politización y desprofesionalización; que el Gobierno trata de convertir el sistema educativo en un vasto instrumento para la fanatización y el culto a la personalidad; que hay presos políticos, igual que en Cuba; y que los medios de comunicación y la libertad están permanentemente amenazadas por un mandatario cuya vocación de poder es insaciable.
Esta realidad es ignorada, mientras los epígonos del régimen hablan de una nueva democracia participativa y de un sistema social más justo que les ha permitido a los pobres asumir el papel protagónico que la democracia anterior les negaba. Inversiones y distorsiones que deben combatirse con una presencia más dinámica en la esfera internacional.


No hay comentarios.: