Para los que no están familiarizados con este dicho popular venezolano, diremos que cachicamo es el Dasypus novemcinctus, o sea, el armadillo, y la lapa, no es otra cosa que la paca, Cuniculus paca. En Venezuela este refrán se utiliza, coloquial y figurativamente, para significar que alguien le hace el trabajo a otro.
Yo seré, en este caso, el cachicamo. Razones me asisten. En estos días, viendo el Canal 8, escuché a uno de los adalides de la Quinta República, utilizar la tan conocida frase de Cervantes, puesta en boca de Don Quijote: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” (en adelante sólo LSSQC) “¿Pero cómo, me dije a mí misma, eso no ha sido ya abundantemente utilizado, en dirección contraria, es decir, de la oposición hacia el gobierno, durante la Cuarta República?” Primero pensé en lo plástico del lenguaje —no en el sentido de Plástico, la lúcida canción de Rubén Blades—, sino en la capacidad polisémica de la palabra, que se tuerce, se retuerce, y puede adoptar distintos significados según el hablante. Pero después me dije: “ya está bueno, hay que remozar el diccionario de citas citables”, porque si no vamos a terminar por tener que usar un código que nos permita diferenciar las distintas interpretaciones, según desde donde sean emitidas, de un mismo y perenne léxico que, como todo, envejece. Por ejemplo la frase golpe de estado: referida al 4F92 (vamos bien, ya parece la nomenclatura de un código) tiene una connotación patriótica, histórica, digna y responsable, amerita un Paseo Los Próceres y los avioncitos haciendo piruetas. La misma frase, referida al 11A02, es execrable, antipatriótica, condenable, es decir susceptible de condena, de cárcel, pues, y amerita cero Paseo Los Próceres, cero avioncito. A mi humilde parecer es ahí donde entraría a tallar el dicho código, por ejemplo: “Los que vilmente se prestaron a un 11A02 están muy por debajo de aquellos que condujeron un 4F92”. Algo así como eso que uno ve en las series policiales gringas, en las que un tombo le dice por radio al otro: “tengo un 3435 en proceso”, o cualquier otro número, para el caso es igual. Al utilizar la ya mencionada frase de Cervantes, debería agregársele, según de donde provenga, un número al final: LSSQC5, es decir, dicha desde la Quinta, o LSSQC4, cuando sea dicha desde la Cuarta, así nos evitaríamos, creo yo, que la ductilidad del lenguaje nos juegue malas pasadas de tipo interpretativo.
Whitman desapareció de los discursos hace ya tiempo, presumiblemente porque alguien sopló que había sido gay, pero siempre nos queda Frantz Fanon, Maquiavelo, Martí y otros tantos, en verdad todos dignos, todos reivindicables, más allá del uso sesgado que se haga de sus decires y ciertas cuestiones temporales y geográficas que no vienen al caso. Así, pues, que en mi función de cachicamo me di a la tarea de tratar de remozar las citas y me fui al diccionario de ídems. Me gustó esta de Proudhomme: “Los grandes no son grandes más que porque estamos de rodillas, ¡levantémonos!”; y esta: “Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía”, Simón Bolívar; también esta: “Cuando veo que uno se encoleriza es que no tiene razón”, un zapatero remendón, citado por Leibnitz. Claro que en estos tiempos, no podemos dejar fuera a Séneca: “El camino por los preceptos es largo; y breve y eficaz por los ejemplos”. Y ya que tocamos a Séneca, el papá del ensayo literario según algunos, ¿cómo no recordar a Montaigne, aunque la frase no aparezca en el dicho diccionario sino en el Livre I,, p.315, Paris, Falammarion, 1969, “De la desigualdad que hay entre nosotros”: “Los aduladores del gran Alejandro le hacían creer que él era hijo de Júpiter”. Nótese que todas ellas pueden ser utilizadas desde cualquiera de las perspectivas actuales. Se nos acaba el espacio. Cachicamo promete seguir leyendo para lapa.
Yo seré, en este caso, el cachicamo. Razones me asisten. En estos días, viendo el Canal 8, escuché a uno de los adalides de la Quinta República, utilizar la tan conocida frase de Cervantes, puesta en boca de Don Quijote: “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” (en adelante sólo LSSQC) “¿Pero cómo, me dije a mí misma, eso no ha sido ya abundantemente utilizado, en dirección contraria, es decir, de la oposición hacia el gobierno, durante la Cuarta República?” Primero pensé en lo plástico del lenguaje —no en el sentido de Plástico, la lúcida canción de Rubén Blades—, sino en la capacidad polisémica de la palabra, que se tuerce, se retuerce, y puede adoptar distintos significados según el hablante. Pero después me dije: “ya está bueno, hay que remozar el diccionario de citas citables”, porque si no vamos a terminar por tener que usar un código que nos permita diferenciar las distintas interpretaciones, según desde donde sean emitidas, de un mismo y perenne léxico que, como todo, envejece. Por ejemplo la frase golpe de estado: referida al 4F92 (vamos bien, ya parece la nomenclatura de un código) tiene una connotación patriótica, histórica, digna y responsable, amerita un Paseo Los Próceres y los avioncitos haciendo piruetas. La misma frase, referida al 11A02, es execrable, antipatriótica, condenable, es decir susceptible de condena, de cárcel, pues, y amerita cero Paseo Los Próceres, cero avioncito. A mi humilde parecer es ahí donde entraría a tallar el dicho código, por ejemplo: “Los que vilmente se prestaron a un 11A02 están muy por debajo de aquellos que condujeron un 4F92”. Algo así como eso que uno ve en las series policiales gringas, en las que un tombo le dice por radio al otro: “tengo un 3435 en proceso”, o cualquier otro número, para el caso es igual. Al utilizar la ya mencionada frase de Cervantes, debería agregársele, según de donde provenga, un número al final: LSSQC5, es decir, dicha desde la Quinta, o LSSQC4, cuando sea dicha desde la Cuarta, así nos evitaríamos, creo yo, que la ductilidad del lenguaje nos juegue malas pasadas de tipo interpretativo.
Whitman desapareció de los discursos hace ya tiempo, presumiblemente porque alguien sopló que había sido gay, pero siempre nos queda Frantz Fanon, Maquiavelo, Martí y otros tantos, en verdad todos dignos, todos reivindicables, más allá del uso sesgado que se haga de sus decires y ciertas cuestiones temporales y geográficas que no vienen al caso. Así, pues, que en mi función de cachicamo me di a la tarea de tratar de remozar las citas y me fui al diccionario de ídems. Me gustó esta de Proudhomme: “Los grandes no son grandes más que porque estamos de rodillas, ¡levantémonos!”; y esta: “Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía”, Simón Bolívar; también esta: “Cuando veo que uno se encoleriza es que no tiene razón”, un zapatero remendón, citado por Leibnitz. Claro que en estos tiempos, no podemos dejar fuera a Séneca: “El camino por los preceptos es largo; y breve y eficaz por los ejemplos”. Y ya que tocamos a Séneca, el papá del ensayo literario según algunos, ¿cómo no recordar a Montaigne, aunque la frase no aparezca en el dicho diccionario sino en el Livre I,, p.315, Paris, Falammarion, 1969, “De la desigualdad que hay entre nosotros”: “Los aduladores del gran Alejandro le hacían creer que él era hijo de Júpiter”. Nótese que todas ellas pueden ser utilizadas desde cualquiera de las perspectivas actuales. Se nos acaba el espacio. Cachicamo promete seguir leyendo para lapa.
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