Cabalgando a media legua entre la novela histórica y la narración de aventuras, La catedral del mar logró convertirse desde marzo del año pasado en un sorprendente éxito de librería en España y el mercado hispanohablante. A la vez dio a conocer a un nuevo y desconocido autor —el abogado catalán Ildefonso Falcones de Sierra, sin obra literaria previa— que ha logrado poner sobre el tapete de la modernidad el viejo tema de la edificación, en el siglo XIV, de la catedral de Santa María de la Mar en el barrio barcelonés de la Ribera. Una novela amplia, ambiciosa, a ratos sobrecogedora, que ha seguido esta construcción a través de una dramática saga familiar que ilustra a su vez una casi olvidada gesta popular frente al poder del rey y de la Iglesia. Una catedral erigida por hombres del mar en una ciudad que aunque dominaba el Mediterráneo —Barcelona— paradójicamente carecía de puerto. Leer su primera página es arrastrase a lo largo de las 670 que la componen.
La acción central de la novela transcurre en una Ciudad Condal que disfruta su momento de mayor prosperidad a mediados del XIV, pero su historia comienza en Cataluña adentro, en un época dominada por los señores feudales. La arbitrariedad marca la vida de una familia que huye de la injusticia y busca en la ciudad mediterránea el espacio donde se alcanza la libertad. El levantamiento de la Santa María de la Mar marcha paralela a la historia de Arnau, un siervo de la tierra que se convierte en ciudadano y, consecuentemente, en hombre libre, después de haber sido fugitivo, palafrenero, estibador y soldado y de haber sufrido toda suerte de desventuras. La transformación de Arnau sirve como herramienta humana para hacer fluir la narración y, en dirección contraria, la catedral de la Ribera deviene en el símbolo de la fe y la lucha por un nuevo orden económico y social.
En La catedral del mar se unen los extremos: pobreza y riqueza, nobleza y villanía, creencia y pecado, bondad y venganza. Esta continua confrontación de condiciones y emociones le otorga un cierto carácter folletinesco que incluso hace referencia a Dumas, el padre, aunque sin el vuelo creador de éste. Sexo, amor, traición y mucho de orgullo catalán aderezan el relato saltando de un personaje a otro, seduciendo a través de imágenes muy conmovedoras, resolviendo dramáticamente una trama que necesita atravesar el largo período de construcción de la catedral. Es evidente el profundo conocimiento de Falcones de Sierra sobre el período que registra en su texto, aunque se encarga de poner de relieve su corrección narrativa sin mayores retos formales.
El más grave problema que enfrenta una novela como ésta es su aplauso comercial. Ha sido un éxito tanto en castellano como en catalán. Hay gente que se niega a leerla pues —afirman— un libro que ha vendido más de 600 mil copias en menos de un año no es de fiar. Ya se sabe: el triunfo no se perdona. En cambio, yo la encontré muy entretenida, incluso apasionante, pues —además de revelar un conocimiento profundo de la época— sabe rescatar el valor ancestral de la catedral popular de una ciudad en transformación.
LA CATEDRAL DEL MAR, de Ildefonso Falcones de Sierra. Grijalbo, Grupo Editorial Ramdon House Mondadori, Barcelona, 2006.
LA CATEDRAL DEL MAR, de Ildefonso Falcones de Sierra. Grijalbo, Grupo Editorial Ramdon House Mondadori, Barcelona, 2006.
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