A sus 76 años Clint Eastwood no tiene que demostrarle nada a nadie. Hace tiempo que sus dos Oscares como mejor director lo esperan cada noche en su casa. Uno de los más importantes creadores de la derecha ilustrada de Estados Unidos, este californiano nacido en San Francisco en 1940 labró una exitosa carrera en el cine comercial como actor antes de sumergirse en los retos de la dirección y del cine de autor, un oficio en el que —sin duda— ha dado sus mejores trabajos. Bird, Los imperdonables, Los puentes de Madison, Río Místico y Golpes del destino son obras memorables. Ya casi es una costumbre que cada principio de año la Academia lo vuelva a postular como mejor director. Esta vez no será diferente, aunque su candidatura es por Cartas de Iwo Jima, segunda visión de esta La conquista del honor que nos ocupa hoy. Una película se desprende de la otra y, aunque pueden ser vistas de forma autónoma, es evidente el vínculo entre ambas.
Eastwood y el guionista Paul Haggis partieron de la célebre imagen periodística que le valió el premio Pulitzer al fotógrafo Joe Rosenthal. La foto, recordada por muchos, recoge el momento cuando un puñado de soldados estadounidenses plantó la bandera de las barras y las estrellas en el monte Suribachi, durante la batalla de Iwo Jima, en Japón, en febrero de 1945. Director y guionista se inspiraron en Banderas de nuestros padres: héroes de Iwo Jima, la novela de James Bradley, hijo de uno de los soldados de la foto, para elaborar una película que habla del patriotismo y del patrioterismo, del orgullo de un país y de la manipulación de la historia, de la mentira que oculta la verdad y de la necesidad de ser aceptados socialmente. Una película sobre los héroes, los de verdad y los de mentira.
El guión de Haggis propuso una ida muy ambiciosa que terminó moviéndose entre dos aguas. De una parte, según las propias palabras de Eastwood, “esta historia no sólo rinde homenaje a estos hombres que elevaron los colores de la bandera norteamericana, sino también celebra a todos los héroes anónimos que combatieron y encontraron la muerte tanto en Iwo Jima como en muchos otros campos de batalla durante la Segunda Guerra Mundial”. De la otra, La conquista del honor reconstruye el proceso de manipulación de la verdad que implica producir el show de los héroes de Iwo Jima —descendiente de indígenas incluido— con el fin de vender los bonos de la guerra que permitirían que un país quebrado como los EEUU de entonces continuara la contienda y la ganara. Los muchachos que participan en la campaña no son los mismos que plantaron la bandera. Son los falsos héroes que aquel país necesitaba.A través de una narración multitemporal y de la poderosa fotografía de Tom Stern que casi se convierte en blanco y negro, la historia adquiere un carácter extremadamente dramático no sólo por las escenas bélicas sino por las implicaciones éticas y morales que implica el espectáculo. El film de Eastwood serpentea entre el pasado y el presente para atrapar las contradicciones de los seres humanos que se saben miembros de una mentira. Tal es el mayor mérito del film. ¿Sus defectos? Tal vez una duración excesiva, la tendencia a ser reiterativa y una cierta mirada que roza el patrioterismo que no termina de definirse. ¿Las actuaciones? Excelentes, así como los factores de producción. Una película de Eastwood siempre posee altos valores de producción.
Lo interesante es que en pocos días se estrenará Cartas de Iwo Jima, que más que una segunda parte de esta película es una segunda visión del mismo conflicto bélico pero desde la perspectiva de los japoneses, con actores, guionista y técnicos japoneses y, además, hablada en japonés.
Calificación: 6,5/10
LA CONQUISTA DEL HONOR (“Flags of our fathers”), EEUU, 2006. Dirección: Clint Eastwood. Guión: Paul Haggis. Producción: Steven Spielberg, Clint Eastwood, Robert Lorenz. Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox. Música: Clint Eastwood. Elenco: John Benjamin Hickey, Paul Walker, Jesse Bradford, Barry Pepper, John Slattery, Melanie Lynskey, Neal McDonough, Adam Beach, Ryan Phillippe, Jamie Bell y Robert Patrick, entre otros. Distribución: Cinematográfica Blancica.
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