Las dos vertientes fundamentales de la obra de la escritora y periodista venezolana Mónica Montañés —teatro y televisión— se encuentran determinadas por la visión íntima del personaje femenino de un segmento de la clase media venezolana que, por extensión, puede ser una representación de la mujer latinoamericana. Hace una década El aplauso va por dentro —con la actuación de Mimí Lazo y la dirección de Gerardo Blanco— se convirtió en un sorprendente éxito teatral que no sólo ha sido aplaudido, valga la reiteración, en las ciudades más importantes de Venezuela sino también en Nueva York, Miami, Los Ángeles, Bogotá, Santiago, Santo Domingo, Madrid y Lisboa. Esa confesión pública que, en un gimnasio de Caracas, hace Valeria —una mujer que roza sus cuarenta años— acerca de su vida afectiva y, sobre todo, de cómo se aprecia ella misma, logró una relación de identidad con un público mayoritaria pero no excluyentemente femenino. Sus otras piezas teatrales y sus libretos de telenovela conforman un planteamiento coherente con esta mirada a la afectividad desde la experiencia femenina.
Desde hace más de un año, por una razón u otra, he venido posponiendo la lectura de Perlas falsas, la primera incursión de Mónica en el género de la novela. En diciembre pasado me sumergí en sus páginas siguiendo los pasos de Quica, una mujer al borde de sí misma, que en medio de las insatisfacciones de su vida familiar y afectiva descubre los mecanismos que dominan la muerte de Pipina, una vecina a quien poco frecuentó pero que, poco a poco, se hace presente en su vida. Un impulso indetenible la conduce a investigar el caso y va desvelando misterios que pueden explicar un asesinato, tal vez un suicidio.
A medio camino entre el relato de suspenso y la confesión personal, la novela se desarrolla bajo un esquema intimista que a primera vista parece quedarse en un plano epidérmico de la situación dramática. Pareciera que a la autora no le interesara profundizar en la anécdota sino desarrollar un estilo ligero, coloquial, incluso tópico, que permite identificar ciertos estereotipos de la clase media acomodada venezolana.
No obstante, en la medida en que la trama se desliza hacia su resolución, el texto adquiere mayor densidad y de lo epidérmico se desplaza al caótico interior de una mujer en crisis que busca entender los porqués de las conductas de Pipina, su marido, sus amigas y de ella misma. Quica deja de ser un estereotipo de la mujer insatisfecha para indagar en una visión ética de las relaciones humanas. Los conflictos se articulan en el hallazgo de la verdad detrás de lo aparente. Son perlas falsas que van abriendo camino hacia la realidad.
Mónica tiene la rara cualidad de manejarse con pericia y soltura en distintos planos creativos, siempre con el uso del humor negro, aunque a veces no puede evitar transparentar un cierto aire d eternura hacia su personaje principal, su pequeña heroína de la cotidianidad. Al terminar Perlas falsas disfruté el humor de Veintitantos amores y pico, su único libro de cuentos, donde se halla, de nuevo, ese placer de describir y expresar el universo de mujeres atormanetadas por la vida que llevan, por la que les gustaría llevar, por sus amores y por los eternos personajes ocultos y omnipresentes: los hombres.
PERLAS FALSAS. Mónica Montañés. Ediciones B, Bogotá, 2005.
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