Pero hay muchas otras expropiaciones andando por allí, desarrollando su curso, operando en otros terrenos menos materiales, más del alma y del espíritu, amputando aspiraciones, sueños, derechos, no sólo entre quienes adversan al régimen sino también entre sus propios seguidores. El régimen expropia a unos y a otros, y expropia muchos tipos de capital.
A sus propios seguidores, los expropia del derecho a disentir, a construir y a militar en organizaciones diversas, plurales, aun cuando se declaren adherentes fieles de la revolución. No pueden sino militar en un partido único. Son expropiados de sus siglas y de su historia. Son expropiados de capital ideológico e intelectual.
A estos mismos seguidores, el régimen los expropia también del derecho a aspirar o soñar con liderar el proceso y convertirse algún día, por ejemplo, en presidentes de la República. El jefe es uno solo y es el mismo para siempre. Los seguidores son expropiados de capital político.
El régimen expropia a familias, vecinos y amistades de querencias, apegos y cariños al someterlas a un proceso intenso de polarización política capaz de fracturar sólidas relaciones. En otras palabras, nos expropia de capital afectivo.
Expropia a la sociedad de reglas fundamentales para su buen funcionamiento. Organizaciones que se supone deben ser autónomas e independientes son sometidas al control y la voluntad de un hombre. Es la expropiación del capital institucional.
Las expropiaciones son múltiples y continuas. Una que no debemos dejar que ocurra es la expropiación de la esperanza. Esa depende enteramente de nosotros para que pueda darse, y mientras no se de, todas las otras expropiaciones son reversibles.
gerver@liderazgoyvision.org
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