VOLVER (España, 2006), de Pedro Almodóvar. Con Penélope Cruz, Carmen Maura, Lola Dueñas. Blanca Portillo, entre otros. Distribuida por 20th Century Fox. Estrenada el 10 de noviembre.Almodóvar no deja de impactarme y no me canso de descubrirlo. Con los años ha ganado en madurez creadora, especialmente desde Todo sobre mi madre, Hable con ella y La mala educación, tres obras que han indagado en la importancia del vínculo materno-filial y en las afectividades masculinas y femeninas. Volver marcó un evocador retorno a las raíces de su infancia y al territorio de una desoladora nostalgia. Después de una carrera notable, heterodoxa e irregular, el cineasta español realizó un acto de confesión íntima que funcionó como una suerte de coartada de toda su obra. Pero sobre todo es un ajuste de cuentas personal expresado a través de una poética de gran belleza. Es la historia de un fantasma que planea sobre las vidas de un grupo de almas femeninas errantes que se identifican con los rasgos básicos de todo ser humano. Es el fantasma de la madre, pero no sólo de la figura materna, como emblema universal, sino de la madre del propio Pedro Almodóvar. No se trata de un cuento unívoco y lineal, sino de un recorrido laberíntico, zigzagueante, nervioso y hasta frenético que, de forma paradójica, mantiene la coherencia tanto estilística como temática. El realizador recorrió espacios humanos, reconoció rostros, rescató sonrisas y miradas, con un estilo absolutamente personal, como obra inequívocamente suya. Penélope Cruz volvió a demostrar lo buena actriz que puede ser cuando trabaja con un buen director y un buen guión y Carmen Maura impresionó por su fuerza expresiva. La actriz fetiche de Almodóvar regresó por sus fueros. Por su parte, Lola Dueñas y Blanca Portillo completaron el reparto central de una obra que ha logrado atraer hasta a los más indiferentes alrededor de una visión sobre un mundo de mujeres. Se presentó inicialmente en el Festival de Cine Español y es, sin duda, una de las grandes de 2006.
LA PROVOCACIÓN (“Match Point”, Reino Unido y Estados Unidos de América, 2005), de Woody Allen. Con Scarlett Johansson. Jonathan Rhys Meyer, Brian Cox, Emily Mortimer, Alexander Armstrong y Morne Botesentre otros. Distribuida por 20th Century Fox. Estrenada el 5 de mayo.
Me quito el sombrero ante Woody Allen al ver La provocación, film que marcó su renovación temática y estilística, tras abandonar Manhattan y establecerse en Londres para narrar la historia de un trepador social que alcanza sus objetivos a través de la afectividad y el engaño. Narra la historia de Chris es un tenista profesional encuentra trabajo como profesor de tenis para personas de la alta sociedad londinense, lo que le permite conocer a un joven y fatuo miembro de esa clase, cuya hermana se enamora del tenista y lo introduce en la empresa familiar y acabará casándose con él. El ascenso social de Chris le lleva a alcanzar casi todo aquello que puede desear, aunque se siente atraído por la novia de su cuñado, con la que mantendrá una turbia y sórdida relación. Allen es implacable con sus personajes y no deja nada en pie. Lo hace de una forma sutil pero determinante. Cada acción, cada diálogo y cada encuendre se encuentran perfectamente articulados. Es un agudo estudio del oportunismo que me recordó a ratos el Bel ami de Guy de Maupassant. Otra de las grandes del año que vale la pena volver a ver.
LA CAÍDA (“Der untergstang”, Alemania, 2004), de Oliver Hirshbiegel. Con Bruno Ganz, Alexandra Maria Lara, Corinna Harfouch, Ulrich Matthes. Distribuye: Cinematográfica Blancica. Estrenada el 3 de febrero.
Una película tremenda, implacable, que me impactó de manera desbordante, como lo hizo con muchos espectadores. El film del joven cineasta alemán Oliver Hiurshbiegel reconstruye los últimos días de un régimen nefasto en abril de 1945. Un psicópata se desploma y con él se hunde un país, una sociedad, una cultura, un modelo político. Hitler y su círculo de confianza se atrincheraron en su búnker y allí estuvo Traudl Junge, una joven secretaria personal del Führer, que plasma la identificación del caudillo con el pueblo alemán. La caída presenta a un Hitler, interpretado magistralmente por Bruno Ganz, que es capaz de mostrarse colérico, egocéntrico e incapaz de reconocer sus propios errores a la vez que puede mostrar preocupación por el destino de algunos de sus subordinados o felicitar a una cocinera por su guiso. Un ser que, rayando en la locura, planea ataques imaginarios con tropas que ya no existen mientras los soviéticos estrechan el cerco. Todo esto mientras envejece ante los ojos del espectador según va tomando conciencia de su final y se arrastra como una bestia herida dentro del búnker mientras planea su propia muerte. No obstante, Hirschbiegel no se planteó la justificación de sus crímenes bajo esta “visión del hombre”. Por el contrario, escudriña en su vida para comprender la dimensión del drama humano colectivo que impulsó desde su miseria íntima. La caída provocó la discusión, pero nadie pudo serle indiferente.
EL HIJO PERDIDO (“Betty Fisher et autres histories”, Francia, 2001) de Claude Millar. Con Sandrine Kiberlain, Nicole Garcia, Mathilde Seigner. Distribuye: Cines Unidos. Estrenada el 3 de marzo.
El maestro francés Claude Millar presentó una película insólita, muy humana y, sobre todo, trasgresora de cualquier orden moral. Me gustó mucho por su forma de presentar un drama tradicional desde un punto de vista innovador. Tras la muerte de su hijo Joseph, la novelista Betty Fisher entra en una oscura depresión. Con la esperanza de resolver su situación, su madre Margot —enajenada de forma traumática para ella y los suyos— secuestra otro niño, José, en un intento de reemplazar a su nieto fallecido. José es primero rechazado y luego aceptado por Betty, pero su verdadera madre lo busca con la ayuda de su novio y algunos de sus secuaces. Una mezcla de cine negro con narración intimista que explora territorios no usuales y plantea dilemas sobre la maternidad. La afectividad y la oportunidad de actuar en el momento preciso y con la coherencia de quien sabe que está haciendo lo correcto. Me pareció un derroche de inteligencia y sensibilidad en el marco de una cartelera habitualmente mediocre. El hijo perdido llegó a Venezuela con cinco años de atraso pero mantiene su calidad intacta. Se presentó en el XX Festival de Cine Francés.
EL MÉTODO (España y Argentina, 2006) de Marcelo Piñeyro. Con Eduardo Noriega, Najwa Nimri, Eduard Fernández, Pablo Echarri, Ernesto Alterio, Carmelo Gómez, Adriana Ozores, Natalia Verbeke. Distribuye: Cines Unidos. Estrenada el 10 de noviembre.
Los que la vimos presenciamos un combate feroz entre ocho personas por algo más que un puesto de dirección en una empresa multinacional en el Madrid contemporáneo. Asistimos un ejercicio crítico sobre un modelo de conducción gerencial que adquiere características más amplias y con mayores riesgos. El realizador argentino Marcelo Piñeyro asumió el reto de adaptar la muy exitosa obra del dramaturgo catalán Jordi Galcerán para convertirla en El Método, que amplía de cuatro a siete los personajes que se someten a un proceso de selección para trabajar en una importante empresa. Se les somete a insólitas y misteriosas pruebas que determinarán quién es el mejor para el cargo, en una especie de darwinismo laboral. Una guerra despiadada entre soldados de un mismo bando, ejecutada en batallas sucesivas que degradan el rol profesional de un gerente y le confieren el carácter bestial de la lucha del más apto. ¿El más apto para qué? El film se desarrolló con el trabajo de un grupo de actores excelentes –Carmelo Gómez, Adriana Ozores, Eduard Fernández, Najwa Nimri, Eduardo Noriega, Ernesto Alterio, Natalia Verbeke, Pablo Echarri— que sabe comunicar las contradicciones de esta guerra gerencial que no deja nada en pie. Se estrenó en el marco del Festival de Cine Español.
OLDBOY (“Oldboy”, Corea del Sur, 2003) de Chan-wook Park. Con Choi Min-sik, Woo Ji-tae, Gang Hye-jung, Chi Dae-han, Oh Dal-su y Kim Byoung-ok, entre otros. Distribución: Films sin Fronteras. Estrenada el 22 de septiembre.
Sorprendente, conmovedora, chocante, revulsiva, admirable. Todos estos adjetivos son perfectamente aplicables a Oldboy, la bizarra película del surcoreano Park Chan-wook que hace tres años se alzó con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes en 2004 y que por un par de semanas conmovió a quienes la vimos en Caracas. Tras montar un vergonzoso escándalo público, Oh Dae-Su, un hombre de mediana edad, borracho, es secuestrado y mantenido en cautiverio durante quince años sin saber por quién y, sobre todo, por qué. No hay explicaciones, tampoco motivos aparentes. Al cumplirse la “condena”, Oh Dae-Su es liberado y descubre que tiene sólo cinco días para ejecutar la venganza que ha venido rumiando a lo largo de tres quinquenios. Cinco días que revelan cómo se ha convertido en una suerte de bestia que lleva adelante su misión con Mi-Do, la chica que le acompañará en su búsqueda. Ojala la vuelva a programar. Puedo confirmarles que se trata de uno de los relatos de acción y misterio más reveladores y contundentes que he visto en los últimos años. Sólo pido que la vuelva a proyectar porque mucha gente no pudo verla.
NUEVE VIDAS (“Nine lives”, EEUU, 2005) de Rodrigo García, con Kathy Baker, Amy Brenneman, Elpidia Carrillo, Glenn Close, Stephen Dillane, Dakota Fanning, William Fichtner, Lisa Gay Hamilton, Holly Hunter, Jason Isaacs, Joe Mantegna, Molly Parker, Sissy Spacek, Robin Wright Penn. Distribución: Embajada de EEUU. Estrenada el 14 de julio.
Después el éxito de crítica de su recordada Las cosas que puedes decir con sólo mirarla (2000) y del reconocimiento a su dirección en varios capítulos de series de TV como Six Feet Under, The Soprano y Carnivàle, Rodrigo García —cineasta colombiano asentado primero en México y luego en Los Ángeles e hijo de Gabriel García Márquez, lo cual es lo menos importante— abordó la excelente Nueve vidas, obra que juega con el tiempo real y el tiempo cinematográfico —a la manera de Hitchcock— pero con un toque personal que trasciende el uso el plano secuencia. Tan sólo cuatro días de exhibición en Caracas —en el marco del IV Festival de Cine Independiente de EEUU— tuvo esta pequeña joya del cine intimista que logra articular —en poco menos de dos horas— nueve historias vividas por nueve mujeres diferentes en sus actividades y entornos sociales pero muy similares en el campo de la afectividad. Lo cual equivale también a decir que estamos ante el trabajo de —como mínimo— nueve grandes actrices norteamericanas. Film de gran fuerza emotiva y de una esencia femenina fundamental, merece ser descubierto por aquellos que no pudieron verla en julio pasado. Me encantó.
EL NOVENO DÍA (“Der Naunte Tag”, Alemania, Luxemburgo y República Checa, 2004) de Volver Schlondorff. Con Ulrich Matthes, August Diehl, Bibiana Beglau, Hilmar Thate, Germain Wagner Jean-Paul Raths e Ivan Jirik. Distribuye: Cinematográfica Blancica. Estrenada el 1 de junio.
El director de El Tambor de hojalata y otras grandes obras del cine lemán de las últimas cuatro décadas, presentó este drama sobre las interioridades del holocausto a partir del dilema moral y ético de un sacerdote luxemburgués —que atiende a los prisioneros de Dachau— enviado a su país por el joven oficial alemán del campo de concentración para pedirle a su obispo que no continúe atacando al régimen nazi. Lo que se está negociando es la vida de miles de seres humanos. Schlondorff logró un film de intensa fuerza dramática que encontró un nuevo ángulo al viejo tema del dominio y la locura del nazismo. Es otra de las que vale la pena volver a programar.
BUENOS DÍAS NOCHE (“Buongiorno, notte”, Italia, 2003), de Marco Bellocchio. Con Maya Sansa, Luigi Lo Cascio, Pier Giorgio Bellocchio, Giovanni Calcagno, Paolo Briguglia, Roberto Herlitzka. Distribuye: Gran Cine. Estrenada el 4 de enero.
A partir del secuestro y la posterior muerte del líder democratacristiano Aldo Moro, en 1978, Marco Bellocchio propuso una interpretación de aquel hecho abominable que cambió la política italiana desde la perspectiva de los miembros de las Brigadas Rojas que ejecutaron la acción. No le interesó volver a contar la acción guerrillera urbana sino interpretar —sobre el libro de Anna Laura Brughetti— las relaciones que se establecieron entre el dirigente político y sus captores en un momento muy difícil para la democracia italiana, vistas desde la perspectiva de una chica militante cuya vida cambia de forma medular. Al final, la película se convierte en una incisiva crítica al liderazgo político de la Italia de aquellos tiempos. Maya Sansa, quien estuvo en Caracas para presentar la película, y Roberto Herlitzka ejecutaron actuaciones muy sólidas. Se estrenó en el marco de Festival de Cine Italiano.
LA FIESTA DEL CHIVO (“The Feast of the goat”, Reino Unido y España, 2005) de Luis Llosa. Con Tomás Milian, Isabella Rossellini, Paul Freeman, Juan Diego Botto y Stephanie Leonidas, entre otros. Distribuye: Cinematográfica Blancica. Estrenada el 12 de octubre.
Confieso que me aproximé a La fiesta del chivo, del peruano Luís Llosa, con tres temores. El primero: cuando leí la apasionante novela de su primo Mario Vargas Llosa me pareció bastante difícil la posibilidad de llevarla al cine. El segundo: las películas previas de Llosa han sido bastante menores. El tercero: nunca me han gustado las producciones con temas, personajes o ambientes latinoamericanos habladas en inglés.Tampoco las polacas, francesas, italianas o japonesas habladas en inglés. Entonces, entré a la sala con más desdén que interés. Pero me encontré con una obra inteligente, bien estructurada, que supera los obstáculos de ciertos códigos comerciales y se sitúa como una interpretación del autoritarismo desde una perspectiva contemporánea. La memoria de Urania Cabral —la mujer que regresa a República Dominicana en 1992 después de treinta años para saldar una vieja cuenta con su padre— dio sustento a la ficción que Vargas Llosa propuso para comprender de una forma más íntima la sanguinaria dictadura de Rafael Leonidas Trujillo. En el film de Llosa, en cambio, los recuerdos de Urania conforman parte importante de su nervio central pero su estructura narrativa fundamental depende más de la fuerza del personaje del dictador y de la preparación del atentado que costó la vida a Chapita, el mismo que posibilitó el tránsito a otra etapa política dominicana —también muy sangrienta— que se disfrazó de democracia bajo la égida de Balaguer. Muy buena actuación de Tomás Milian. Se estrenó en el marco del Festival de Cine Español.