lunes, septiembre 25, 2006

SUMARIO 25-09-06

Estimados amigos en Venezuela y el mundo:

En esta nueva edición de Ideas de Babel encontrarán:
  • En la sección Política, una visión sobre la vocación guerrerista del gobierno de Hugo Chávez y la necesidad de recoger las banderas de la paz en Venezuela, antes de que sea tarde.
  • En la sección Cine, mi comentario sobre Miami Vice, lo interpretación de Michael Mann sobre el serial de TV de los ochenta, y un mirada sobre Cazuza, el tiempo no para, film de Sandra Werneck y Walter Carvalho que aborda la mítica figura del líder de la banda de rock brasileña Barao Vermelho y que será presentada este miércoles en el Instituto Cultural Brasil Venezuela.
  • Y como columnistas invitados, Gerver Torres y Trino Márquez coinciden en el tema económico para descubrir las fragilidades de la actual administración oficial.

Espero sus comentarios y los invito a escribir.


Alfonso Molina

Política: CONTRA LA GUERRA


Hugo Chávez va a la ONU e insulta a George W. Bush. De inmediato la formación radical libanesa chi Hezbolá —“el partido de Dios”— rinde homenaje al presidente venezolano. Es decir, se realiza públicamente la identificación de dos formas de actuación política —el chavismo y Hezbolá— por la vía de la confrontación y de la guerra. ¿Chávez no está en guerra? Cuando el teniente coronel promete la solidaridad de Venezuela con Irán —en el caso de una invasión norteamericana— ofrece derramar sangre venezolana en la lucha contra el Imperio, entendiendo como tal la actual administración de George W. Bush. Típico gesto demagógico y discursivo que pocas veces se torna realidad pero que define una vocación. Algo similar prometió en el caso de una agresión estadounidense a Cuba. Claro, es fácil y efectista ofrecer sangre en una acción heroica siempre que esa sangre no sea la de Hugo Rafael. Pero me gustaría saber qué opina la señora Marvel, allá en Petare, cuando le planteen que su hijo Juancho irá a defender Teherán de los marines yanquis. Sobre todo porque se habla insistentemente de derramar sangre venezolana, es decir, la de Juancho, no la de Hugo Chávez. Me sorprende que, ante el discurso guerrerista del presidente más belicoso y militarista que hemos tenido, la oposición venezolana no haya levantado las banderas de la paz. No se trata de abogar por la paz como lo hicieron los hippies de los años sesenta ante la guerra de Vietnam sino de poner de bulto que la confrontación con EEUU sólo conviene al presidente venezolano. Venezuela es un país que desde la insurrección guerrillera de los tempranos años sesenta no ha en-trado en combate con nadie. No estamos preparados ni entrenados para hacer la guerra. En rigor, no existen condiciones objetivas para librar un conflicto bélico con país alguno. No obstante, el gobierno compra fusiles, helicópteros y otros equipos militares para una eventual invasión norteamericana. Claro, si al señor Bush se le ocurriera la insensatez de invadir a Venezuela de nada valdrían los kalashnikov AK comprados a Rusia ni los equipos obsoletos por los cuales Chávez ha pagado una millonada. Después de los insultos de Chávez contra Bush en la ONU la policía neoyorquina requisó y retuvo por hora y media a Nicolás Maduro en el aeropuerto JFK. Pobre Maduro. Oficiales de la NYPD asustaron al Canciller venezolano. Le revisaron el pasaporte. Lo miraron de forma sospechosa. Pero no lo golpearon. Ni siquiera lo tocaron. ¿Qué esperaba? Tal vez Maduro no recordó cómo las bandas chavistas agredieron —hace unos meses— con tomates y otros “proyectiles” domésticos al embajador William Brownfield en Caracas. Eso no fue simbólico. Fue real. Una consecuencia efectiva de la cultura militarista y guerrerista del presidente. La misma que promete derramar sangre venezolana. La nuestra, no la de él.

Gerver Torres: ¿NUEVA HISTORIA?


Hay una historia que los venezolanos hemos visto repetirse muchas veces. Es la historia de nuestro auge y declinación en materia de economía al compás de los precios del petróleo. La mecánica es harto conocida: suben los precios del petróleo, aumenta el ingreso fiscal, que permite un mayor gasto público, lo cual dinamiza la economía hasta que caen los precios, se reduce el ingreso, se hace necesario un ajuste y viene la recesión. Esa es la historia que se repite.
Ahora que los precios petroleros han estado descendiendo de manera pronunciada, la pregunta es ¿cuáles serian las especificidades que tendría esta historia bajo el régimen actual? Mi tesis es que a diferencia de otras oportunidades —en las cuales el gobierno ajustaba el gasto, aunque fuese torpe y tardíamente— este régimen, de continuar en el poder más allá de diciembre, no lo haría. Mantendría el gasto, financiándolo con nuevos y más altos impuestos y con endeudamiento masivo, interno y externo. Como es previsible que estos recursos no fueran suficientes para alimentar la enorme y creciente voracidad fiscal, habría un gran déficit y, por tanto, mucha inflación. Es decir, por un tiempo no veríamos recesión, pero si bastante inflación.
Antes que reducir el crecimiento, el gobierno preferiría ver inflación asumiendo que tiene mecanismos para controlarla. Esos mecanismos serían inicialmente importaciones masivas —hasta que las reservas internacionales se resintiesen seriamente y ya no pudiese el gobierno seguirlo haciendo— y los controles de precios, igualmente generalizados e intensificados. Como siempre, la combinación de esos dos mecanismos produciría escasez y quiebras, a lo cual el gobierno respondería políticamente, hostigando al empresariado venezolano, a quien acusaría de hambreador del pueblo.
Por supuesto, al final, además de inflación, habría también recesión, porque hasta ahora ninguna revolución ha podido con las leyes simples de la economía.

gerver@liderazgoyvision.org

Cine: MIAMI NEGRA

Confieso que ingresé a la sala con cierto prejuicio cuando fui a ver Miami Vice, ante la fiebre de remakes de series de televisión que azota los pasillos de los estudios de Hollywood y que ha dado bodrios tan deleznables como Starsky & Hutch y los dos lamentables capítulos de Los ángeles de Charlie. Sólo me animó la presencia en sus créditos de Michael Mann, un director que ha demostrado no sólo una adecuada pericia en el manejo de la tensión dramática sino también un definido talento para transgredir las normas de los géneros cinematográficos. Un hombre que conoce la industria desde su interior y que ha pasado casi cuarenta años produciendo y dirigiendo cine y televisión. No es un Woody Allen, es verdad, pero tampoco un Silvestre Stallone.
Para empezar, hay que olvidarse de la serie de televisión de los ochenta, muy fashion y muy políticamente correcta. Salvo los nombres de sus personajes centrales —Sonny Crockett y Ricardo Tubbs— y de la ciudad como trasfondo, nada tiene que ver esta nueva realización de Mann con aquella idealización del combate al narcotráfico. Desde luego, tampoco escuchamos la famosa canción de Phil Collins. En segundo término, esta Miami Vice posee más las características del cine negro que del film policial típico. Tal vez no era la idea original pero el producto final es un elogio de lo oscuro, de lo inexacto y de la incorrección política. En tercer lugar, la visión que ofrece de Miami es la de una urbe alejada de los estereotipos turístico y comercial y más bien la observa sumergida en los fangos del crimen organizado y la corrupción. Finalmente, las interpretaciones de Colin Farrel y Jaime Foxx redefinen el tipo de héroe contemporáneo de una forma más brutal y hasta cruel. Lo que es inevitable poner de relieve es que el propio Michael Mann, hoy en sus 64 años de edad, fue el productor ejecutivo de la serie que comenzó a emitirse en 1984. Conoce la materia, la transforma, le confiere nuevos sellos y ofrece un producto distinto al prometido. En este caso, gracias.
Otro rasgo definitorio de Miami Vice hay que encontrarlo en el tono global de la narración que alude tanto al uso de la tecnología como a la dimensión del negocio de la droga y del tráfico ilegal de casi cualquier cosa, incluyendo seres humanos. No hay fronteras. Sus personajes pueden beber un mojito en una discoteca de South Beach como en la mismísima Bodeguita del Medio de La Habana Vieja. Las operaciones pueden suceder en Miami, Barranquilla o Iguazú. Las pieles pueden ser pálidas o morenas, los ojos asiáticos o latinos, pero las intenciones del negocio son las mismas. Computadoras portátiles, satélites y GPS, Ferrari y Bentley, mucho Giorgio Armani, bastante sudor, siempre muerte y traición y, finalmente, algo de amor. Sí, amor.
La trama es lo menos importante del relato. Lo fundamental es la forma de narrar, el ritmo del montaje, la fotografía nocturna, la trasposición de las reglas. Lo que Mann nos presenta es un tono, un estilo, un sello propio. Es imposible dejar de pensar en sus obras esenciales: Fuego contra fuego, El informante o Colateral. Es la creación de un autor injustamente subestimado que ha surgido de las entrañas mismas de la industria.

MIAMI VICE (“Miami Vice”), Estados Unidos, 2006. Fotografía: Dion Beebe. Edición: William Goldenberg y Paul Rubell. Música: John Murphy. Elenco: Colin Farrell, Jamie Foxx, Gong Li, Naomie Harris, Ciaran Hinds, Justin Theroux, Barry Shabaka, Luis Tosar, John Ortiz y Elizabeth Rodriguez, entre otros. Distribución: UIP y Cinematográfica Blancica.

Trino Márquez: CRECIMIENTO SIN DESARROLLO


El desarrollo de un país se encuentra indisolublemente vinculado con el crecimiento económico. En términos más sencillos, el ascenso de las condiciones de vida de la población, medido en la cantidad y calidad de los servicios de los cuales dispone para satisfacer sus necesidades cotidianas, no puede producirse sin que haya expansión de la actividad productiva. La generación de empleos estables y bien remunerados, la construcción de vías de comunicación, la fundación de empresas, el mejoramiento de la educación y la salud, la seguridad pública, y todos los demás aspectos que contribuyen a mejorar el entorno social, requieren de una inversión que únicamente puede darse en medio del auge de la actividad económica. Sin embargo, puede ocurrir la paradoja de un crecimiento económico sin desarrollo social; sin que se modifiquen de forma sustancial las características del entorno de la gente. Esta incongruencia viene registrándose en Venezuela desde que los precios internacionales del petróleo comenzaron a empinarse de forma sostenida hace casi seis años.
Por cierto que Hugo Chávez insiste —a donde va, dentro y fuera del país— que el repunte de los precios se debe a la política de su gobierno revolucionario. Nada más desconectado de la realidad. En ese aumento ni siquiera la OPEP ha jugado un papel esencial. La causa primordial del auge es el apogeo de la actividad económica mundial, especialmente en China, que se olvidó de las enseñanzas de Mao Zedong, en la India, en los Estados Unidos y en Japón. Este último país está saliendo de la recesión que lo afectó durante varios años. Ese hecho es tan contundente que la cesta petrolera venezolana ha retrocedido alrededor de ocho dólares en los últimos tres meses, sin que el señor Rafael Ramírez —ministro de Energía— ni el teniente coronel hayan podido hacer nada para impedirlo. La razón de la caída en pendiente es la contracción de la demanda por parte de China y la modificación de las expectativas sobre el desenvolvimiento de la economía planetaria durante el curso de los próximos años. La política “revolucionaria” no puede modificar la Ley de la Gravedad.
Volviendo a lo nuestro, desde que se disparó el precio del crudo Venezuela ha crecido a unas tasas que llenan de orgullo al jefe de Estado, al profesor Jorge Giordani —ministro de Planificación— y al resto de los miembros del gabinete económico. El Banco Central da cuenta de esa escalada. Los índices son reconocidos por el Fondo Monetario Internacional, por el Banco Mundial y por las calificadoras de riesgo, organismos todos que sitúan a Venezuela entre las naciones de América Latina y el mundo con mayor dinamismo en los últimos años. Los funcionarios de un régimen tan dado a la palabrería hueca y a la retórica decimonónica, enloquecen con los fríos números de la estadística. Se acuerdan de Pitágoras cuando les conviene.
Resulta innegable que desde 2003 se ha producido un crecimiento significativo de la actividad económica. Sin embargo, la pregunta que hay que formularle a un gobierno que se asume socialista, redentor de los pobres y solidario con los menesterosos, es ¿ese crecimiento se ha traducido en desarrollo para el país?, ¿han mejorado notablemente las condiciones de vida de los trabajadores y demás grupos necesitados?, ¿ha salido una cifra importante de familias de la pobreza y se ha incorporado a la clase media? Nada o muy poco de esto ha ocurrido. Después de varios años de bonanza petrolera, el período más prolongado del que se tenga memoria, las condiciones de la inmensa mayoría de la población se encuentran igual o peor que en 1998, cuando el precio del crudo frisaba los 9 dólares por barril.
Desde el tipo de alimentación hasta el consumo de electricidad por familia, todos los indicadores que permiten medir la calidad de vida de la población se han mantenido estancados o han retrocedido desde que mister Chávez asumió el poder. Sería interesante que el caudillo respondiera, por ejemplo, ¿cuántos kilómetros de carretera y autopistas se han construido durante su mandato?; ¿cuántas viviendas para los pobres?; ¿cuántas escuelas para que estudien los niños de la calle, asistan al doble turno escolar y coman tres veces al día?; ¿cuántos hospitales y centros de atención médica se han levantado para reguardar la salud del pueblo?; ¿qué hace el gobierno para impedir la masacre que comete diariamente la delincuencia en el país?; ¿dónde se establecieron las nuevas industria que proporcionan empleos bien remunerados?; ¿por qué no controla la inflación en los alimentos? Las preguntas incómodas, ésas que el teniente coronel evita responder, podrían multiplicarse hasta el infinito, sin que pueda responderlas de forma racional. Carecen de contestación sensata porque el autócrata, en su infinita irresponsabilidad e ineptitud, despilfarra los ingentes recursos proporcionados por el crudo en ayuda a dictaduras oprobiosas como la de Fidel Castro, a ciudades opulentas como Londres, a líderes neoautoritarios como Evo Morales y a gallos con espuelas bien afiladas como Néstor Kirchner; además, compra armas para una hipotética guerra que sólo él desea y alienta.
El “desarrollo” —tal como lo entiende el jefe del Movimiento V República, MRV— no consiste en aplicar políticas universales de reparto y redistribución del ingreso nacional sino en concederles dádivas a sus partidarios a través de unas misiones que ya carecen de atractivo y cuyo impacto se ha ido extinguiendo de forma irremediable.
Otro rasgo de su modelo de desarrollo “endógeno” consiste en crear cooperativas socialistas que nacen y mueren a un ritmo demencial, pues los cooperativistas, cuando se dan cuenta de que han sido embarcados en esas quiméricas unidades, las abandonan sin compasión.
Lamentablemente, bajo la conducción de Hugo Chávez la nación está desperdiciando una excepcional oportunidad para desarrollarse plena e integralmente. Está desaprovechando la posibilidad de que los más pobres abandonen la miseria, que los informales se establezcan sólidamente, que los trabajadores progresen, que la clase media se afiance y crezca, que los empresarios vean crecer sus negocios, que el país se modernice y que la sociedad en su conjunto avance de forma homogénea por el camino del progreso. Tanta incuria deberá pagarla muy caro el 3 de diciembre.

tmarquez@cantv.net

Cine: UN SALTO AL VACÍO


En Venezuela y en toda la América hispanohablante estamos más cerca de Charly García o de Maná que de los aportes brasileños a la cultura del rock latinoamericano. País musical por antonomasia, Brasil emana entre nosotros la fuerza de sus aires tropicales y de sus leyendas fundadoras —Tom Jobin, Vinicius de Moraes, Chico Buarque, Gilberto Gil, Caetano Veloso, María Betania, Toquinho y otros más— pero no la de su rock. Lamento desconocer la importancia de una banda como Barâo Vermelho, cuyo líder se convirtió a lo largo de los años ochenta en una símbolo de la rebeldía y la trasgresión. Sólo al ver Cazuza, el tiempo no para pude descubrir la personalidad de uno de los músicos brasileños más talentosos en el campo del rock. Se trata de un film a cuatro manos firmado por Sandra Wernecky y del director de fotografía Walter Carvalho, célebre por su trabajo en Estación central de Walter Salles, que se presentará el próximo miércoles 27 de septiembre a las 6:45 p.m. en la sede del Instituto Cultural Brasil Venezuela.
La figura central es Cazuza, líder y voz de la banda, quien se destacó por la fuerza expresiva de sus canciones y por una actitud personal que traspasaba las fronteras de la cordura. Cazuza apostó por el riesgo, tanto en el plano creativo como en su intimidad. Murió a causa del sida en 1990, sin cumplir una década de éxitos pero dejando una estela de rebeldía que acompañó una breve carrera brillante.
El film de Werneck y Carvalho logra recrear los momentos esenciales en su trayectoria del enfant terrible de las tarimas cariocas y brasileñas en general. Daniel de Oliveira no sólo se parece físicamente al Cazuza real sino que es capaz de desplegar un trabajo interpretativo que recoge la herencia de su personaje. Me hubiera gustado conocer mucho más de Cazuza antes de ver la película. Sin embargo, siento que es una obra de gran poder de atracción que expone de una forma coherente las contradicciones de un ser que se ha convertido en leyenda. Y las leyendas, como se sabe, son poco precisas. Véanla, les va a gustar.


CAZUZA, EL TIEMPO NO PARA (“Cazuza, o tempo não pára”), Brasil, 2005. Dirección: Sandra Werneck y Walter Carvalho. Guión: Fernando Bonassi y Víctor Navas. Edición: Sérgio Mekler. Elenco: Daniel de Oliveira, Marieta Severo, Reginaldo Farías, Andréa Beltrâo, Leandra Leal, Emilio de Melo. Distribución: Instituto Cultural Brasil Venezuela.

lunes, septiembre 18, 2006

SUMARIO 18-09-06

Estimados amigos en Venezuela y el mundo:

En esta nueva edición de Ideas de Babel encontrarán:
  1. En la sección Política, una visión sobre la necesidad de defender el voto democrático en Venezuela, de cara a las elecciones del 3 de diciembre de este año, y un artículo de Trino Márquez sobre la desubicación de Hugo Chávez en el panorama mundial y en las exigencias del escenario local. Los amigos que no viven en Venezuela podrán comprender un poco más lo que pasa en este país.
  2. En la sección Cine, un desolador comentario sobre La conspiración, de Norman Jewison, y un llamado de atención sobre Olga, una de las películas brasileñas más exitosas de los últimos años que será presentada este miércoles por el Instituto Cultural Brasil Venezuela.
  3. En la sección Comunicación, un texto del economista José Guerra ante la negación del derecho a réplica que sufrió por parte del presidente de Venezolana de Televisión (VTV), el periodista Jesús Romero Anselmi. VTV es el principal canal de televisión del gobierno.
  4. En la sección Letras, ciertas consideraciones sobre el escándalo que el escritor alemán Günter Grass, galardonados con los premios Nóbel y Príncipe de Asturias, desató al confesar, en su autobiografía Pelando la cebolla, que en su adolescencia perteneció a las temibles Waffen SS de Hitler.
  5. En la sección Culinaria, la magia de un Broquel Malbec de las argentinas Bodegas Trapiche, descubierto en el célebre restaurante Ercole de Puerto Ordaz, en la Guayana venezolana.

Espero sus comentarios y los invito a escribir.

domingo, septiembre 17, 2006

Política: ¿CÓMO SE DEFIENDE EL VOTO?


A menos de tres meses de la fecha prevista para las elecciones presidenciales venezolanas, la oposición a Hugo Chávez ha registrado un interesante movimiento interno signado, de una parte, por la reactivación de las fuerzas de resistencia que habían permanecido dos años dormidas y, de la otra, por el incremento de la esperanza de derrotar al peor de los presidentes de la era democrática en el país, lo cual ya es decir mucho, dados los antecedentes que hemos tenido en materia de gobernantes. Hemos ido de malos en peores. Espero que podamos revertir esta tendencia.
El candidato de la unidad de oposición, Manuel Rosales, actual gobernador del estado Zulia, recorre el país y germina la idea de la victoria sobre el teniente coronel que hoy ocupa el Palacio de Miraflores. Todo esto sucede mientras permanece intacta en los sectores democráticos la convicción de un fraude a ser ejecutado por Chávez con la anuencia del Consejo Nacional Electoral el próximo 3 de diciembre. Nadie en la oposición piensa que no habrá intento de una nueva estafa electoral, como la que hubo ante el referendo revocatorio del 15 de agosto de 2004. Aún así, con esa certeza, el entusiasmo crece. Ya se sabe que somos un pueblo contradictorio, pero muy poco aburrido.
La renovación del entusiasmo de la oposición es un hecho comprobable en cualquier rincón de Venezuela, lo cual sin duda posee una importancia fundamental en sí misma. Sin las fuerzas democráticas en la calle, movilizadas, no será posible exigir condiciones de transparencia en los comicios. Ello explica por qué el sector abstencionista ha venido debilitándose a favor del crecimiento constante de una candidatura que hace tres meses ni siquiera existía. Existe la oportunidad histórica de cambiar el rumbo y hay que aprovecharla.
Pero tal entusiasmo no es lo más importante. Lo esencial, lo prioritario, lo imprescindible en los próximos tres meses es la defensa del voto. Antes de la elecciones. Incluso antes de que se posterguen las elecciones, como ya lo insinuó Chávez hace unos días en ese monumento a la escatología llamado “La hojilla”, que transmite Venezolana de Televisión, uno de los canales del gobierno. En un artículo anterior examiné el “cuarto escenario”, es decir, la posibilidad de que el dueño del Circo Bolivariano le dé un golpe al tablero y se acabe el juego electoral cuando perciba que los índices de intención de voto se cruzan a favor de Rosales. Por eso despliega todo aquello de la lucha antiimperialista y bla, bla, bla. En un estado de “emergencia nacional” en la lucha contra el gobierno de EEUU no hay cabida para elecciones.
¿De qué sirve construir un gran movimiento popular que socave las bases electorales del chavismo —ya bastante deterioradas— si no puede garantizar el reconocimiento de ese triunfo? ¿Cómo se defiende ese voto? En política no hay acción efectiva sin organización. Ergo: los electores democráticos deberían organizarse —en los circuitos electorales, en las juntas de vecinos, en las mesas de votación— para alcanzar tres metas: 1) que no se suspendan las elecciones bajo la excusa de la “emergencia nacional”: 2) que se garanticen condiciones mínimas de transparencia; y 3) que se cumplan tales condiciones de transparencia el día de los comicios.
Pero, ¿qué o quién impulsa la organización de los electores? Debería ser una tarea fundamental del comando de campaña de la candidatura de Rosales y, sobre todo, del voluntariado que actualmente lleva a cabo labores de coordinación. La creación de esas unidades de defensa del voto podría ser, además, un nuevo factor de estímulo y movilización.

Cine: JUSTICIA TARDÍA… Y FATUA.


Con tres años de atraso llega a las pantallas venezolanas La conspiración, un thriller a medio camino entre el film de espionaje y el histórico que narra la persecución a finales del siglo pasado de Pierre Brossard, colaboracionista francés acusado de crímenes de lesa humanidad durante el dominio nazi de Francia. El veterano y productivo director canadiense Norman Jewison (Agnes de Dios, Historia de un soldado, Jesucristo súper estrella, El violinista en el tejado, El caso Thomas Crown, entre otras) fue el encargado de adaptar la novela de Brian Moore, según el guión de Ronald Hardwood, quien hace unos años ganó un Oscar por su trabajo en la excelente El pianista de Roman Polanski. Si a estos rutilantes nombres añadimos los de un elenco británico de primera que incluye a Michael Caine, Alan Bates y Charlotte Rampling, podríamos esperar una gran película. Pero la decepción es grande. Esta es una conspiración, sí, pero en contra del espectador.
La conspiración abre con una secuencia en blanco y negro que muestra al joven Brossard, en 1944, dirigiendo un comando de la SS en la villa de Dombey que ejecuta a siete ciudadanos judíos. El film corta a una secuencia, en colores, ubicada en la Provence de 1992, casi medio siglo después, cuando un envejecido Brossard, condenado por una “sentencia de justicia” de un grupo denominado Víctimas Judías de Dombey, huye desesperadamente, escondiéndose en iglesias y rogando por el perdón. En otra secuencia, también al comienzo, un pistolero de una organización judía le tiende una emboscada pero Brossard salva la suerte de una forma casi heroica. Ese es el único momento en que sentimos cierta tensión. Entre el principio y el final asistimos a un relato extremadamente aburrido, chato, pleno de lugares comunes, con diálogos gastados y un esquematismo anecdótico que intenta justificar la superficialidad del relato. Todos los personajes están construidos de forma reducida y confusa, como protagonistas de una conspiración fatua, que tiene a la Iglesia católica como la gran aliada y la convierte en la protectora de un criminal de guerra como si éste fuese una especie de Robin Hood de las juventudes hitlerianas. Válgame Dios, qué confusión es ésta. Ciertamente Brossard es un personaje patético, despreciable, terrible, pero no hay en al película un intento de comprender sus mecanismos de acción y pensamiento. Además, siempre me ha parecido detestable oír a un personaje francés o español o japonés hablando en inglés. Sobre todo cuando Michael Caine habla con un acento que pretende ser de la provincia francesa. De las actuaciones es preferible no hablar.

LA CONSPIRACIÓN (“The statement”), Canadá, Francia y Reino Unido, 2003. Dirección: Norman Jewinson. Guión: Ronald Hardwood. Elenco: Michael Caine, Tilda Swinton, Charlotte Rampling, Alan Bates, Jeremy Northam,
entre otros. Distribución: Cines Unidos.

Letras: EL EXORCISMO DE GÜNTER GRASS.


El escándalo surgido tras la publicación en Alemania de Pelando la cebolla, autobiografía de Günter Grass en la que el ganador del Nóbel de Literatura y del Príncipe de Asturias, ambos en 1999, confiesa que formó parte de las temibles Waffen SS cuando era un muchacho de 17 años, adquiere hoy una mayor dimensión política que ética y, desde luego, literaria. Sobre todo ha colocado la discusión en el terreno de los ultraísmos. Desde la derecha extrema se condena a Grass más como izquierdista que como figura pública que incurrió en un tremendo error histórico y humano. Desde la izquierda extrema también se condena a esta figura capital de la literatura alemana de la posguerra por haber participado en las fuerzas del nazismo como expresión de la derecha más perversa. Pero el asunto, como siempre, es más humano y ético que ideológico. Grass, como cientos de miles de jóvenes de la Alemania de entonces, encontró en las Wagffen SS una forma de actuar frente al miedo histórico y al terror personal. Ya en las postrimerías de la II Guerra Mundial, cuando el Ejército Rojo se acercaba a las puertas de Berlín, Alemania parecía llegar al final. Miles de adolescentes se alistaron, trataron de defender —con razón o sin ella— su patria y, de paso, sobrevivir ellos mismos. ¿Cómo se llevó a cabo la reconstrucción de un país dividido y repartido entre los vencedores sin esos casi niños que vieron en el nazismo una salida? ¿Cuántos de esos muchachos trabajaron en la reparación de la autoestima herida? ¿Cómo maduró la conciencia viva de un país? ¿Acaso fueron marginados los cientos de miles de niños que empuñaron un fusil siguiendo las órdenes de sus superiores? ¿Podemos equiparar a esos adolescentes con los jerarcas de un régimen criminal?
Quien haya leído El tambor de hojalata, El rodaballo o La ratesa sabe que una de las obsesiones de Grass reside en la culpabilidad colectiva, vista como un desafuero histórico que intenta opacar el valor de la individualidad en una sociedad de masas. Una culpabilidad que además de colectiva es también personal. Como aquel niño Oskar, —de El tambor de hojalata— que se negó a crecer como una forma de defenderse del incomprensible mundo de los adultos, en una suerte de parábola de la existencia de Alemania en un mundo que la excluía. No creo que haya sido fácil para este creador ­—que hoy se aproxima a los ochenta años— compartir tamaña confesión. Grass tenía que haber sabido que desataría este escándalo, que no pasaría por debajo de la mesa. Publicar su autobiografía fue un acto responsable, un exorcismo de sus angustias íntimas. No sólo las referidas a su participación en las Waffen SS sino a los errores cometidos en una Alemania dividida que buscaba su norte y frente a un mundo que lejos de llevar la felicidad al ser humano se ha empeñado en su destrucción.
Yo me pregunto ¿por qué no se condenó a Pablo Neruda después de cantarle loas a Stalin, uno de los personajes más siniestros del siglo pasado, equiparable al propio Hitler? Quizá porque Stalin ganó la guerra y la historia la escriben los vencedores. ¿Recuerdan ustedes a los escritores cubanos que callaron cuando Heberto Padilla fue llevado a juicio? ¿Por qué algunos intelectuales venezolanos cantaron las glorias de un sátrapa como Kim Il Sung? Tengo una pregunta aún más dura: ¿mandaremos al paredón de la historia a todos los escritores y artistas que hoy apoyan a Hugo Chávez? ¿Será esa la manera de defender la democracia y la cultura? Frente a quienes apoyaron o apoyan —ya como creadores maduros, mayores de edad, responsables de sus actos— a regímenes brutales y antidemocráticos, me parece que aquel adolescente alemán de 17 años fue simplemente un estúpido pero no un asesino ni un traidor. Sólo un estúpido… y ya se sabe que la estupidez se supera.

Trino Márquez: LA PRESIDENCIA COMO EXCUSA


Al teniente coronel Hugo Chávez desde hace tiempo dejó de interesarle el país y sus problemas. Venezuela es un incordio. Representa, simplemente, una fuente de abundantes ingresos y una plataforma desde la cual intenta proyectarse, ahora que Fidel Castro se extingue irremediablemente, como líder del tercermundismo y del socialismo desempolvado. Le fastidia ocuparse de problemas como la pobreza, el desempleo, la informalidad, la inseguridad personal, la seguridad social, la vivienda, la infraestructura, la inflación. Es decir, esos asuntos que gravitan con tanta fuerza sobre la vida cotidiana de todos los pueblos subdesarrollados.
También le irrita darse esos baños de pueblo que antaño lo refrescaban. Recorrer barrios, entrar en contacto directo con “su” pueblo, besar viejitas, alzar niños, dejarse tocar por mujeres y hombres que despiden sudores ácidos, ir a un mercado y tratar con los marchantes, le parece demasiado aburrido. Resulta muy gracioso oír a sus aláteres diciendo que por razones de seguridad el Presidente no puede caminar por las calles y los barrios pobres. El imperio y su aliado interno —la oligarquía— supuestamente lo quieren eliminar. Este argumento fantasioso no se esgrimía cuando Chávez se veía a sí mismo como una circunstancia pasajera y todavía el G-2 cubano no había asumido el control de su seguridad personal. Desde que anda rodeado por los anillos de seguridad de su guardia pretoriana, el pueblo le produce temor y repudio. El miedo le ha calado hasta los huesos. Desde hace bastante tiempo su contacto con la gente es a través de Aló, Presidente, cápsula blindada que lo resguarda y aísla de los ciudadanos comunes, y de los mítines, en los que aparece como un líder distante e inalcanzable, en la más ortodoxa tradición fascista.
Lo que sí le produce un placer afrodisíaco es viajar a Cuba para visitar al disminuido déspota de la isla antillana, reunirse con el dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, abrazarse con Mahmout Ahmadinejad, el fundamentalista presidente de Irán, y extenderle la mano a Bashar Al-Asad, presidente del gobierno autoritario de Siria. En plena campaña electoral, en un país con las inmensas carencias que presenta Venezuela, el comandante le dedica casi todo su tiempo a viajar y atender los temas de la agenda internacional. Considera que a este modesto país lo puede despachar con la mano zurda. Basta dedicarle unos pocos minutos de su valioso tiempo de cuando en cuando. No tenemos Presidente sino Canciller perpetuo.
Chávez se ve a sí mismo tan sobrado y extraño al país, que definió a George Bush, el mandatario de la principal nación de la Tierra, como su contrincante. Este mismo ardid fue ensayado con éxito por Juan D. Perón en los comicios de 1946, cuando polarizó el escenario electoral entre él y el embajador norteamericano, Spruille Braden, quien había tomado partido por la Unión Democrática, coalición conservadora apoyada por el Partido Comunista de Argentina. La contienda se desarrolló teniendo como marco la emergencia de los Estados Unidos como superpotencia. En esa época había decaído el intercambio comercial entre USA y Argentina, y las relaciones políticas entre ambos países se tensaron, en gran parte por la temeridad irresponsable de Perón. En la Venezuela chavista, nunca las relaciones comerciales con la potencia del norte han sido más saludables. 80% de nuestras importaciones provienen de Norteamérica. Habría que imaginar a dónde se remontarían la inflación y el desabastecimiento si el teniente coronel cometiera la insensatez de cortar relaciones comerciales con EEUU. Afortunadamente el presidente Bush no se ha enterado todavía del desafío que le lanzó el hombre de Sabaneta. Quienes sí se han enterado son los venezolanos, a quienes no les agradan las disputas virtuales, y en cambio siempre les ha gustado que en las lizas domésticas compitan sólo venezolanos, por modestos que ellos sean.
El giro que se ha producido en el comportamiento de Chávez no ha pasado desapercibido por sus seguidores. Los más pobres han tomado debida nota. Los últimos eventos y marchas convocados por el oficialismo no han sido exitosos, como tienen que serlo los de un candidato supuestamente ganador. El recibimiento de héroe que esperaba, luego de su última y faraónica gira por el planeta, no pasó de ser una concentración tibia rociada con mucho alcohol y amenizada con música estridente. El mitin de la Avenida Bolívar tuvo lagunas más grandes que Sinamaica, y la gira por Maracaibo terminó en un precario acto en el Hotel Ziruma que provocó la indignación del caudillo y un regaño atroz a Francisco Ameliach, ya bastante grandecito para que lo sometan al escarnio público.
El antiguo entusiasmo popular se ha ido desvaneciendo. En las concentraciones hay cada más autobuses, más dinero, más “caña” y menos esperanza en un futuro mejor. Son ocho años en los que el pueblo ha visto cómo los problemas de antaño se han agravado. Demasiadas frustraciones seguidas. Las misiones, instrumento esencial de la política social y mecanismo básico para el reparto equitativo de la riqueza petrolera, se han ido agotando. Sirvieron para fortalecer la figura de Chávez cuando este ostensiblemente estaba disminuido en las encuestas antes del referendo revocatorio del 15 de agosto de 2004. Pero, pasados varios años, ni Barrio Adentro, ni Mercal, ni Vuelvan Caras, ni Ribas, pueden ocultar el innegable fracaso de Chávez para mejorar el empleo, los salarios, la salud, los niveles de consumo y, lo más importante, para garantizar la vida de la gente, acorralada por la delincuencia y paralizada por el temor a ser asesinada, secuestrada o ultrajada en cualquier momento y lugar.
A pesar de la disminución en las preferencias populares, la caída de Hugo Chávez en el ánimo popular aún no aparece reflejada con claridad en las encuestas. Hinterlaces, firma que dirige Oscar Schemel, registra una erosión de 8 puntos en un período de un mes. Esta tendencia es predecible que se acentúe a medida que la campaña comicial avance, Manuel Rosales afine su oferta programática y la oposición aparezca como una opción con altas probabilidades de triunfar. Después, a defender la victoria.
tmarquez@cantv.net

Cine: MEMORIA DE UNA MUJER EN LA OSCURIDAD.


Más de tres millones de espectadores convirtieron Olga en la película brasileña más exitosa de 2004. Sobre la base del guión de Rita Buzzar surgió la ambiciosa adaptación del libro homónimo de Fernando de Morais —que en 1985 fue un best seller en todo Brasil— dirigida por Jayme Monjardin, un realizador que proviene del mundo de la televisión. Es la película que el Instituto Cultural Brasil Venezuela presenta el próximo miércoles 20 de septiembre a las 6:45 p.m.
El film recrea de forma espectacular la vida de Olga Benário, la militante comunista alemana que en 1924 conoció en Moscú al líder revolucionario brasileño Luís Carlos Prestes, de quien se enamoró y a quien acompañó en la lucha clandestina contra el primer gobierno de Getúlio Vargas, en los albores del nazismo. Cuando escribo espectacular me refiero al despliegue de recursos de producción que permiten reconstruir los ambientes de Berlín, Moscú, Río de Janeiro y los campos de concentración nazi. Un dato: leí que las escenas ambientadas en el crudo invierno de estos últimos fueron totalmente filmadas en Bangu, uno de los barrios más calientes de Río de Janeiro.
Pero más allá de un innegable empaque de calidad internacional, lo importante de Olga reside en la trágica historia de esta judía alemana cuya vida evolucionó desde el dogmatismo marxista que en 1924 la obligó a abandonar a su burguesa familia berlinesa para incorporarse a la Unión Soviética hasta el inmenso drama personal y colectivo de los judíos que fueron a alimentar la cámara de gas hitleriana. Entre uno y otro extremo, el personaje se desarrolla, evoluciona, se convierte en otra persona. Olga deja de ser aquella militante ortodoxa, ajena a las veleidades pequeñas burguesas del amor y los sentimientos para descubrir, incluso, la intensa fuerza del amor materno. Si bien buena parte del relato aborda la relación afectiva entre ella y Luís Carlos Prestes, el nervio central de la película es la transformación de Olga, registrada como una experiencia mucho más importante que la trascendencia de Prestes como líder político. Estamos hablando de una mujer que fue entregada embarazada a Hitler por Getúlio Vargas. Una historia que merece ser contada para desmitificar la figura de un gobernante que fue no sólo un dictador sino, sobre todo, un fascista. El mismo hombre que se suicidó en 1954 durante su segundo gobierno.
El éxito del libro de Fernando de Morais y del film de Jayme Monjardin hay que buscarlo más en el campo del melodrama que de la historia rigurosamente citada. Lo cual es una virtud y un defecto al mismo tiempo, pues como virtud permite desacralizar las figuras políticas para presentarlas como seres humanos, pero como defecto las limita al campo del melodrama. No en balde el realizador proviene del terreno de las telenovelas y Olga es su debut como director de cine. Este desequilibrio se evidencia en unos diálogos más adecuados para el lenguaje de la televisión que para el cinematográfico.
Camila Morgado, también proveniente de la pantalla pequeña, se destaca de manera extraordinaria en su debut en el cine por su interpretación como Olga Benário. Ella es el centro dramático de la película. Su rostro, su mirada, sus palabras, sus gestos son determinantes. Su presencia opaca a otros intérpretes. Ella es Olga.
Si quiere ver esta película brasileña, que por ahora no estará disponible en las salas comerciales, acuda el próximo miércoles 20, a las 6:45 de la tarde, a la sede del Instituto Cultural Brasil Venezuela ubicada en la avenida San Felipe de La Castellana.

OLGA (“Olga”), Brasil, 2004. Dirección: Jayme Monjardin. Guión: Rita Buzzar, sobre la novela de Fernando Morais. Fotografía: Ricardo Della Rosa. Edición: Pedro Amorim. Música: Marcus Viana. Elenco: Camila Morgado, Caco Ciocler, Edgar Amorim, Odilon Wagner.

Comunicación: EL DERECHO A RÉPLICA DE JOSÉ GUERRA.

Ya que Venezolana de Televisión ("el canal de todos los venezolanos") no le dio cabida al derecho a réplica que solicitó el economista José Guerra, Ideas de Babel desea compartir con ustedes las opiniones de este prestigioso profesional -ex funcionario del Banco Central de Venezuela- que ha venido denunciando la descapitalización del ente emisor por parte del gobierno de Hugo Chávez.

LA HOJILLA DE ROMERO ANSELMI
José Guerra.

El 28 de Julio de 2006 Mario Silva y Andrés Izarra se dieron un banquete de difamación en el programa "La hojilla" de Venezolana de Televisión (VTV) contra mí, con motivo de la posición que sostuve en el programa “Entre Periodistas”, que dirigen Carlos Fernándes y Elvia Herrera, en el cual señalé que en Venezuela existe una nueva oligarquía del dinero conformada, entre otros, por personeros del alto gobierno, que la distribución del ingreso se ha deteriorado y que por tanto, los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Conversé con mi amigo Vladimir Villegas sobre el asunto y me sugirió que solicitara una réplica al canal que era de todos los venezolanos. Me intenté comunicar el 2 de agosto con la doctora Lesbia Luna, asistente del presidente de VTV, pero fue infructuoso: estaba muy ocupada para atender la solicitud de un desconocido. Posteriormente envié dos cartas, el 4 de agosto y el 18 de agosto, al licenciado Jesús Romero Anselmi y todavía no ha tenido la gentileza de contestarme, como corresponde a un funcionario público. El asunto no es con Silva ni con Izarra y no pienso desperdiciar mi tiempo respondiendo a sus improperios. Sencillamente solicité un derecho para defender mi honor porque lo que dijeron acerca de mí en el programa “La Hojilla” es falso. Para que lo sepan: yo salí del Banco Central de Venezuela por la puerta grande. Se equivocaron al creer que estaban atacando a un representante de la clase política del pasado.
El punto es que Romero Anselmi es la cabeza de VTV y él consiente lo que en ese medio se transmite. Antes de ocupar un cargo público, Romero Anselmi dedicó todas sus energías a instruir sobre la ética del periodista y su responsabilidad social y ahora que le toca ejercer lo que predicó se desdice. Se ha impuesto un veto en VTV de modo tal de que los temas que he expuesto ante la opinión pública no lleguen a esa audiencia, como han sido los caso del faltante de divisas de PDVSA durante 2004 y 2005, el aumento del déficit fiscal y el endeudamiento público en medio de la mejor coyuntura petrolera que ha vivido Venezuela y el aumento de la pobreza y la desigualdad.
El presidente Chávez, al igual que Cipriano Castro, transformó a sus colaboradores en súbditos y a los hombres de honor en piltrafas. Lo que tal vez no conozca Romero Anselmi es que la mitad del presupuesto de VTV proviene de los impuestos que pagamos los venezolanos y que por esa simple razón no puede haber exclusiones ni excluidos. También debería saber que bajo la conducción de un buen periodista un canal de televisión pública no tiene que convertirse en un medio de difamación en lugar de un medio de difusión.

Culinaria: LAS DELICIAS DE UN BROQUEL DE TRAPICHE.


En una breve visita a Puerto Ordaz atendimos la invitación de un anfitrión de primera —cuyo nombre me reservo— que nos citó en el Ercole, el ya legendario restaurante de la región guayanesa fundado por Ercole D’Adazzio y caracterizado por su buena cocina, su cuidada atención y su magnífica carta de vinos. Esa noche descubrimos el Broquel Malbec —de las argentinas Bodegas Trapiche y de la cosecha 2004— que resultó ser un vino sereno y equilibrado, tanto en olfato como en boca, que se correspondió muy bien con unos ravioloni rellenos de gorgonzola, salteados en mantequilla y presentados como primer plato. Alguien con buen criterio opinó más tarde que el tinto mendocino tenía demasiada presencia de pimienta en su regusto. Tal vez. Lo cual no es necesariamente un defecto. Lo que sí resultó decepcionante fueron los medallones de pez espada con caviar de berenjenas: demasiado hechos, duros, secos. Hasta en un sitio como Ercole sucede este tipo de desaciertos.

viernes, septiembre 08, 2006

Vida: ¿POR QUÉ AMAMOS TANTO A MARGARITA?

Porque tiene unas playas espectaculares. Porque tiene cierto sabor salvaje. Porque en muchos de sus restaurantes se come muy bien. Porque sigue teniendo precios competitivos. Porque su gente es muy cálida. Porque es el destino turístico más importante de Venezuela. Porque es nuestra.
Pero algo parecido podrían decir los colombianos de la solariega Cartagena de Indias o los argentinos de la señorial Mar del Plata o los mexicanos de la legendaria Acapulco o los cubanos de la hermosa Varadero. ¿Qué tiene Margarita que no tengan otros destinos de playa en América Latina? Pocas o muchas cosas, eso no importa. Lo sustantivo es que los venezolanos amamos a Margarita.
La amamos aunque haya fallas en el servicio eléctrico. La queremos a pesar de que Eligio Hernández, alcalde de Mariño, no ordene recoger la basura de Porlamar. Volvemos a ella una y otra vez sin acordarnos que el servicio de Conferry es tan deficiente. Soñamos con sus playas aunque sepamos que en temporada alta se restringe el servicio de aguas en los edificios y casas. Seguimos manteniéndola como nuestro principal destino turístico sin que sus autoridades desarrollen una verdadera política turística. A pesar de todo eso y de otras cosas que prefiero olvidar, amamos a Margarita por razones mágicas.
Es un amour fou que no se detiene ante las razones. Creemos más en su magia que en sus desplantes. Tal vez algún día nuestra isla encuentre lo que yo denomino el "futuro sostenido", es decir, una apuesta personal de desarrollo que se cumpla día a día y no sólo en temporada alta. Cuando no dependa del poder central ni de los oportunismos de sus autoridades ni de los caprichos de un monopolio naviero. Cuando llegue ese día amaremos aún más a Margarita.

jueves, septiembre 07, 2006

Gerver Torres: ENCUESTAS VS. CNE



Las encuestas revelan preferencias y al hacerlo descubren intenciones y voluntades. Por ello las encuestas políticas están íntimamente asociadas a la democracia. En las dictaduras no se hacen encuestas. Nunca oímos de una encuesta en Cuba donde se revele la popularidad de Fidel Castro o de Kadafi en Libia. Los regÍmenes totalitarios tienen que esconder los deseos de la gente; por eso eliminan las elecciones, y después acaban también con instrumentos próximos a éstas, como son las encuestas.
En Venezuela el régimen ha avanzado notablemente en el control del CNE, de allí que alrededor de la mitad del electorado no tenga confianza en él. Pero no han inventado todavía una ley para prohibir las encuestas, aun cuando algún diputado oficialista debe estar ya buscando el fundamento jurídico para hacerlo.
Esta circunstancia es lo que hace particularmente relevante las encuestas que se van a conocer en las próximas semanas. Si en ellas aparece la oposición muy cerca o por encima de Chávez, podrán detonar una crisis política mayor en el oficialismo y, por tanto, en el país. Porque el oficialismo puede estar preparado para controlar los resultados en el ámbito del CNE, pero no para controlar las encuestas, al menos no todas ellas. Las encuestas pueden descoserle las costuras al régimen.
Los regímenes de vocación totalitaria, mantienen sus lealtades precisamente a partir de la promesa de control indefinido del poder. Cuando Chávez anuncia que se quiere reelegir indefinidamente, no es tanto que esté pensando en el futuro, sino que también y principalmente está buscando mantener su poder presente mediante la promesa reiterada de tenerlo para siempre. El metamensaje para su gente es simple: aquí el que manda y mandará siempre soy yo.
Es eso lo que las encuestas por venir pueden poner en duda, incluso y principalmente para una parte de los que giran alrededor suyo, por miedo o necesidad. Chávez no puede picarle el ojo a todos ellos, y decirles públicamente, “no se preocupen por las encuestas, que en el CNE resolvemos el asunto”. No podría evitar que sientan miedo y se desbanden. No contamos con un CNE independiente para conocer las preferencias de la gente, pero por lo menos todavía tenemos las encuestas.
gerver@liderazgoyvision.org

Trino Márquez: INSOLENCIAS


El gobierno de Hugo Chávez se vuelve cada vez más insolente. Empezando por el teniente coronel, el régimen en su conjunto actúa como si Venezuela fuese una gran encomienda regida por un amo y sus acólitos, quienes no tienen obligación de rendirle cuenta de sus actos a nadie. Esto incluye, desde luego, a los ciudadanos que pagamos cada vez más impuestos, a los empresarios que son esquilmados por esa especie de Santa Inquisición tributaria en la que se convirtió el SENIAT, y a los grupos más desfavorecidos, que ven cómo la riqueza petrolera -supuestamente propiedad de todos los venezolanos, especialmente de los más pobres- se volatiliza en viajes faraónicos e inútiles de Hugo Chávez y su séquito, ayudas dispendiosas a países que luego el autócrata amenaza y chantajea, y la consabida corrupción, que crece como células cancerosas por todo el organismo social.
Los desplantes del dictador en cierne no menguan, sino que arrecian en medio de la campaña electoral. Después de casi ocho años de un gobierno que ha disfrutado de los ingresos petroleros más abundantes de los que se tenga memoria, el palmarés que se exhibe no puede ser más lamentable. Venezuela es un país asediado por la pobreza, el desempleo, la informalidad, el deterioro de su infraestructura y la delincuencia, que no distingue entre sexo, edades ni nacionalidades. En medio de este ambiente, la gran oferta que Chávez le propone al país consiste en modificar la Constitución para reelegirse indefinidamente. Convertirse en monarca, o, mejor, en caudillo eterno, como su amado Fidel Castro. Transformar el acto de votación en un rito vacío que sólo serviría para darle a su mandato un barniz de legitimidad. El fiscal Isaías Rodríguez, siempre dispuesto a obedecer las órdenes de su jefe, ya dijo que ese cambio sólo requiere una reforma o enmienda constitucional, y de ningún modo una modificación más sustancial, pues implica el tránsito del régimen presidencialista al régimen parlamentario, tal como sostiene Hermann Escarrá.
La reelección de Hugo Chávez se ha convertido en una obsesión para todos los organismos públicos. Desaparecieron las líneas que, en un Estado laico con un gobierno civil, deben separar los intereses políticos sectoriales del interés público general. Esta distancia, esencial para comprender el origen y desarrollo de los Estados modernos, fue anulada por la arrogancia del Gobierno. Noel Lezama, presidente de CONATEL, un ente con representación plural, se pasea por en el mitin de inicio de la campaña por la reelección del comandante, con una franela roja, insignia del chavismo. A ese mismo señor, el rector principal del CNE, Vicente Díaz, le envió hace más de un mes una comunicación en la que le solicita un informe de la campaña oficialista en los medios de comunicación, y el funcionario ni siquiera se da por enterado. Sin embargo, Francisco Ameliach, dirigente del Comando Miranda, le remite una carta en la que habla de la supuesta propaganda subliminal de Manuel Rosales en Globovisión, y la respuesta de CONATEL es inmediata y contundente: una comisión del organismo se presentó en las oficinas de la estación. Al órgano encargado de velar por la calidad e imparcialidad de las transmisiones radioeléctricas le preocupa mucho una propaganda pretendidamente “subliminal” (concepto cuestionado por los expertos en comunicación), pero se hace de la vista gorda con la programación completa de Venezolana de Televisión, concebida para exaltar la figura del caudillo de Sabaneta y su lamentable gobierno, y agredir sin misericordia a la oposición, especialmente a través de esa letrina que se conoce con el nombre de La Hojilla.
En los operativos de cedulación que adelanta la DIEX, los funcionarios se visten con franelas rojas con leyendas que hablan del nuevo triunfo de Chávez o invitan a construir el socialismo del siglo XXI. Lo mismo ocurre en las dependencias oficiales, llenas de carteles que aluden a la obra del gobierno bolivariano y a su jefe. Los organismos del gobierno y del Estado han sido forzados a plegarse a ese anacronismo que es el comunismo chavista. A la presidenta del CNE no la inquieta que no exista ningún reglamento que regule el uso de los recursos públicos por parte del Presiente de la República, en trance de reelegirse. Las cadenas y los interminables Aló, Presidente, en los que se mezcla maliciosamente el Chávez presidente y el Chávez candidato, le parecen a Tibisay Lucena prácticas inocuas que hablan de la fortaleza democrática de la nación. Los viajes a Cuba, con el puro afán de prodigarle un alo de conuelo al anciano dictador de esa isla, le cuestan la nación una fortuna inmensa, que ni la Asamblea Nacional ni la Contraloría supervisan, ni cuestionan. La grotesca politización de las Fuerzas Armadas forma un aparte de otro capítulo.
Todos estos abusos insolentes, y muchos más, se cometen sin que el Poder Moral diga ni pío. Ni siquiera por pudor se quejan o emiten la más leve crítica los máximos representantes de la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo o la Contraloría. Al contrario, la actuación de estos personajes siempre sirve para justificar los desmanes y obscenidades del MVR y de los funcionarios más obsecuentes del gobierno.
Los abusos de poder no parecen obra del azar o del simple capricho de Hugo Chávez y su entorno. Son demasiados y, además, bien orquestados. Salvo los desmanes de Juan Barreto, que provocaron algunas respuestas airadas de varios de sus camaradas, el régimen suele actuar de forma acompasada. Los excesos de Chávez son aplaudidos en Aló, Presidente, avalados con la presencia en un acto de los jefes de los poderes públicos o mediante una declaración de prensa pomposa, en la que se ponen de manifiesto las artes de oficiantes de funcionarios que deberían oponerse a que los desplantes se cometan. El plan consiste en crear en todos los espacios del país, la sensación de que la reelección de Chávez es inevitable y que su poder y control sobre el país, absoluto. Se reproduce el viejo esquema totalitario (fidelista, maoísta, hitleriano, satalisnista) según el cual, las fisuras abren brechas que conducen al eventual desplome del régimen.
Frente a este modelo cerrado de control total que intenta proyectar Chávez, el país democrático está respondiendo. La candidatura de Manuel Rosales se ha ido afincando en los sectores populares. La gente se está atreviendo. El nerviosismo del gobierno refleja que hay preocupación en sus filas. A pesar de los denodados intentos por construir un círculo de hierro en torno de Chávez, los ciudadanos, frente a la insolencia, prefieren la democracia y la pluralidad.

martes, septiembre 05, 2006

Cine: LA MEMORIA Y EL PERDÓN


Resulta paradójico que un cineasta sueco sea quien haya recogido y continuado la tradición del drama rural norteamericano. Lasse Halström ya había dirigido una docena de filmes en su Estocolmo natal -entre ellas la memorable Mi vida como perro, de 1985- cuando emigró a Estados Unidos y realizó en 1991 Once around, comedia cuyo éxito le permitió acometer en 1993 la muy reconocida ¿A quién ama Gilbert Grape?, que lanzó a la fama a Johnny Depp y Leonardo Di Caprio. Se dice a menudo que su mirada foránea es más incisiva que la de un cineasta local, lo cual demostró en Las reglas de la vida, en 1999, un film controvertido y estimulante a la vez. Pero cuando Halström enfrentó Una vida por delante, en 2004, se encontró con un drama de esos que llaman "de la Norteamérica profunda". La muerte, la ausencia, el recuerdo, el amor, el dolor, el perdón y la necesidad de seguir viviendo constituyen su registro emocional. Todo ello en una perdida localidad de Wyoming, donde ni siquiera hay un MacDonald's, como evidencia uno de sus personajes. Allí donde el viento se devuelve.
La trama se halla cruzada por varias líneas dramáticas que entretejen una tormenta moral. En el film sólo conocemos a Griff Gilkyson a través de fotografías evocadoras y referencias verbales, pero su memoria desgarra los corazones de dos personajes emocionalmente heridos. Su muerte es el punto de partida para que el título original de Una vida por delante sea, precisamente, una idea contraria: An Unfinished Life. "Una vida inconclusa" es el epitafio que Einar Gilkyson (Robert Redford) ha escrito en la tumba de su hijo. Cada día de su vida recuerda que Jean (Jennifer López), esposa embarazada de Griff, se encontraba tras el volante la noche cuando el auto de la pareja tuvo un accidente fatal, doce años atrás. Einar se dedicó a beber Jack Daniels como una forma de lamentar la ausencia de su hijo y a culpar a Jean por el accidente que le arrebató a su muchacho. La niña de la pareja, quien ahora tiene once años y también se llama Griff (Becca Gardner), descubre de pronto que tiene un abuelo cuando su madre regresa al rancho de Einar. Ese rancho lo comparte con su amigo de toda la vida Mitch (Morgan Freeman), quien un año antes fue atacado por un oso que casi lo mata. Por añadidura, Jean ha huído de la violencia de su novio Gary, quien la golpea de forma inclemente. Les dije que la trama tiene varias líneas dramáticas.
Halström construye de manera clásica una historia sobre los obstáculos que cada personaje debe enfrentar para superar las causas de sus penas íntimas. Para Einer y Jean esto significa volver a aceptarse mutuamente. Para Mitch, perdonar al oso que un año antes lo atacó y casi envió a la muerte. Pero para la niña Griff todo esto significa iniciar una vida sin mentiras ni engaños. Hasta ahora todo muy coherente. Sin embargo, el entramado de conductas contradictorias se desenreda de una forma extremadamente fácil, ayudado por las figuras emblemáticas de Redford y Freeman, demasiado dueños de sí mismos. Dos "monstruos" que se devoran la película y que contribuyen a hacerla predecible. Entre ambos se ubica una Jennifer López que tampoco convence como actriz. En cambio, la debutante Becca Gardner revela sostenida fuerza expresiva como la preadolescente Griff.
Bien dirigida y mejor actuada, Una vida por delante intenta ser una vía para comprender la necesidad de aceptarnos y compartir las desgracias que alejan y unen a la gente, pero Halström no logra trascender el enunciado primario, a pesar de una narrativa cuidada y respetuosa. Una película más que aceptable que pudo haber sido un gran drama.
UNA VIDA POR DELANTE ("An Unfinished Life") EE.UU., 2005. Dirección: Lasse Hallstrom. Guión: Mark Spragg y Virginia Korus Spragg, basado en la novela del primero. Fotografía: Oliver Stapleton. Montaje: Andrew Mondshein. Música: Christopher Young. Elenco: Robert Redford, Freeman, Jennifer Lopez, Becca Gardner, Josh Lucas, Damian Lewis, Camryn Manheim y el oso Bart. Distribución: Buena Vista.